"Penitencia en la Franja de Gaza" es el editorial del último ejemplar del semanario anarquista La Campana (Pontevedra), nº 4 de la III Época, de fecha 18 de octubre 2004. Se denuncia la ferocidad de la operación militar israelí y se realiza un llamamiento a la solidaridad con el pueblo palestino.

«Penitencia en la Franja de Gaza» es el editorial del último ejemplar del semanario anarquista La Campana (Pontevedra), nº 4 de la III Época, de fecha 18 de octubre 2004. Se denuncia la ferocidad de la operación militar israelí y se realiza un llamamiento a la solidaridad con el pueblo palestino.

«Penitencia en la Franja de Gaza» es el editorial del último ejemplar del semanario anarquista La Campana (Pontevedra), nº 4 de la III Época, de fecha 18 de octubre 2004.

«Penitencia» era el castigo o mortificación pública que, en nombre de Dios, imponía el Tribunal de la Inquisición a algunos reos. El gobierno de Israel, bajo la protección de EE UU y el abyecto acatamiento de la Unión Europea, ha bautizado con el nombre de «Días de Penitencia» la devastación durante estos días de octubre del barrio palestino de Gaza y el asesinato ejemplarizante, penitencial, de treinta niños y otras ochenta personas. Disparar a las niñas que juegan a pídola en el trayecto hacia la escuela o al profesor que está dando su clase es verdaderamente un acto propio del macabro e inexistente dios bíblico, pero también -este sí real y mortal- del Inquisidor general.

La operación «Días de Penitencia», iniciada por Israel el 1 de octubre, en los barrios de Beit Lahiya, Beit Hanun y el campo de refugiados de Jabalya, al norte de Gaza, ha llevado la muerte y la desolación a esta poblaciones. Hasta el momento, han sido asesinados al menos 100 personas palestinas, más de treinta de ellos niños.

La Franja de Gaza en Palestina es uno de los territorios de mayor densidad de población del mundo. Allí se hacinan millón y medios de personas, arrojadas a aquél pedregal de escasas hectáreas agrícolas, por la agresión del ejército israelí, una vez despojados de sus bienes y arraigos en lo que hoy es Israel y antes era Palestina. Ahora la Franja de Gaza no es ya un territorio, sino una gigantesca prisión a la intemperie en la que los infames guardianes -el ejército israelí- aterrorizan y matan indiscriminadamente, hombres, mujeres o niños.

Baste un ejemplo. La situación en el campo de refugiados de Jabalya es dantesca. En este hacinado poblado, en el que se alojan más de 120.000 personas en menos de 2 kilómetros cuadrados (en realidad un barracón en la mole penitenciaria que Sharon y los suyos han convertido Gaza), los médicos del hospital de Shiffa probaron ante los medios de comunicación como los heridos y cadáveres de los palestinos presentaban infiltradas en su cuerpo o clavadas en los huesos de la cabeza, el pecho y las extremidades, esquirlas metálicas en forma de flecha con aletas en sus bordes. El doctor Jomaa Saka, mostró como los proyectiles de los carros de combate israelíes están rellenos de estos pequeños dardos, de modo que cuando el cohete hace explosión, miles de esas flechillas salen al aire y permanecen girando hasta que se clavan en un cuerpo, tras abrir horribles boquetes en la carne. A consecuencia de esta denuncia, el propio Hospital de Jabalya fue asaltado por la chusma militar israelí.

Por su parte, el jefe de cirugía del hospital Kamal Odwan ha confirmado que «los cuerpos están llegando destrozados, mutilados. Los que tienen más suerte y han logrado salvar la vida aparecen con grandes quemaduras, como si se hubiera lanzado sobre ellos napalm o un producto corrosivo. Nunca habíamos visto nada tan sangriento, tan trágico, tan criminal.»

Los objetivos premeditados sobre civiles, la utilización de este tipo de munición, la demolición de sus casas y la destrucción de infraestructura básica, referida sobre todo a abastecimiento de agua y electricidad, son crímenes contra la humanidad y una grave violación del Derecho Humanitario que debería obligar a actuar a la comunidad internacional.

Mientras tanto, desde el 6 de octubre, Estados Unidos viene ejerciendo su capacidad de veto para impedir la aprobación en el Consejo de Seguridad de la ONU de cualquier moción condenatoria contra Israel. Los representantes de los distintos países, en vez de levantarse de sus asientos y dejar que continuase la sesión en solitario el representante de Estados Unidos, Jon Danforth -y así escenificar el rechazo general a semejante promoción de la impunidad israelí en la comisión de delitos internacionales y crímenes de guerra contra el pueblo palestino-, permanecieron sentados, aceptando servilmente la agresión y el insulto del Criminal mayor.

Y todo esto, en medio de una operación israelí que la prensa mundial, con increíble cinismo, insiste en denominar la «retirada israelí de la Franja de Gaza», calificándola de positiva. Esa sangrienta comedia merecería otro nombre y otra calificación, pues se trata de desmantelar una docena de pequeños y modernos asentamientos (unas decenas de personas, fanáticas religiosas o no, pero en cualquier caso mercenarias del sionismo) para «legitimar» la presencia de los 250.000 colonos que ahora mismo están ilegalmente en Cisjordania. Israel pretende «desconectarse» de la Franja de Gaza, que constituye el 1.3% de la Palestina anterior a 1948, para garantizarse la ocupación de Cisjordania, que es 16 veces mayor. Por otro lado, la Franja de Gaza «desconectada» será aislada del mundo por tierra, mar y aire y convertida en una gigantesca e insufrible prisión a la intemperie, como van a serlo los siete o ocho similares enclaves palestinos en que se transformará Cisjordania. Cuando tal monstruosidad se haya consumado -el servilismo ominoso de Europa y demás países con algún poder frente a EE UU, hace temer lo peor, pues los palestinos solo cuentan con su dramática resistencia-, prevén que cientos de miles de palestinos terminarán por resignarse impotentes al exilio definitivo y al genocidio de su pueblo.

Entre muchos, palestinos y no palestinos, podemos desbaratar este siniestro plan genocida. Estamos obligados a intentarlo, por simple sentido de la justicia y la solidaridad humanas. Debemos y podemos llevar la denuncia del genocidio palestino a las calles y a los despachos y contrarrestar la vergonzosa labor de los medios de comunicación, empeñados a negar al pueblo palestino el derecho a la rebelión contra quienes le oprimen, expolian y matan.


Par : La Campana