Se juntan para estar solos,

se mueven para estar quietos,

(… ) al avanzar a la muerte

allí lo llaman progreso

(A Contratiempo. Agustín García Calvo)

El último Nobel de Economía concedido a Robert J. Shiller supone una cierta novedad respecto al habitual conservadurismo de los académicos suecos, dada la denuncia que el galardonado hace de los medios de comunicación por su fidelización de las burbujas económicas y las crisis. Una rareza desde que en 2009 el premio recayera en la politóloga Elinor Ostron por romper el mito de la suprema eficacia del mercado, al demostrar que las instituciones de acción colectiva son mejores que la iniciativa privada en el gobierno de los bienes comunes.

El último Nobel de Economía concedido a Robert J. Shiller supone una cierta novedad respecto al habitual conservadurismo de los académicos suecos, dada la denuncia que el galardonado hace de los medios de comunicación por su fidelización de las burbujas económicas y las crisis. Una rareza desde que en 2009 el premio recayera en la politóloga Elinor Ostron por romper el mito de la suprema eficacia del mercado, al demostrar que las instituciones de acción colectiva son mejores que la iniciativa privada en el gobierno de los bienes comunes.

Decir irracionalidad económica es afirmar que no existe economía propiamente dicha. O sea, no estamos ante una actividad social que, siguiendo el clásico manual de Paul A. Samuelson (Curso de Economía Moderna), consistiría en “la utilización de recursos escasos, susceptibles de usos alternativos, para satisfacer necesidades humanas”. Por tanto, abandonar la racionalidad que implica esa categorización es caer precisamente en lo contrario de la “economía”: la antieconomía. Pero precisamente eso, antieconomía, despilfarro, es lo dominante hoy en la economía capitalista realmente existente.

No se trata de una “anomalía” menor, dado que la economía domina toda la existencia social, haciendo de la vieja política de la que aquella procede (oikos) su subalterna. El homo oeconómicus, el que solo respira en clave de productor o consumidor, es el paradigma del momento. De ahí la dificultad de consolidar transformaciones que impliquen un “hombre nuevo”. Y claro, eso influye en todos los órdenes de la vida, construyendo una realidad antagónica, incoherente y contradictoria.

Como los medios de producción están privatizados, la riqueza ha sido expoliada del común y, en consecuencia, el hombre ha dejado de ser “la medida de todas la cosas”, como pretendía Protágoras, para devenir en un peón de brega de esa economía solipsista. Más claro: la libertad de mercado es sagrada, se autorregula, y las leyes están hechas para preservarlo; por el contrario, las personas permanecen bajo libertad condicional, misión represiva-coactiva que se encargan de ejecutar Gobiernos y Estados con nuestra venia. Los representados bajo la tutela de los representantes y el mercado como soberano absoluto. La economía, en fin, drones contra la política.

Esta aberración se basa en la ley del número, la primacía de la cantidad sobre la calidad, la lógica de la escala en el terreno político (el hecho electoral) y en el económico (la producción). Una escolástica de jibarización social, previa su canibalización, que actúa como un “expediente X”, no es de este mundo pero todos lo bendicen. Lógicamente, tanta mastodóntica irracionalidad en el ámbito de los recursos escasos, a menudo produce monstruos. Ahí van dos ejemplos en áreas tan necesarias para una existencia digna como el imperativo del conocimiento y el del techo digno. Por mor de una industria cultural sometida al negocio, que solo se obtiene con producciones masivas, el mundo intelectual está reduciéndose a la condición de best-sellers, al margen de su calidad, mientras obras clásicas y modernas de ciencia y humanidades casi han desaparecido del mercado.

Algo similar, aunque de mucha mayor trascendencia social sucede con la vivienda. Se construyen casas para venderlas, independientemente de la necesidad que de ellas exista, y si la gente carece de medios para adquirirlas el sistema prefiere destruirlas (como antes se hacía con los excedentes agrícolas que distorsionaban los precios del equilibrio oferta-demanda) antes que facilitarlas a las personas desahuciadas. Gentes sin casa y casa sin gente. Y cuando cae la demanda en un entorno de sobreproducción, como ahora por efecto de la ¡crisis hipotecaria!, se llama al equipo de demolición para que elimine el exceso y el mercado vuelva por sus fueros, y santas pascuas. Eso con una mano, porque con la otra se perdona la vida a decenas de miles de residencias construidas ilegalmente en dominio público marítimo gracias a la contrarreforma de la Ley de Costas. Gestión bipolar donde las haya y un caso de libro de asignación ineficiente de recursos.

Alguien podría pensar que este es un relato demagógico y populista sin arraigo en la ciencia económica (lo de “ciencia” es un desiderátum). En verdad, existe un poso de discurso agitador, e incluso panfletario, ante el que la mayoría de los mortales pasan olímpicamente, pero ha sido analizado seriamente por eminentes economistas. Pongamos el caso de uno de los últimos Nobel de Economía, Robert J. Shiller, autor del que en España se han publicado varios libros. A saber, Exuberancia irracional, El estallido de la burbuja, Las finanzas en una sociedad justa y Animal Spirits, este en colaboración con el también Nobel 2001 George A. Akerlof, con lo que nadie mínimamente motivado por la “cuestión social” podría llamarse andana.

