Este es un pequeño texto esbozado que será parte de una crítica más fuerte y contundente a la lógica de la universidad-empresa, no obstante, nos ha parecido idóneo el momento para relatar las contradicciones entre el sujeto (alumno/estudiante) y el objeto (materia-plan de estudio) que parten de la no-apropiación del control de una gran parte de su vida, dedicada a la bohemia y la miseria cultural: la vida como estudiante.

Además, partiendo de la premisa, de que en el examen parcial y en el extraordinario nos encontramos en la línea final de un risco, en el cual, parece que los deseos humanos y la vida misma se concentran en la aprobación de una prueba destinada estadísticamente para terceros y no para el fin que se promete en las universidades.

 

CGT rr.ii. (@CGTrelinternac)  https://twitter.com/CGTrelinternac/status/685770772170817536

 

 

LA ESCUELA TRADICIONAL HA MUERTO, ¡EL EXAMEN TRIUNFÓ!

Lamentablemente, pocos estudiantes mantienen una postura de construcción general ante las múltiples y diversas materias que conforman los planes de estudio, haciendo imposible relacionar los datos, las fórmulas, las lecturas y los intentos del pseudo-goce de las fechas históricas, pues, pareciese que todo ha sido diseñado para crear un revoltijo que niegue en un futuro pleno, la adquisición de los conocimientos. Que examen de la Restauración Francesa, que de geometría analítica, que del barroco español, que de silogismos de primer grado, ¡bah!, estos sistemas de “enseñanza” no hacen más que el alumno cree contemplaciones y busque la forma más mediocre de asimilar “que sabe” cuando realmente no “sabe nada”, dejando el camino abierto a la mínima especialización de la memoria, enfocada directamente a la aprobación de exámenes, seminarios y pruebas parciales, que hacia la cognición del aprendizaje. ¡En este sistema no se aprende, sólo se reproducen datos para calificar la miseria mental!

Siendo así, unos camaradas libertarios que han gestado varias propuestas pedagógicas alternas a las tradicionales, afirman que “la calificación es un elemento cuantitativo vacío, conceptualmente contradictorio, además de controlar los sentimientos y estados de ánimo del estudiante”, y precisamente es en esta carrera competitiva y vana donde el meollo de la “educación universitaria” forma sus bases, ¿qué estudiante se preocupa por especializarse en cada uno de los montones de bibliografías -que ni se leen-, en los intentos de métodos científicos de química/biología/cálculo o en cada uno de los temarios bimestrales de los planes de estudio?, es prácticamente imposible adaptar la capacidad intelectual en tantas ramas específicas.

 

El punto de partida para romper la lógica de co-dependencia directa entre la esquizofrenia por aprobar las pruebas y el horizonte entre aprovechar el tiempo y los pocos medios escolares (bibliotecas, actividades extracurriculares, foros, círculos de estudio) es entender que la universidad moderna crear una simbiosis entre la especialización de la memoria y el deseo (obligado) del conocimiento. Lo han repetido muchas veces los profesores eméritos hace décadas: “el estudio es la comprensión de la información coordinada en el vínculo alumno-maestro (o alumno-medio de estudio, es decir, el individuo autodidacta) para aplicarse en la práctica de un campo del conocimiento humano y social determinado, NUNCA, EL ESTUDIO SERÁ LA MEMORIZACIÓN DE LA INFORMACIÓN”.

RESIGNACIÓN Y MISERIA OBLIGADA: “NO HAY PEDO, LO PASO EN SEGUNDA VUELTA Y SI NO… LO RECURSO”

Traduciendo la vida de resignación (o rutina alienada) del estudiante de bachillerato y licenciatura, quien en verdad no desea soportar las contradicciones prácticas de las materias y los profesores, rechazan tajantemente el continuar sus asistencias a determinada materia, o en una acumulación de conciencia sistematizada en ese mismo sistema de enajenación, decide por dar término a su estancia en la universidad.

No obstante, la mayoría han de fracasar en una o dos de las materias, que habrán de enmarcar sus imágenes de vida diaria en ese triunfo fantasmagórico de aprobarlas. Resignarse y continuar un modelo contra-estudiantil que sigue por línea retrasar materias o recursarlas es muy común, confirmando, de la manera más invisible e inteligible posible, el valor de un número que pierde relación proporcional con el “desempeño escolar”, antes que a ese deseo por el conocimiento.

 

Pero ésto no sólo se enmarcar en una categoría de primer nivel, sino que llega a sub-conjuntos sociales donde aquellos que “reprueban” son considerados inferiores o con una capacidad intelectual inferior, ¡este es el racismo cognitivo! Los mismos familiares crean terror en el subconsciente al valorar las capacidades de los hijos conforme a esta misma brecha de números sin valor real, concediendo los permisos, los caprichos y demás necesidades de lujo (o lo que la élite del capital llama “supervivencia ampliada” (1)) siempre y cuando se tengan notas altas.

