En estos momentos decisivos para la sociedad española, quizás los más graves desde la guerra civil, hay dos maneras de enfrentarse al problema desde posiciones de izquierda. Siempre teniendo muy presente que la crisis en España tiene puntos comunes con la crisis mundial, pero también su propia especificidad, fruto de su propia historia de dominación oligárquica del capital, el trono y el altar 

Una de las formas de abordarla es la que ya ensaya la izquierda nominal, la falsa izquierda, esa que jamás se plantea derogar el sistema vigente porque vive de él. La que intenta centrar la ofensiva en derribar a la derecha caverna del PP en el poder, perdonando la traición del PSOE a través de alianzas coyunturales en el Parlamento y pactos en algunos gobiernos como Andalucía y Asturias. 

Una de las formas de abordarla es la que ya ensaya la izquierda nominal, la falsa izquierda, esa que jamás se plantea derogar el sistema vigente porque vive de él. La que intenta centrar la ofensiva en derribar a la derecha caverna del PP en el poder, perdonando la traición del PSOE a través de alianzas coyunturales en el Parlamento y pactos en algunos gobiernos como Andalucía y Asturias. 

Esta propuesta es la que promueve, con sus luces y sus sombras, la actual dirección de Izquierda Unida IU), y busca su justificación en la lógica claudicante del “no se puede hacer otra cosa”. Encubre un intento de descargo de conciencia para asumir resignadamente los ajustes económicos y recortes sociales brutales que demandan los mercados. 

En esta pinza, PSOE e IU comparten un secreto: su involucración en el aparato del Estado (están en el poder autonómico) y en las instituciones (como los consejos de dirección de las cajas de ahorros y empresas financieras tipo Bankia), clave de su escasa diligencia y oscurantismo a la hora del ajuste de cuentas por los multimillonarios desfalcos producidos en esas entidades de teórico “servicio público”.  

Además, al levantar la bandera de una nueva permisibilidad que soslaya el riesgo moral, dando otra oportunidad al latrocinio de los que mandan, se pone la primera piedra para la refundación bumerán del modelo que nos ha llevado a la ruina económica, política y moral. Con la excusa de “no había otra opción” volvemos a las andadas: a la cultura del ladrillo, el pesebrismo y la mangancia. 

Como prueba ahí están las negativa del PP y el PSOE (Rubalcaba ha rectificado a rastras de los acontecimientos) a la hora de exigir responsabilidades por la crisis de los bankers, y los ecocidas megaplanes de urbanización aprobados en zonas protegidas, como Tarifa, para “poner en valor” (así llaman al expolio del medio ambiente) los recursos naturales. 

La otra opción, radical y democrática, consiste en aprender del pasado, denunciar a las cúpulas de ese nautilos de la resignación, para evitar que de nuevo engañen a la buena gente. Y así caminar con lo mejor de su militancia a fin de confluir en un gran movimiento popular de rechazo que facilite una ruptura democrática en el convencimiento de que “sí se puede”. 

Este frente común en la diversidad anticapitalista exige altura de miras, inteligencia colectiva y sacrificios por parte de todos aquellos que llevan un mundo nuevo en sus corazones: la izquierda plural, los sindicatos verdaderamente representativos, los movimientos sociales, el 15-M y el mundo libertario. 

Si el capitalismo ha sido definido como una continua destrucción creadora, la ruptura democrática hacia la emancipación política, económica y social en España pasa por des-hacer los códigos de la transición y afirmarnos en la lucha democrática junto al movimiento global de respuesta a la Europa de los Mercados.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid