Tras alertarnos sobre lo que nos espera si la derecha gana las próximas elecciones y en lo poco que se merecen ganarlas los socialistas, Rafael Cid nos dice, en su artículo La abstención exorcizada (o “preferiría no hacerlo”), que : “Tan errático en este cara-cruz de la política-poder (¿qué ha de lo mío ?) es vocear que quien ejercita su voto con la nariz tapada para conjurar otro aznarato es un pringao, como pretender que el que manda a paseo con cajas destempladas a los impostores del talante es un pirao.”

Tras alertarnos sobre lo que nos espera si la derecha gana las próximas elecciones y en lo poco que se merecen ganarlas los socialistas, Rafael Cid nos dice, en su artículo La abstención exorcizada (o “preferiría no hacerlo”), que : “Tan errático en este cara-cruz de la política-poder (¿qué ha de lo mío ?) es vocear que quien ejercita su voto con la nariz tapada para conjurar otro aznarato es un pringao, como pretender que el que manda a paseo con cajas destempladas a los impostores del talante es un pirao.”

Es decir que, en las actuales circunstancias, tan pringao puede ser abstenerse de votar como pirao el votar a los “impostores del talante”. Pues, efectivamente, tan válidas son las razones para, en esta ocasión, “votar” (“para conjurar otro aznarato”) como para “no votar” : por “las renuncias de quienes tuvieron la oportunidad de cambiar las cosas y sin embargo se dejaron cambiar por ellas”.

No obstante, pese a esta equiparación de actitudes posibles, por el tenor de su artículo, Rafa parece considerar, inclusive ahora, la opción abstencionista como la única válida : “por encima de todo y antes que nada, hay que tener claro el enorme valor político, subversivo, democrático y culturalmente transformador que tiene la abstención meditada, razonada y proclamada.” Es más, afirma que es “urgente frenar una dinámica seudodemocrática que ha institucionalizado la servidumbre voluntaria casi como un avance civilizatorio”, y que “la mejor y más radical manera de abrir ese horizonte es reivindicar el derecho a la abstención”.

Se entiende, no la “abstención técnica” o a la del “aburrimiento y la despolitización de la sociedad de consumo”, sino “la abstención anarquista” que es “todo lo contrario”, que es “cognitiva” y “nace de la coherencia y significa re-politización en el camino de la auténtica paideia democrática”.

Pus bien, “aunque –como él dice- no hay diploma ni título universitario que imparta esa materia”(la anarquía), es verdad que, para estas lides electorales, “los anarquistas tenemos hecho un master”. Pero eso no impide que los anarquistas no nos planteemos hoy la pregunta : “¿Qué hacer ?” Esa pregunta recurrente que “es la misma de siempre para la gente históricamente engañada por políticos de la izquierda lingual y la derecha real”.

Rafa se la plantea también, aunque diga que nuestra respuesta debe ser dada “desde la ética libertaría, nunca desde la tamborrada sectaria, aunque nos llamen bonzos o compañeros de viaje”, puesto que concluye : “El consejo es que no hay consejos sino actitudes”.

Hasta aquí no hay razón de desacuerdo. Rafa tiene el derecho a considerar la abstención como la actitud más consecuente y más radical para hacer frente al peligro de que el PP nos vuelva “a la caverna de las más rancias tradiciones, el macizo de la raza sin naftalina, consagrado en las aguas bautismales de neocons y teocons”. Pero en que medida la “abstención anarquista” tendrá hoy un “valor político, subversivo, democrático y culturalmente transformador”.

Rafa no nos lo dice, y yo no creo que hoy pueda tenerlo, como tampoco creo que sea “la dinámica seudo democrática” la que “ha institucionalizado la servidumbre voluntaria…” Me parece que otros factores han sido más decisivos para que la actual coyuntura histórica sea la que estamos viviendo. Y tampoco creo que la amenaza que hoy representa el PP sea sólo imputable a Zapatero y a los socialistas. La ausencia de una verdadera izquierda consciente y consecuente y nuestra propia debilidad son también responsables del actual panorama político y social. Por ello ahora el peligro – como bien lo ha explicado Rafa- es el “retorno del Jedi”, y creo sería irresponsable no intentar evitarlo…

Si la abstención (la nuestra y la de todos los desilusionados de estos cuatro años de zapaterismo) fuese el remedio, sería lógico hacer campaña por ella. Pero me parece obvio que, tal como van las cosas, servirá para lo contrario ; pues no es a la derecha que mermará votos.