Porque resulta que este profesor de la Universidad de Yale (EEUU) se ha distinguido sobre todo por denunciar las prácticas financieras especulativas y el efecto depredador que sobre la economía real (productiva a mayores) tienen las burbujas (flatos de oferta que se aprovechan de la fabricación de necesidades artificiales). Claro, el jurado de Estocolmo le hizo el honor del reconocimiento a posteriori, post crisis digamos, cuando era inofensivo. Exuberancia irracional, el libro donde revela los estragos de los trúhanes financieros y bancaria, apareció en el año 2000, más de un lustro antes de que estallara el desplome de Lehman Brothers. Para que luego gobiernos, expertos, periodistas y demás escribanos del sistema digan que nadie previo la crisis.

Eso a nivel mundial, en casa ni se plantea la reflexión. Aquí todo está atado y bien atado. Por eso la AEB, la patronal de la gran banca que desató la crisis con su codicia, acaba de nombrar nuevo presidente a José María Roldan, ex director general de Regulación del Banco de España (BdE). Los caballitos disparando a la escopeta. Una crisis, la del Reino de España, que se caracterizó por la dejación, incompetencia o complicidad de las autoridades supervisoras, que lejos de controlar los excesos de los Botín y cía se lustraron en acumular cargos para liquidar las cajas de ahorros, seria competencia de la banca y casi único sostén financiero de pymes, familias y desarrollo local y regional

Pero volvamos a las cosas serías. ¿Qué investigó Shiller que tanto alarmó a los amos del dinero embalados hacia la economía casino desde que Clinton derogara al Ley Glass Steagall que prohibía la cohabitación entre banca comercial y de inversiones? Veamos algunas perlas del libro lo Exuberancia Irracional (EI) sobre la decisiva influencia de los medios de comunicación en la legitimación virtual de burbujas y falsas expectativas económicas. Una, que la aceptación de la economía improductiva tiene mucho que ver con la propaganda del papel prensa. <En líneas generales la historia de las burbujas especulativas se inicia con la aparición de los periódicos (…) Por lo general solo se producen acontecimientos significativos en el mercado cuando grandes grupos de personas piensan de manera similar> (EI, 105). Y en la misma línea, que hasta el último momento, y contra toda evidencia, los medios apoyan al dinero revelándose como los perros guardines del sistema. <Por cierto, la misma mañana del crash (del 29), el Wall Street Journal consideró pertinente considerar un editorial en primera página anunciando que “todos los que ocupan puestos de responsabilidad dicen que las condiciones del mercado son sólidas”> (EI, 121)

Dos, complementando lo anterior, que gracias a la uniformización de la opinión publicada la, opinión pública, en lo que Shiller denomina heurística de la representatividad, obtiene una falsa percepción de la realidad económica. <Otra característica del exceso de confianza es que la gente tiende a emitir juicios en situaciones inciertas. Por ello utiliza patrones familiares y da por sentado que los patrones futuros serán similares a los pasados (…) Según el principio psicológico de la conservación, la gente es lenta a la hora de cambiar de opinión> (EI, 184-185). <Debido a esa tendencia a atribuir opiniones a expertos reales o imaginarios, la gente no se preocupa por las contradicciones evidentes entre los distintos puntos de vista que expresan. Existe cierta predisposición a cabalgar con la rienda suelta: es decir, a suponer que las especialistas han examinado a fondo las contradicciones y que saben que no son tales> (EI, 204). <Los medios de comunicación siempre están dispuestos a estimular la exuberancia de los mercados> (EI, 208).

Lejos de una caprichosa demonización de los medios, las citas anteriores entran de lleno en la raíz del problema: “el riesgo moral” que infla burbujas y la exuberancia irracional de los mercados. Porque la confianza ilimitada, hipnótica y temeraria en quien carece de tales atributos es una de las causas determinantes de la crisis del 2008. En palabras de Akerlof y Shiller (Animal Spirits) :<El antiguo sistema de financiación ha cambiado. Antes, los que financiaban créditos, casi siempre los conservaban en sus propias carteras. Pero luego, los defensores de la “nueva financiación” descubrieron numerosas y novedosas modalidades para empaquetar estos créditos (para “titulizarlos”) y repartir estos valores. A continuación, los instrumentos financieros exóticos terminaron de aderezar el pastel. Estos productos financieros ni siquiera precisaban un respaldo con activos subyacentes, ya que consistían en promesas de pago por si en el futuro sucedía algo. Confiando en una curiosa alquimia financiera, los inversores combinaron esos productos de maneras distintas, creyendo que con ello serían capaces de exorcizar los riesgos subyacentes. Durante la primavera del 2007, justo antes de que los mercados empezaran a darse cuenta de que quizá algo andaba mal, el bajo nivel de las primas de riesgo no tenía precedentes> (AS, 207).

Precisamente, en este mismo momento se está produciendo en España otro “momento Shiller”, dado que los medios de comunicación han iniciado una campaña para sensibilizar a las gentes del fin de la crisis y el lento inicio de un periodo de auge (que si el capital extranjero vuelve; que si la agencia Fitch ha modificado a favorable el riesgo-país; que si el comienzo minorista comienza a levantar cabeza; que si la venta de coches; que si los beneficios del Ibex; que si el turismo interior; etc., etc., etc.) Nada nuevo bajo el sol, aunque no siempre hay un Premio Nobel de Economía para tirar de la manta y del lavado de cerebro.

Vuelta a Kant, entre tantos otros, y a su concepto holístico de ilustración como esa etapa en el que hombre “abandona la minoría de edad y comienza a pensar por sí mismo”. En suma, todos los indicios señalan en dirección a la falsa “representatividad a escala” como modelo de servidumbre voluntaria en el triángulo de las Bermudas político, económico y mediático en que naufraga la soberanía popular y la libertad individual.

Rafael Cid

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Fuente: Rafael Cid