Artículo de opinión de Rafael Cid

¿Se puede decir una cosa y hacer la contraria con aplauso añadido? Se puede, aunque no se debe por simple higiene mental. ¿Se puede celebrar el periodismo como una de las bellas artes y a la vez amortajar al mensajero de enfrente? Se puede, y la casta política y editorial han hecho de esa farsa su negociado. Incluso cabe proclamarse líder de la comunicación de calidad y asociarse con traficantes de armas y no morir en el intento. Veamos.

¿Se puede decir una cosa y hacer la contraria con aplauso añadido? Se puede, aunque no se debe por simple higiene mental. ¿Se puede celebrar el periodismo como una de las bellas artes y a la vez amortajar al mensajero de enfrente? Se puede, y la casta política y editorial han hecho de esa farsa su negociado. Incluso cabe proclamarse líder de la comunicación de calidad y asociarse con traficantes de armas y no morir en el intento. Veamos.

Acabamos de vivir una de esas muestras de hipocresía que solo en ocasiones excepcionales nos depara la competición partidista. Porque si ya resulta raro ver a todos los líderes políticos coincidir en denunciar la inmoralidad de los paraísos fiscales, es para nota comprobar cómo, acto seguido, las mismas personas son capaces de compartir mesa y mantel con los bribones que han sido diana de sus críticas. Y eso es lo que acaba de ocurrir con ocasión de la fiesta del 40 Aniversario de El País. A su conjuro se han dado cita los principales tribunos parlamentarios (Sánchez, Sáenz de Santamaría, Rivera, Iglesias y  Garzón), junto con Felipe González y Juan Cebrián, dos de las personalidades, amén de miembros la Casa de Borbón allí presentes, tiznadas por la filtración de los “papeles de Panamá”.

Pero esa no ha sido la única impostura habida en la conmemoración del periódico fundado por el fallecido Jesús de Polanco en 1976. Aun tratándose de una celebración en homenaje a un medio informativo, nadie osó mencionar la huelga que los trabajadores de El Mundo habían realizado la víspera en protesta por el ERE que pretende dejar en la calle a más de 200 familias. Pertenecer al club de los 40 Principales a menudo implica confundir la libertad de prensa con la libertad de empresa. De ahí el besamanos de los que pocos días antes despotricaban contra la conspiración de los editores. A punto de despegar una nueva campaña electoral nadie quiere contrariar a tan importantes señores.

El diario El País, el órgano informativo del multinacional Grupo Prisa, corporación multimedia controlada por la gran banca y los fondos buitres de aquí y allá, celebra su cuarenta cumpleaños por todo lo alto. Nada que objetar si se trata de una fiesta privada y cada cual se paga su tenedor de la forma que considere conveniente. Todo vale, todo se aprovecha, de un cuerno se hace una percha, que decía Gloria Fuertes. Lo que ocurre es que mientras el rotativo echaba las campanas volvía a intentar monopolizar el espacio público, en una puesta en escena que recuerda aquella sobada sentencia de Mandeville “vicios privados, virtudes públicas”.

Que sus actuales ejecutivos y el séquito habitual se consideren únicos en su especie es un rasgo de soberbia solo a ellos atribuible. Su presidente Juan Luis Cebrián ha manifestado con absoluto desparpajo que lo de los “papeles de Panamá” es “el precio del éxito”, en la mejor tradición del victimismo patriotero. Su amigo Felipe González ni eso. De ahí que, cuando le han preguntado a Iñaki Gabilondo por el tema, el abanderado de la SER manifestara con fastidió “de eso prefiero no hablar”.  Al fin y al cabo, los Gabilondo son viejos amigos de la casa. Uno, maestro de periodistas en la cadena radiofónica de los 40 Principales, según la rancia monserga. El otro, Ángel, facilitador de informadores pret a porter.

