El pasado año se publico por la Federación Provincial de Sindicatos de la CGT de Álava, el libro de César M. Lorenzo "HORACIO PRIETO, MI PADRE"

El 29 de septiembre en Vitoria y el 30 en Bilbao, se hizo la presentación, contando con la participación del propio autor César, tristemente desaparecido en fecha posterior.

 

 

CAZARABET CONVERSA CON ANTONIO RIVERA, EDITOR DEL LIBRO DE CÉSAR M. LORENZO, HORACIO PRIETO. MI PADRE (Ikusager, Vitoria, 2015).

CAZARABET CONVERSA CON ANTONIO RIVERA, EDITOR DEL LIBRO DE CÉSAR M. LORENZO, HORACIO PRIETO. MI PADRE (Ikusager, Vitoria, 2015).

 

A comienzos del verano pasado salió de imprenta la edición en español del libro de César M. Lorenzo, Horacio Prieto. Mi padre, a cargo de la vitoriana editorial Ikusager. César visitó Vitoria y Bilbao en los últimos días de septiembre para presentar esa novedad. Disfrutó de unas buenas jornadas con los compañeros de la CGT que habían propiciado la edición. A su vuelta a Francia le enviamos las notas preparatorias de una Conversa, pero, lamentablemente, el 18 de octubre sufrió un derrame cerebral del que no logró sobrevivir. La entrevista sobre su libro la hemos mantenido entonces con Antonio Rivera, profesor de la Universidad del País Vasco, quien preparó la edición de esta versión en castellano de su original Horacio Prieto. Mon père (Editions Libertaires, Toulouse, 2012).

 

-Amigo Antonio, ¿cómo fue tu relación con César en el trabajo de preparación de este libro?

Pues la verdad es que César me parecía en la distancia una persona dura, muy seria y rigurosa, puntillosa en toda la labor que teníamos entre manos. Le mandaba versiones del texto traducidas y corregidas y él volvía a cuestionarnos cada coma. Fue por eso un trabajo laborioso, casi obsesivo para los dos y un tanto tenso. Pero luego, cuando apareció por la estación de Hendaya para venir a la presentación, comprobé que, a pesar de su excelente castellano, la comunicación no directa era culpable de todo ello, y encontré un hombre afable, incluso cariñoso, agradecido por el esfuerzo que hacíamos y con gran vitalidad. Es el buen recuerdo que me queda de César.

-Escribir un libro sobre tu padre, siendo este además una figura dentro de un movimiento como la CNT, tiene que entrañar gran dificultad. Evitar el seguidismo filial o aparentar justo lo contrario pueden ser extremos negativos, tanto uno como otro, pero respuestas casi inevitables ante un reto de ese calibre…

Sí, y pensé que algo de eso había. César ya había escrito indirectamente de Horacio M. Prieto en su conocido libro de la mítica editorial Ruedo Ibérico, Los anarquistas españoles y el poder (1969), la obra que ya le había proporcionado alguna fama. Pero ahora se trataba de una biografía específica. Además, un libro doble, porque en su primera parte es una biografía de su padre y en la segunda es, por un lado, una exposición de las relaciones personales padre-hijo, un asunto complejo y chirriante (incluso extendida a la relación mutua con su mujer y su madre), y, por otro, una controversia intelectual entre las tesis de Horacio y cómo las apreciaba César, teniendo en cuenta la diferencia de casi medio siglo entre su formulación inicial y la crítica de este.

Pues bien, yo creo que sin intentar disimular ni parecer, el sentido tan profesional como investigador de César, aparte de una relación paterno-filial no fácil, dan lugar a una mirada del padre en absoluto complaciente, ni en lo afectivo ni en lo político. Sin embargo –esto me lo hizo ver Ernesto Santolaya, el editor de Ikusager-, ello escondía una expresión de cariño malgré tout. Es una perspectiva interesante, quizás hasta sicológica, pero de la que se beneficia el libro de historia al abordarse al personaje con una distancia y objetividad por la que no nos preguntaríamos de no saber que se trataba de su hijo.