Nuestra abstención, como nuestro voto, no tiene efectivamente nada que ver con la abstención o el voto de los desilusionados por la gestión del gobierno “socialista”. Nosotros no nos hicimos ilusión alguna, no podíamos hacérnosla : no sólo por principio sino también por experiencia. Si creyéramos que la política y las elecciones pueden cambiar la sociedad no nos proclamaríamos apolíticos ni nos reclamaríamos de la anarquía, militaríamos en cualquiera de esos partidos que se pretenden de izquierda y se proclaman progresistas.

Ahora bien, no creer en ellos y dudar de su voluntad transformadora no quiere decir que prefiramos que gobierne la derecha o que nos sea indiferente quien gobierne. Lo que nos guía (o por lo menos nos debería guiar) en ese terreno no es la “tamborrada sectaria”, como dice Rada, sino la evaluación “cognitiva” de la relación de fuerzas sociales en presencia ; pues lo que de verdad nos interesa (o nos debería interesar) es cómo potenciar el avance del ideal emancipador. En consecuencia, la abstención o el voto no es (o no debería ser) para nosotros un tabú sino una decisión táctica para crear circunstancias favorables a tal avance o, por lo menos, que impidan un retroceso. Teniendo presente, claro está, que ello no dependerá de las promesas de los partidos sino de lo que nosotros y cuantos aspiran a la emancipación seamos capaces de hacer cotidianamente.

Abstenerse o votar debe ser una decisión personal, “desde la ética libertaría” ; pero también desde una visión activa de la historia : la “re-politización en el camino de la auténtica paideia democrática”. Es decir : para crear las mejores condiciones de esta “re-politización”, condición sine qua non para la toma de conciencia y la acción autónoma del pueblo.

Que esto no lo provocarán los partidos, lo tenemos bien claro los anarquistas ; pero no podemos hacer abstracción de ellos. Están presentes, y su actuación -particularmente si gobiernan- contribuye decisivamente a crear relaciones de fuerza, contextos históricos precisos. Quiérase o no, las consecuencias de esta presencia y esta actuación son importantes y muchas veces decisivas en la evolución política y social de la humanidad.

Ciertamente, esta evolución no es lineal, inclusive ha habido involuciones y hay el riesgo de que vuelvan a producirse. Es un riesgo permanente, y por eso nuestra decisión debe estar motivada por la conciencia de esta fragilidad y situarse en una perspectiva histórica pedagógica. Los contextos históricos pueden ser experiencias pedagógicas para los pueblos y, puesto que no es posible experimentar hoy la anarquía, me parece preferible avanzar que retroceder en ese proceso de experimentación. Y, en ese sentido y por lo que vemos, son las propuestas pretendidamente progresistas las que no han sido aún suficientemente sometidas a la crítica por los pueblos, puesto que aún votan masivamente por ellas y las consideran etapas inevitables en el proceso de su liberación y autonomía. Es pues lógico optar por enfrentarse a las nuevas formas del ejercicio del poder que a las pretéritas, y no sólo para no volver a las “cavernas” sino para continuar la crítica de la “dinámica seudodemocrática” de la socialdemocracia y pasar a otra etapa de la pedagogía revolucionaria antiautoritaria.

¿Qué hacer pues el 9 de marzo próximo ? ¿Abstenerse o votar ?

Se opte por lo uno o por lo otro, vale la pena meditarlo, razonarlo y proclamarlo ; pero no creo que, en esta ocasión, los anarquistas y cuantos no se hacen ilusiones con Zapatero y el PSOE, ni tampoco con los otros partidos, deban juzgar las dos opciones equivalentes. No lo son y las consecuencias serán diferentes, y deberemos sumir tal responsabilidad.

Queda pues, una vez la abstención y el voto exorcizados, optar por una u otra actitud ; pero sabiendo que abstenerse o votar no significarán nada sino van acompañadas por una movilización permanente y consecuente después. No sólo para hacer frente a lo que se nos vendrá encima si gana el PP o para seguir denunciando las inconsecuencias progresistas del PSOE sino también para demostrar el por qué nuestro discurso y nuestra práctica son diferentes y más válidas para avanzar en el proceso de liberación y autonomía de los pueblos.
Octavio Alberola


Fuente: Octavio Alberola