“- Pero mamá, ¡se me hacen muy difíciles las matemáticas!-. Ni modo Pedrito, ¡dejarás por un tiempo los cursos de fotografía para pasar ese examen!”, y así, echamos a perder a un próximo talento social que bajo todas las consideraciones, es libre y gusta de lo que obra. Enunciamos entonces que uno de los objetivos impensados de la Universidad es exterminar los talentos hacia la libre elección de un trabajo manual, intelectual o artístico, especializando las carreras y docencias cuan trabajo asalariado hace con el proletariado mundial.

Ahora, los intercambios entre padres e hijos se traslucen en: “¡Sacad buenas notas y obtendréis vino!”.


LA ALDEA CULTURAL DEL ESTUDIANTE Y EL EXAMEN

Emotivamente, las distintas épocas durante la universidad varían, mientras regularmente en periodos ordinarios se recurre a las salidas, los encuentros y las prácticas de ocio, los momento de exámenes son de tensión que para nada cuesta barata, sino que su acumulación de estrés y preocupaciones modifican por completo el dassein del estudiante (2).

Largas jornadas de lectura repetida y apuntes (de esos que muchas veces no se hicieron en clases) cobran vida antes estas semanas de temor; los desvelos, la alteración de la salud y la tranquilidad, o simplemente la resignación anteriormente descrita son formas de tomar vuelo ante estos problemas. El estudiante sabe de antemano que al pasar esa prueba se “retorna a la vida”, a las relaciones sociales y al ocio, elementos dignos de disfrutarse con o sin escuela, pues de ahí parte la contradicción entre el no-valor de las calificaciones.

Es interesante recabar investigaciones sobre el cómo los estudiantes se adaptan a estas semanas, donde la experiencia de amigos de generaciones pasadas o hasta el cinismo de solicitar los exámenes en redes sociales son resoluciones ante estos embates, comprar o falsificar guías, comprimir las imágenes para consultar los datos durante las pruebas, nos describen bien claro el desinterés por aprender y la quimera del triunfo por aprobar. Copiando o no copiando, leyendo  un mes antes o una hora antes, TODOS LOS ESTUDIANTES MANTIENEN DESPRECIO O INDIFERENCIA POR LOS EXÁMENES, es una cultura de consumo cognitivo inmediato.

Pero también, los estudiantes crear una sub-cultura enfocada a ciertos lapsos, donde principalmente el humor y la cibernética memista en grupos de Facebook acarrean sus opiniones (implícitamente cargas de odio hacia los exámenes parciales y extraordinarios, y a la forma de evaluar de algunos docentes) para exaltar justamente a las pruebas como un ente separado y que toma vida propia, una parcela misma de su vida como estudiante.

 

NO ES UNA MATERIA, NO ES EL PROFESOR, NO ES EL ESTUDIANTE: ¡ES EL PLAN DE ESTUDIOS!

Arrojar tantas materias, tanta información no es un lujo que se dan quienes crean los planes de estudio, sino que todo alienta a su tan valiosa división del trabajo, irrumpiendo la posibilidad de tener ingenieros, médicos, sociólogos (y hasta los mismos filósofos) críticos, pues la educación universitaria no se ha creado para generar crítica, sino para continuar métodos, proyectos y objetivos.

Especializar a través de las pruebas y todo lo que se ha descrito en este texto, es la forma más sencilla de insertar al estudiante al mercado laboral, haciendo que su realidad cubra un mismo sendero de conocimiento, y no el de otros. Llamamos a ésto la epistemología de la espontaneidad, donde profesor y estudiante caminan juntos en constante conflictividad pero nunca hacia la resolución de problemas inmediatos y sociales, sino, hasta llegar al trabajo asalariado o el oficio gestionado (la profesión o la docencia “libre”).

Queda claro que ante los “fracasos académicos” no se le tiene que echar la culpa a la materia, pues por sí sola es un conocimiento implícito en otras relaciones con el mundo, tampoco del profesor, pues este continúa la transmisión de esta sarta y cruel conjunción de información que el alumno terminará adaptando obligatoriamente: “sino estudias ni trabajas, ¿entonces de qué vas a vivir?”.

¡SÓLO UN IDIOTA SE DEJA CALIFICAR!

¡VAMOS RUMBO A UNA UNIVERSIDAD LIBRE!

¡CONTRA SU PLAN DE ESTUDIOS, NUESTRO CONOCIMIENTO COLECTIVO!

 


(1) Recomendamos ahondar este concepto en: Debord, Guy, Cap. II “La Mercancía Como Espectáculo” en La Sociedad del Espectáculo, Barcelona, Pre-Textos, pp. 51-60, 2012.

(2) El examen (al igual que otros métodos represivos) nace en la sociedad moderna, específicamente en Francia, donde los colegios situaban pruebas de más de 13 materias a los niños y jóvenes, humillando a las notas más bajas enfrente de los compañeros de aula y de sus padres, situación a que ahora es inversa, donde es el maestro quien resulta humillado cuando muestra cierta “autoridad” (aunque la presente a diario) por sobre del estudiante. Léase: Foucault, Michael, Vigilar y Castigar, Siglo XXI.