Y es que como rector de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) él fue el gran valedor para que El País mantuviera en aquel campus su propia Escuela de Periodismo, aunque en su programa oficial esa titulación no existía. Un privilegio que los barones del periódico justificaron en plan mayestático porque “los licenciados de las facultades de Ciencias de la Información no respondían al perfil de profesionales que necesitaba el diario y otros medios de PRISA”. Todo ello por deferencia de Javier Solana, aquella lumbrera pilarista que primero fue ministro de Educación del PSOE y luego secretario general de la OTAN. SER o no SER…

Porque si algo caracteriza la trayectoria del rotativo madrileño es su ambición por reinar como una institución por encima de toda sospecha. Es decir, elevarse sobre su condición de empresa del Ibex al rango de bien de interés cultural. Algo que logró con creces durante los veintidós años de gobierno socialista y muy especialmente en la etapa felipista. Lo que llama la atención es que semejante predicamento siga siendo de recibo con el Partido Popular de Mariano Rajoy en el poder.

No me refiero al hecho de que la exposición de esas cuatro décadas de prepotencia informativa esté teniendo lugar en la “pasarela Cibeles”, el espacio que el Ayuntamiento de Madrid tiene en el palacio madrileño donde pasa consulta una Manuela Carmena cada vez más “cebrianista”. Esa es una cuestión de chequera y de relaciones públicas, recursos que les sobran a los accionistas del grupo. Lo que tiene bemoles es otro asunto, de nuevo de índole académica. Basta con ver la doble página sobre los Cursos de Verano de la Universidad Complutense (UCM) para 2016 que insertaba el diario el pasado jueves 5 de mayo. Programación que asemejaba a una prolongación del staff de El País.

Este es el elenco de intelectuales que figuran destacados en el cartel  de la UCM. En el apartado de “conferencia inaugural”: Santos Juliá. En el de “conferencias extraordinarias”: José Graciano da Silva; Antonio Fraguas “Forges”; Juan Cruz; Sami Nair; Mario Vargas Llosa; Alfredo Pérez Rubalcaba y Fernando Savater. Es decir, de 8 intervinientes estelares, 7 están vinculados a Prisa. Una confirmación del ascendente que la empresa que dirige Cebrián, miembro de número de la Real Academia Española de la Lengua, tiene sobre el alma mater.

El despliegue de fichajes de El País por parte del rectorado de la Complutense, cojea también del mismo pie que la ética de nuestros políticos y patrones de la comunicación. O al menos eso parece si tenemos en cuenta que simultáneamente a la difusión de ese plantel para los Cursos de Verano se conocía que el rectorado tiene un plan de “reordenación interna” que supondrá reducir a más de la mitad el número de departamentos. Concretamente de 185 a 72, con los consiguientes efectos colaterales sobre el personal afectado.

Por lo demás, y como sumándose a la celebración de esos 40 Principales, el anuncio sobre los Curos de Verano se insertaba en la misma edición que llevaba un cuadernillo de la Conferencia Episcopal Española, Xtantos, para “el sostenimiento económico de la Iglesia”. En ese suplemento para favorecer marcar la equis de la Iglesia en la casilla de la declaración de la renta, había  reportajes tan impactantes como los titulados “Inmatriculaciones: la Iglesia no se ha apropiado de nada” o “La Iglesia no tiene ninguna asignación económica del Estado”.  Prueba de que El País bien vale una misa.

Siguiendo con su internacionalización y coincidiendo con los festejos del 40 aniversario, el grupo editor de El País incorporaba dos nuevos miembros a su consejo de administración: Walid Saadi y Dominique D´Hinnim. El primero es un experto en la “reestructuración de grupos” bien relacionado con el gobierno de Qatar, régimen que ha sido denunciado en el último informe de Amnistía Internacional por “restringir arbitrariamente la libertad de expresión, asociación y reunión pacífica”, y haber encarcelado al poeta Ibn al Dheeb  por “escribir y recitar versos”. Por su parte, D`Hinnim es un alto ejecutivo del Grupo Lagardere-Matra, conglomerado de publicaciones e industrias de Defensa que ocupa el segundo puesto mundial en el sector del armamento.

Un refuerzo de armas tomar con el que El País busca impedir que el 26-J la demanda de cambio radical que existe en la sociedad civil se traslade a las instituciones.

Rafael Cid

 


Fuente: Rafael Cid