Artículo de opinión de Antonio Pérez Collado

En 1995 el gobierno socialista de Felipe González encargó un informe al prestigiosos sociólogo y profesor universitario estadounidense James Petras, el resultado del extenso y riguroso trabajo de este investigador social no debió gustar mucho a los dirigentes del PSOE, puesto que se pagaron los honorarios a Petras y el documento se guardó en un cajón. Tuvieron que ser publicaciones y organizaciones independientes quienes se encargaran de difundir las conclusiones del estudio de marras.

En 1995 el gobierno socialista de Felipe González encargó un informe al prestigiosos sociólogo y profesor universitario estadounidense James Petras, el resultado del extenso y riguroso trabajo de este investigador social no debió gustar mucho a los dirigentes del PSOE, puesto que se pagaron los honorarios a Petras y el documento se guardó en un cajón. Tuvieron que ser publicaciones y organizaciones independientes quienes se encargaran de difundir las conclusiones del estudio de marras. Especial repercusión tuvo la edición de un número monográfico, con el informe completo y algunas aportaciones más, de la revista El viejo topo.

Las conclusiones de James Petras echaban por tierra todo el triunfalismo socialista por la incorporación de España a la economía y la política internacionales. Lo que venía a decir, en resumen, el famoso informe es que la modernización de la sociedad española se estaba haciendo en detrimento de las clases populares y en beneficio de las grandes empresas y bancos. Los ejes de la adecuación de nuestra economía a las tendencias del mercado internacional eran la flexibilidad en el empleo (contratos temporales, abaratamiento del despido y bajos salarios) así como la privatización de sectores y empresas públicas y una brutal reconversión que sacrificó las ramas punteras de la producción nacional: astilleros, siderurgia, lácteos, pesca, etc.

Los resultados de aquella entrega al capital internacional los palpó Petras en su estancia en nuestro país, en los barrios y pueblos afectados por el paro y la precariedad, en las colonias de chabolas que rodeaban las ciudades principales y en los invernaderos y plantaciones agrícolas donde se explotaba a trabajadores inmigrantes.

Veinticinco años después, con un nuevo gobierno socialista, otro informe viene a insistir en lo diferentes que son la realidad social y las previsiones de los políticos en el poder y de los economistas del sistema. En esta ocasión el estudio que tira del caballo a nuestros ciegos dirigentes es de Philip Alston, el relator de la ONU que ha investigado las dificultades y penurias que afronta una parte cada vez mayor de la población española.

Las reacciones al informe no se han hecho esperar. No han podido meterlo en un cajón porque es de un enviado de la ONU, pero se le ha acusado de falta de rigor, exagerado, ataque a España por parte de sus habituales enemigos, etc. Para esos medios y opinadores parece que es mejor centrarse exclusivamente en las previsiones de crecimiento de cualquier institución bancaria o empresarial y brindar porque nuestra economía (la de Patricia Botín, Florentino Pérez, las Koplowitz, Juan Roig y Amancio Ortega) es la cuarta de la UE y crece dos décimas por encima de la de otras democracias europeas, en lugar de aceptar las verdades que nosotros mismos podemos ver en las calles y hasta en la propia escalera o en nuestra familia.

Porque, en realidad, lo único que ha señalado F. Alston es que la pobreza se amplía y cronifica en España (ya amenaza al 26% de la población y al 29.5% de la infancia) y que seguimos siendo un país con sus buenas dosis de racismo y burocracia. ¿O es que no lo sabíamos?

El dramatismo de la situación el informe de la ONU lo focaliza en tres colectivos, pobres entre los pobres: la población gitana y de otras etnias que malviven en poblados chabolistas, los trabajadores inmigrantes del campo y el empleo doméstico y las familias que han perdido trabajo y vivienda.

No es la mejor solución ocultar o atacar los estudios que nos confirman que no vamos por el buen camino. Frente a los problemas y riesgos que amenazan nuestras condiciones de vida (pobreza, paro, cambio climático, racismo, violencia, etc.) no podemos cerrar los ojos y seguir a quienes mediante el engañoso y obsoleto desarrollismo nos conducen al colapso y la hecatombe. Nuestra vida y nuestros derechos los tenemos que defender colectivamente, pero el compromiso de lucha ha de ser personal. No hay otra solución… y es urgente encontrarla.

Antonio Pérez Collado

 


Fuente: Antonio Pérez Collado