Artículo de opinión de Manuel Velasco Valladares, Secretario General de CGT-Nafarroa

Mientras el paro no disminuye, por lo menos no significativamente, a las personas con trabajo, nos están crujiendo, y todavía tenemos que considerar que tenemos la suerte de trabajar, sencillamente porque no hacerlo es peor. El paro es un arma muy querida por la patronal con la que chantajear al conjunto de la sociedad y de forma especial a quienes estamos en activo.

Mientras el paro no disminuye, por lo menos no significativamente, a las personas con trabajo, nos están crujiendo, y todavía tenemos que considerar que tenemos la suerte de trabajar, sencillamente porque no hacerlo es peor. El paro es un arma muy querida por la patronal con la que chantajear al conjunto de la sociedad y de forma especial a quienes estamos en activo. Y lo cierto es que están armados hasta los dientes y no parece que tengan ninguna intención de desarmarse y declarar un alto el fuego, ya que con el chantaje del paro desde hace tiempo vienen bajando los salarios y endureciendo las condiciones de trabajo a mayor incremento de sus beneficios.

Olvidémonos por un momento de los salarios o hagamos como que nos olvidamos. Nuestras condiciones de trabajo han empeorado muchísimo, se han incrementado la flexibilidad y la productividad, cuando no directamente la jornada y, por supuesto, la salud y los riesgos laborales son temas sin importancia. O sea, trabajamos a ritmos superiores y en situaciones de mayor riesgo.

Eso quienes tenemos un puesto fijo de trabajo, para quienes están en precario (también la precariedad se incrementa con el chantaje del paro), la situación es muchísimo peor. Ahí ni cabe hablar de condiciones de trabajo o de seguridad laboral o de jornada laboral, sencillamente hay que estar a lo que te digan y como sea. Y es un planteamiento que cuadra bien. Mientras se nos chantajea con el paro, con esos incrementos de jornada, de flexibilidad, de ritmos y de productividad generamos más paro, haciendo mayor su poder de chantaje. Una especie de agujero negro que se autoalimenta.

Realmente vivimos en una sociedad enferma. En ninguna sociedad sana o normal ocurriría que un veinte por ciento de sus miembros no trabajase ni pudieran trabajar, mientras que el resto se mantuviera trabajando a jornada completa, y en muchas ocasiones prolongándola en forma de horas extras. Está claro a quién beneficia y quién provoca esta enfermedad.

Además, es una sociedad enferma que enferma a las personas. Pocas personas aguantan las actuales condiciones laborales en una cadena o en un tajo sin desarrollar en un plazo de tiempo no excesivo alguna dolencia o lesión. Otras no escaparán a algún accidente de mayor o menor consideración. Y muchas, cada vez más, caerán en depresiones, estrés y otras enfermedades psíquicas. Naturalmente, no lo tienen mejor las personas en paro. El paro de larga duración derrota a cualquiera psíquica y físicamente, aparte de privar de los recursos imprescindibles para un cuidado decente de su salud y bienestar.

Así es como se nos traslada la competitividad, como una guerra entre personas que pugnan por el empleo y/o por mantenerlo, con el resultado de un deterioro generalizado de las condiciones de trabajo y de vida en esta sociedad enferma, en la que el paro no acabará nunca, ni la precariedad, ni el chantaje. Son su opción que nos agrede hasta destrozarnos. Frente a ella tenemos que impulsar decididamente que toda persona que quiera y esté en condiciones de trabajar pueda hacerlo, mediante el reparto del trabajo, trabajando menos y en mejores condiciones. Lo normal y natural. Por eso el 26 de diciembre, a las 12 horas, en Carlos III frente a Diputación celebraremos una concentración por el reparto del trabajo, contra las horas extras, por la seguridad y salud en el trabajo y por unas condiciones laborales dignas.

Manuel Velasco Valladares


Fuente: Manuel Velasco Valladares