Fue tras el 11-S de 2001 y la posterior guerra contra el terrorismo internacional (Afganistán e Irak) iniciada por EEUU con la ayuda de la mayoría de los países europeos, cuándo los ya de por sí importantes gastos militares de los diferentes países aliados de EEUU empezaron a aumentar de manera significativa. Así, EEUU lleva gastados en las guerras de Irak y Afganistán 1.1 billones de dólares. En Europa, no se llegó tan lejos, pero si se observan los presupuestos de defensa de los diferentes países estos aumentaron por encima de los PIB nacionales, con un promedio del 5% anual.

Las cosas cambiaron de golpe a mediados de 2009 con la llegada de la
grave crisis económica. Crisis que tuvo su principal causa en la falta
de regulación estatal del sistema financiero, pues permitió la emisión
de unos productos de alto riesgo basados en sistemas piramidales muy
especulativos, los found hedge, que unidos a una enorme burbuja
inflacionaria inmobiliaria hundió los créditos hipotecarios y de paso
las bolsas de todo el mundo. Pero también había otra causa, que pocos
analistas han señalado, que entre los diversos motivos de ésta

Las cosas cambiaron de golpe a mediados de 2009 con la llegada de la
grave crisis económica. Crisis que tuvo su principal causa en la falta
de regulación estatal del sistema financiero, pues permitió la emisión
de unos productos de alto riesgo basados en sistemas piramidales muy
especulativos, los found hedge, que unidos a una enorme burbuja
inflacionaria inmobiliaria hundió los créditos hipotecarios y de paso
las bolsas de todo el mundo. Pero también había otra causa, que pocos
analistas han señalado, que entre los diversos motivos de ésta
catástrofe económica que arrojó al paro y la exclusión a millones de
personas, acarreando más pobreza y miseria en todo el planeta, quizás la
guerra y su preparación también habían cumplido una importante función.

Es a partir de la llegada de la crisis que los estados europeos
empiezan a recortar el gasto militar para hacer frente a los déficits de
sus presupuestos. Observemos algunos casos.

Grecia, el país más militarizado de la UE, dedica un 3,6% del PIB a
gasto militar y ocupa el quinto lugar en el ranking mundial de
compradores de armas. Ahora, con la grave crisis económica que atraviesa
y para poder recibir ayudas de la UE, Grecia ha sido presionada para
que reduzca su déficit público. Entre las medidas anunciadas por el
gobierno, figuran recortes en el gasto militar, en concreto se reducirá l
billón € del presupuesto del Ministerio de Defensa de este año y, para
años sucesivos se continuará con recortes hasta rebajar el porcentaje
militar del PIB hasta un 1,7%. Entre los países afectados por la
reducción de inversiones en armas se encontraban Francia y Alemania, que
habían firmado recientemente importantes contratos con Grecia. En el
caso de Alemania, se habían contratado dos submarinos y había cuatro más
en negociación, con un coste final de 1,8 billones €. En el caso de
Francia, seis fragatas, helicópteros y aviones de combate Mirage y
Rafale por un importe de 3000.000.000 €. Ante la posible anulación de
los contratos, la reacción de los gobiernos de Angela Merkel y Nicolás
Sarkozy ha sido de presionar al gobierno griego para impedirlo, avisando
que podrían poner en peligro las ayudas de la UE para reflotar la
economía griega.

En España, en el presupuesto para el año 2011 se propone una
reducción de 1.000.000.000 de €, un ahorro del 7% respecto al año
anterior. Así como se prevé reducir en 3.000 soldados sus 134.000
efectivos. Pero lo más significativo, es que el gobierno español no ha
anulado ninguno de sus grandes proyectos industriales de armamentos en
los que debe invertir alrededor de 15.000.000.000 €, limitándose a
dilatar su realización para años posteriores. Lo cual significa
refinanciar los proyectos con las industrias militares y acabar pagando
más intereses, encareciendo el precio final de las armas.

El Reino Unido ha propuesto una reducción de 42.000 efectivos así
como reducir en un 8% su gasto militar, 3.600.000.000 libras en cuatro
años. Pero no anula la construcción prevista de dos nuevos portaaviones.
Para reducir su gasto en los proyectos de armamento nuclear, ha firmado
con Francia un acuerdo militar para compartir sus gastos y así poder
que ambos continuar con su desarrollo.

Alemania, aparentemente ha ido más lejos en la reducción de su gasto y
propuso disminuir en 70.000 soldados sus fuerzas armadas. Pero en
realidad, esto obedece al tránsito de un ejército de conscripción a uno
profesional. Con lo cual no se puede asegurar que al final el
presupuesto en defensa disminuya, sino que incluso puede acabar
aumentando.

Estos casos, hacen temer que a pesar de las reducciones anunciadas
por los diferentes gobiernos, es que todas ellas obedecen a la coyuntura
actual de la crisis, y no ve en las decisiones adoptadas, voluntad
alguna de abordar el problema de fondo que subyace tras el gasto
militar, que no es otro que la ineficiencia para la economía productiva.

Una cuestión que se acepta de manera generalizada desde el ámbito
político y económico más ortodoxo, es que el aumento de recursos
destinado a gasto militar es una inversión productiva en términos de
eficiencia económica. Falso, el gasto militar entorpece el crecimiento
de la economía productiva. De una parte, porque genera endeudamiento
público, el cual comporta inflación al impedir que se generen ingresos
en las arcas públicas. Por otra, porque impide que recursos monetarios,
de bienes de equipo, de conocimientos tecnológicos y de mano de obra
improductiva que consumen los ejércitos y la producción de armamentos,
destinados al sector civil generaría mayores beneficios, a través de los
denominados “costes de oportunidad”. Además, los productos civiles
facilitan el intercambio de bienes en los mercados, lo cual no ocurre
con los armamentos, pues no se rigen por las leyes del mercado, ya que
son adquiridos directamente por los estados sin entrar en los circuitos
de intercambio. Recordemos que las industrias militares tienen un trato
de favor por parte de los estados. Esta dependencia empuja a las
empresas a no ejercer control sobre los costes del precio final del
arma, no produciendo economías de escala y encareciendo el precio final
del arma, que sea cual sea su coste acabará siendo igualmente adquirida
por el estado. Hecho que convierte a las industrias de guerra en
parásitos de la economía real.

La crisis económica actual es una oportunidad para los gobiernos para
encontrar soluciones socialmente progresistas a la crisis. Una de
ellas, entre otras posibles, sería reducir recursos del gasto militar
para destinarlos a la economía realmente productiva, aquella que está
ligada al desarrollo humano, a través de la salud, la educación y el
crecimiento económico. Por ejemplo, sólo haría falta anular algunos de
los gastos militares más inútiles, sobre todo los destinados a
inversiones en nuevos armamentos para hacer frente al déficit público de
los estados así como para crear ocupación.

Pere Ortega es Coordinador del Centre d’Estudis per la Pau JM. Delàs

Publicado en Noticias de los especuladores de la guerra, Diciembre de 2010, No. 27

Internacional de Resistentes a la Guerra