La lucha de la Mujer, común a todos los tiempos, es ser visible para una sociedad que sólo se esfuerza en verla sobre declaraciones de principios escritas en papel mojado. Las Constituciones, las Leyes, los Convenios, todos hacen referencia a la igualdad entre hombres y mujeres para luego, en realidad, saltarse todos esos principios.

Que somos distintas es obvio, pero no se nos considera iguales. Se nos está faltando al respeto continuamente, sobre todo si queremos advertir que estamos aquí, vivas, luchando por tener las mismas oportunidades y derechos que aquéllas otras personas que siempre tuvieron la libertad de actuar y de elegir. Luchando por la equidad.

Que somos distintas es obvio, pero no se nos considera iguales. Se nos está faltando al respeto continuamente, sobre todo si queremos advertir que estamos aquí, vivas, luchando por tener las mismas oportunidades y derechos que aquéllas otras personas que siempre tuvieron la libertad de actuar y de elegir. Luchando por la equidad.

Se nos paga menos salario por el mismo trabajo, y para que no se pueda protestar se inventan un plus de “encargado” que siempre es para el hombre, qué casualidad. Se rechaza un cerebro en publicidad porque ha tenido la mala idea de tener una criatura, eso va a causar muchos problemas, ya no querrá estar a nuestra libre disposición. Se le niega un puesto de trabajo a una experta en electrónica porque la fábrica no tiene lavabo de chicas. Hay legiones de padres que salen de casa a las tres de la mañana para recoger a “su niña” de la discoteca, no le vaya a pasar algo malo (qué poquito confían en su propio sexo). El Diccionario está repleto de ejemplos discriminatorios en cuanto a la consideración de la mujer ante una misma situación o una misma palabra.

Si ya desde el lenguaje se nos falta al respeto como personas, mal podremos hacernos valer si consentimos que esto ocurra. El manual sobre el lenguaje no sexista que tanta zozobra ha causado en algún co-afiliado (lo siento, no puedo llamarle compañero) es una forma de reivindicar y visibilizar nuestra presencia en la sociedad, y de educar en el respeto. Las mujeres estamos en todos los ámbitos laborales, sociales y culturales, al menos en este país supuestamente desarrollado y democrático en que vivimos, y no como “sustitutos del hombre en períodos revolucionarios” que es donde sólo ve “necesaria la igualdad” el susodicho co-afiliado.

A las mujeres se nos ha intentado apartar de todo lugar de poder e incluso de trabajo, más aún con la crisis, con esa excusa hacen todo lo posible para que la mujer vuelva a relegarse al papel exclusivo de los cuidados, despreciando sus capacidades y potenciales. No queremos que eso ocurra, como tampoco podemos olvidar el pasado tan reciente en el que a las feministas se nos acusaba de radicales… ¿pero cómo no ser radical en plena dictadura franquista? Hace sólo 35 años las mujeres no podían trabajar sin permiso del marido, padre o hermano que las tutelara. No podían viajar solas, ni abrir una cuenta bancaria donde disponer su remuneración si la tenían. Aún más grave todavía, no podían tener la patria potestad de los hijos que ellas mismas parían, y algunos se los robaban. La violación no se consideraba ningún delito, como mucho era una falta civil y eso si se conseguía probar que decir NO significa exactamente eso, NO. Esto ha afectado a todas nuestras madres y a muchas de nosotras. Éramos un cero a la izquierda, y por eso nos organizábamos y luchábamos.

Hoy en día, en este siglo XXI, todavía las Leyes, Convenios y Constituciones siguen incumpliéndose y la sociedad sigue mirando con condescendencia a las que seguimos tomando el empeño de hacernos ver. Luchamos por nuestro lugar con la memoria del anterior, adjudicado y no deseado. Y sabemos que la revolución la tenemos día a día, en casa y a pie de calle.

¿Acaso no es acción revolucionaria luchar por la igualdad salarial? ¿No es acción enfrentarse cada día a unas normas excluyentes? ¿No es acción gritar No a la violencia sobre las mujeres por razón de sexo? ¿No es acción defender tener las mismas oportunidades de desarrollo que los hombres? ¿No es acción pretender una corresponsabilidad del hombre en todas las cuestiones de la vida?

Me parece que las que viven en el lado peligroso de la vida son las mujeres, aquí y en la isla más remota del planeta, y siempre por la actitud enfrentada y violenta de los hombres, con sus leyes y sus comportamientos, hechos por y para el hombre, porque vivimos en una sociedad patriarcal que educa en desigualdad, no lo olvidemos. Una sociedad que sigue ejerciendo una violencia, a veces sutil y callada, otras violenta hasta la muerte, sobre las mujeres sin distinción de nivel social, edad, raza o credo, sólo por el hecho de haber nacido hembras.

Concluimos entonces que el peligro mayor para la mujer es la no consideración de sus congéneres, la falta de respeto como seres humanos, porque nos adjudican por razón de sexo un papel que nos constriñe y nos impide avanzar libremente.

Nosotras sólo queremos ser visibles, e incluyentes, y por eso queremos transformar la sociedad desde el pensamiento individual, en paz y libertad, sin miedo, sin muertes, sin necesitar gritar para que nos oigan. ¿Tanto molesta que nos organicemos para ello? ¿tanto molesta que se hable de nosotras? No os vamos a quitar nada, no queremos repetir actitudes propias de un pensamiento sólo masculino. Queremos haceros ver otra forma de construir, desde la equidad y el respeto; por fortuna somos diferentes y podemos dialogar enriqueciéndonos todas (las personas) con nuestra diversidad.

Las mujeres nos hemos cuestionado siempre nuestro papel en la sociedad porque está injustamente adjudicado. Ya es hora de que los hombres se cuestionen el suyo, y como única forma de hacer, se informen primero para después opinar sobre lo que hacemos nosotras y para qué nos unimos.

Elena Arbex Benavides

Universidad de Zaragoza


Fuente: Elena Arbex Benavides