Ello no obsta para que toda la obra de César haya sido tachada por parte de espíritus bastante sectarios dentro del anarquismo como justificativa de las posiciones de su padre. Creo que no es una crítica justa. César, sin compartir las tesis de Horacio, sí que coincide en un hecho esencial que nos debiera hacer reflexionar: el anarquismo, menos que cualquier otra filosofía, no puede ser doctrinario, no debe verse limitado por recetas de un tiempo cuando las circunstancias han cambiado. Esto lo tenía claro Horacio –lo resumía en su frase: “Si el Movimiento Libertario no quiere vencer, no vale la pena que exista”- y coincidía en ello César.

-César también había militado en grupos libertarios franceses, ¿no?

Así es. No abundamos en ello en las conversaciones, ni él lo señalaba como una característica suya esencial, pero sí, participaba del pensamiento de su padre y ello le convertía en un magnífico observador y analista de sus propuestas, claramente heterodoxas, dentro de ese campo político.

-Claro que la distancia generacional les separaba…

Efectivamente. Se nota bien en la parte final del libro, en la controversia intelectual entre uno y otro. Muchas propuestas de Horacio ya se habían visto cumplidas por la evolución de la política y de la sociedad en la Francia que vivía César. A la vez, diferentes formulaciones que eran muy singulares en los años cuarenta o cincuenta cobraban otro tono en los sesenta o setenta conforme se iba moviendo todo el espectro ideológico. César es mucho más “moderno” que su padre, como es lógico, pero la carga filosófica de las reflexiones de Horacio hace que estas retengan un carácter de permanencia en el tiempo cuando se va a lo profundo y no a la formulación más literal. Por ejemplo, qué tipo de relación debe tener el anarquismo con otros grupos y qué valoración de la política, incluso partidaria, cuando no es una formación mayoritaria y tiene que competir y compartir con los demás. Una pregunta que era ociosa (además de peligrosa, disolvente) para los ortodoxos, que seguían con la cabeza aún en los meses de revolución de 1936, cuando la CNT llegó a ser indiscutiblemente hegemónica en diversas regiones españolas.

-¿Por qué crees que decidió, y cuándo, escribir la biografía de su padre?

Lo dice al comienzo del libro: porque constituía una anomalía que el hombre que había representado a la CNT en los momentos más cruciales de la historia de esa organización, justo en los meses antes del verano del 36 (congreso de Zaragoza de mayo, reunificación de la CNT, victoria del Frente Popular) y justo en los meses después (entrada en el gobierno de ministros cenetistas, militarización de las milicias, organización coordinada de la economía de las colectivizaciones y zona republicana), no tuviera una biografía aún. Porque era injusto que solo por no haberse sometido a la ortodoxia del anarquismo del exilio se le negara el conocimiento y recuerdo a que tenía derecho. Era el único gran personaje de la CNT de los años treinta sin una biografía escrita.

-Hay biografías autorizadas y no autorizadas. ¿Crees que esta biografía la habría autorizado el padre, Horacio Prieto? Lo pregunto más allá de mirar a Horacio como padre; haciéndolo desde su perspectiva de anarquista.

Creo que coincidirían las dos dimensiones, la personal y la política. El retrato de Horacio que hace César es de un personaje de gran dureza, retraído, distante, con algunas dificultades para las relaciones sociales. Quizás ello le hubiera llevado a negarse a cualquier tipo de biografía, por parte de su hijo o de cualquier otra persona. Pero a la vez esconde una gran consideración de sí mismo, de su condición de líder, de haber sido elegido para decir y proponer lo que nadie se atrevía a plantear. Desde ese punto de vista, como tantos otros, sería un falso humilde que estaría deseando ver plasmados por escrito sus pensamientos y vivencias, convencido de la transcendencia de estos más allá de su propia existencia física. Al fin y al cabo, como decía antes, Horacio estaba en plena forma cuando sale el libro de Los anarquistas españoles y el poder, y habla mucho de él, pero no tengo noticias de que recusara ese texto.

-El anarquismo, a veces, se confunde con calificativos como “desorden”, pero Horacio Prieto era todo lo contrario: riguroso, estricto. ¿Cómo lo ves?

Era casi un calvinista. Educado en la pobreza más misérrima no se permitía un capricho. Y en lo que hace al trabajo, aparece como pensador y escritor incansable, sin límites en cuanto a tiempo, dedicación, temas y curiosidad. Pero es un carácter muy habitual en este tipo de personajes. Incluso mucho más habitual entre los libertarios, conscientes de que el juez de sus actos no es otro que uno mismo y por eso más exigentes con su conducta que cualquier otro. El puritanismo en los comportamientos es muy típico en ellos.

-Sí, Cesar lo define como “exento de espíritu sectario”, librepensador…

Mira el detalle del rechazo a imponer su ideología a los hijos aprovechando la ventaja de edad y autoridad. El padre de Horacio era uno de los escasos anarquistas del Bilbao de principios del siglo XX. Pues parece que nunca le habló de anarquismo; de hecho, su primer carné fue de la UGT. Fue Horacio el que llegó a esa ideología por su cuenta. Pues bien, la relación de Horacio y de César es la misma, y no hay tarea paternal de adoctrinamiento. De nuevo una práctica muy libertaria, impensable en otro tipo de culturas políticas.

-Y eso mismo le lleva a superar los límites de la ortodoxia libertaria…

Claro. Hasta 1932 Horacio es la simple consecuencia de su niñez y juventud. Es un rebelde, violento, enragé, casi nihilista. La miseria familiar, la ignorancia, la violencia social del Bilbao de entonces no le deja otro camino. Tiran de pistola para la causa o para ellos, sin advertir límites. Pero tras algunas experiencias más amplias –el exilio en París durante la dictadura de Primo de Rivera y antes el desastre de la intentona de Vera de Bidasoa- Horacio empieza a darse cuenta de que solo con eso no se cambia nada, que de rebelde ha de pasar a revolucionario. Ahí se politiza, se da cuenta de que la cosa es más compleja. Llega incluso a ser captado por los entornos comunistas, que lo llevan de tournée por la Rusia soviética, pero él los rechaza pronto al advertir su carácter autoritario. En ese momento crucial en la República propone por escrito fórmulas políticas, definir un programa de actuación que guíe los pasos de la CNT. Eso le coloca rápido lejos de la simpatía de su entorno confederal vasco que, como minoritario que es en zona socialista, se caracteriza por su ortodoxia y su antiprogramismo. Luego vendrán sus decisiones antes y durante la guerra civil y la revolución, ya como secretario nacional de la CNT…

-Y luego esa propuesta suya del partido libertario…

Sí, ahí llega ya al extremo de lo aceptable por parte del anarquismo. Además, formulado en una época no excepcional, en la “normalidad” del exilio.

-Es una propuesta al menos compleja, igual hasta contradictoria…

Y él lo sabe. Es consciente. Pero insiste siempre en que no se trata de coquetear con la política o prestarse a su juego, como había hecho, por ejemplo, Pestaña con su Partido Sindicalista o luego sus seguidores en el interior franquista acercándose a socialistas o a los monárquicos como vía para derrocar al dictador. O incluso los anarquistas puros aceptando ser representados en la República o valerse de partidos pequeños federales o catalanistas para trasladar sus propuestas al terreno político. Él rechazó radicalmente todo eso. Su tesis es que la CNT y el Movimiento Libertario debían tener posición política, ser conscientes de que la política está ahí y que es el terreno donde se dilucida la relación de poder entre las diferentes fuerzas políticas y sociales. Que estar al margen de ello simplemente te aísla, te hace desaparecer, hace que la gran fuerza que puedas tener en un momento dado no sirva para nada, no sea capaz de hacerse práctica.

Para eso propone un partido político que represente al anarquismo, pero concebido como una pieza más del Movimiento Libertario, con su CNT independiente por completo, su FAI como agitadora y específica anarquista, sus juventudes, sus grupos de mujeres, etcétera. Sería llevar a sus últimas consecuencias la especialización que el Movimiento Libertario ya había aceptado en todos los ámbitos de intervención social… menos en el político. Era una concepción del partido al servicio del MLE o, en concreto, de la CNT. En el fondo late una cierta concepción “laborista”, del partido como instrumento o emanación de un cuerpo social amplio y de masas como es el sindicato (o el Movimiento Libertario en toda su extensión).

