Editorial del último número del semanrio anarquista pontevedrés La Campana (III Epoca - nº 22, del 30.05.2005) sobre la victoria del "No" en el referéndum francés.

Editorial del último número del semanrio anarquista pontevedrés La Campana (III Epoca – nº 22, del 30.05.2005) sobre la victoria del «No» en el referéndum francés.

Tal y como venían anunciando diferentes encuestas y sondeos, este domingo, ha ganado el «No» en el referéndum francés sobre la Constitución europea. La ventaja del «No» sobre el Sí fue rotunda. Desde hoy en adelante, cada cual de los que promovieron en Francia la participación y el voto «No» harán su lectura particular del exitoso resultado obtenido.
No obstante, ¿Puede representar de algún modo ese «No» -o quienes lo gestionen políticamente- nuestra voluntad transformadora del mundo y la sociedad, hacia nuestro ideal de solidaridad y libertad ? ¿Cuál puede ser el impacto concreto y real de la victoria del «No» en Francia frente a nuestro declarado adversario, la Europa del Capital y los Estados, del Liberalismo y la Guerra, de las Fronteras y la Exclusión ?. Ninguno …
… Ninguno que afecte seriamente al inaceptable régimen económico dominante o a sus instituciones políticas y sociales más decisivas.

Ni siquiera será posible articular alrededor de ese «No» y de la participación política en los tinglados plebiscitarios o electorales, un movimiento social capaz de enfrentarse a semejante régimen y a sus lamentables burocracias. Como si lo sería, en cambio, hacerlo en torno a una movilización permanente, aintiautoritaria y finalista en pro de la justicia y el bienestar sociales, dirigida contra las imposiciones del liberalismo y el militarismo europeos. En torno a una movilización social que renuncie a delegar su decisión en aparatos políticos de ninguna clase y reconozca, en ella misma, la única fuerza emancipatoria y libertaria. En torno a una movilización dirigida contra las leyes de extranjerías escritas en función del mercado, contra las sucesivas reformas laborales, contra la desatención de la seguridad social, contra las privatizaciones de los servicios públicos y el destrucción del patrimonio público, contra los aparatos punitivos y de coerción social, contra la desolación ambiental y el estropeamiento del planeta, etc, etc.
Los victoriosos del «No» en Francia, al igual que los derrotados del «Sí», forman cohortes variopintas. En lo que afecta al «No», tanto la nebulosa izquierda plural (intraducible políticamente como unidad) y ciertos elementos del multiforme movimiento social alternativo, como la derecha atávica (esta sí más homogénea, al menos en sus intereses y retórica), tratarán de gestionar y hacerse a partir de hoy con la representación política de la parte de la masa votante que consideren les «pertenece y es suya». Y esta trifulca será más ruidosa cuando los prebostes europeos asuman la posibilidad de renegociar -¡entre ellos, otra vez !- el Tratado constitucional, por supuesto no en el aspecto sustantivo de poner en cuestión el sistema capitalista y la organización político democrático-representativa, cada día más divorciada de las poblaciones que la sufren y tristemente la sostienen.
Algunos políticos izquierdistas del «No» al Tratado, recalcitrantemente fieles al depresivo sistema político actual y permanentemente en las nubes, llegan a proponer «que los representantes políticos europeos se sienten en una mesa de nuevo y encuentren una nueva propuesta de constitución en torno a la cual sea posible reconstruir los consensos populares y ciudadanos sobre el proyecto de futuro de Europa». Otros, más realistas y académicos, afirman ahora, después de llamar a votar el «No», que «la alegría no puede ser, en cualquier caso, plena, tanto más cuanto que serán los partidarios del Tratado quienes, merced a planes que agotan todas las letras del alfabeto, se encarguen de gestionar el ‘No’. Consolémonos con la certificación de que al menos pasarán, eso sí, un mal rato y quedarán, como tantas veces, en evidencia».
La frivolidad que indican estas últimas palabras -en boca de quienes no dudaron en alentar la participación cómplice de los ciudadanos en las instituciones que labran su desgracia- no puede ocultar lo evidente. A saber, que nada importante estaba en juego con este referéndum del Tratado Constitucional. Nada nos iba ni nos va a los ciudadanos en estos tinglados, no siendo la formal legitimación por las «masas votantes» (del Sí o del No, de Este o de Aquél) de aquellas estructuras, instituciones y creencias a las que muchos, entre ellos los anarquistas, consideramos principales responsables de la desgraciada realidad actual, de los padecimientos, hambrunas y agonías de cientos de millones de personas o de las matanzas y las guerras.
Debemos precavernos los anarquistas de quienes al calor del «No» francés, arriman ascuas a una sardina ya quemada y podrida con perlas tales como : «en la conjunción en red de los sindicalistas de la CGT (francesa), el ala izquierda socialista (Fabius ha salvado de la quema al Partido Socialista Francés), los comunistas curados de totalitarismo, los movimientos sociales surgidos al calor de la antiglobalización y la buena conciencia ciudadana hecha en las movilizaciones callejeras contra la guerra de Iraq, está a medio plazo la levadura de un nuevo tiempo político que lleva como seña de identidad la democracia de proximidad, participativa y solidaria. O sea, la acción directa» (¿¿¿¿ … ?).
Ante el resultado del plebiscito en Francia, la Europa del Capital que había optado por la formalización de un Tratado constitucional -con el fin explícito de legitimar formalmente su hegemonía actual y, al tiempo, impulsar la unidad política europea en la dirección adecuada, según sus intereses- se limitará a reajustar su proyecto político inmediato, atendiendo a la nueva circunstancia. Exactamente igual a como lo hacen cada vez que hay elecciones y ganan unos candidatos concretos, pues saben que gane quien gane lo que no está en cuestión son los pilares del orden social en el que ellos son los poderosos : La desigualdad económica, la opresión política y la fractura social. Nuestra exigencia como anarquistas es, precisamente, socavar esos pilares hasta derribar tan ignominioso edificio.


Par : La Campana