-Pero todo resultó un fracaso…

Sí. Ni siquiera sus ideas encontraron eco en sus entornos, más allá de sus adeptos más acérrimos. Además, el exilio era un pésimo escenario y tiempo. Los ortodoxos de la Montseny podían “resistir” años y años con su purismo hasta que el dictador se muriera él solo, como ocurrió. Las nuevas generaciones o se integraban en movimientos en Francia (u otros países) o hacían sus pinitos violentos (también rechazados por los Prieto). En el “interior”, donde tenía sus partidarios Horacio, su idea de partido no tenía ninguna aplicación ni suponía ninguna ventaja. Solo lo hubiera supuesto la idea de partido como estructura vertical y cerrada, más resistente a los zarpazos de la dictadura y mejor adaptado a la clandestinidad, como hizo el PCE. Pero eso sí que hubiera distorsionado por completo el carácter libertario de esos grupos, sí que hubiera constituido un oxímoron: libertario a la vez que autoritario, democracia directa y centralismo democrático. Imposible. Bueno, ni siquiera ocurrió.

-Pero fue suficiente como para convertirle en un apestado dentro de ese exilio anarquista.

Efectivamente. Por eso su agonía personal. Veía que sus propuestas no iban a ningún sitio. Incluso peor: veía cómo la aplicación colateral de algunas de sus reflexiones por parte de sus partidarios les llevaba a posiciones de colaboración que él rechazaba radicalmente. En ese punto, insiste varias veces, prefería la irrelevancia y pereza reflexiva de los ortodoxos a la deriva irresponsable de los “políticos”, de los suyos o más cercanos. Al final, de alguna manera, se quedó solo.

-Además el exilio no es el mejor escenario para esa decepción personal y política.

La vida anterior de Horacio había sido de una dureza extrema, pero el exilio no lo mejoró. Incluso cuando llega a ser ministro de la República en el exilio, ello le mantiene en unas carencias que la descripción que hace César pone los pelos de punta. Ello afectó mucho a la vida familiar y a las propias relaciones con los compañeros. Primero encontraron los campos de refugiados y las playas con alambradas, luego el confinamiento en localidades concretas, luego la guerra mundial y tener que trabajar indirectamente para los nazis, después la penuria económica, para terminar en el repudio y la soledad cuando las cosas podían haber ido mejor. Algo terrible.

-Terminamos, Antonio. ¿Te parece que este libro puede aportarnos algo a la gente de hoy en día en este país?

Estoy convencido. Primero, porque la historia lo merece. Es un relato de vida de un individuo y de un tiempo que nos habla de dos cosas: la dureza de condiciones de aquellos años, tanto de condiciones de vida como de condiciones en las que tenían lugar el combate y la competición políticas, y la capacidad de superación de las personas, enfrentándose a las adversidades y, sobre todo, superando el destino, el rumbo fatal a que les condenaba la pobreza y la ignorancia. La de Horacio es una historia de superación, de cómo ser un miserable y terminar como secretario de una organización de masas, de cómo ser un ignorante escasamente formado y terminar manejándose en cuatro o cinco idiomas, por ejemplo. Luego, porque rompe un montón de lugares comunes y de paparruchas en las que se sostiene la memoria (más que la historia) que tenemos de la República, la guerra civil, las organizaciones obreras, el exilio, sus dirigentes, la vida íntima de aquellas gentes, etcétera. Eran seres humanos, no eran dioses ni tipos impolutos; eran como nosotros. Y, en tercer lugar, porque más allá de sus recetas concretas y más allá de lo que nos parezcan, Horacio enfrentó al anarquismo con el límite al que nunca ha querido llegar este: ¿qué tienes que hacer y cambiar cuando estás en la posibilidad de triunfar y hacer realidad tu utopía?, ¿qué tiene que hacer el anarquismo y qué cosas tiene que cambiar en su teoría y acción cuando deja de ser lo que casi siempre ha sido: un movimiento y una filosofía de resistencia? Esa pregunta es muy seria y pocos como Horacio la abordaron con tanta decisión. Solo por eso ya merece leerlo y conocer de sus reflexiones.


Fuente: CGT-Vitoria