El diccionario de la real academia define la anarquía en tres acepciones (Del gr. ἀναρχία).

1. f. Ausencia de poder público.

2. f. Desconcierto, incoherencia, barullo.

3. f. anarquismo (‖ doctrina que propugna la supresión del Estado).

Es
evidente que los anarquistas estarán muy de acuerdo con la tercera
de esta acepciones, ya que el Estado ha sido el instrumento de
dominación que los de arriba (seas del color y de la época que sea)
han utilizado para dominar a los de abajo. Y es así porque todo
aquel que tiene poder, curiosamente siempre, se coloca por encima del

Es
evidente que los anarquistas estarán muy de acuerdo con la tercera
de esta acepciones, ya que el Estado ha sido el instrumento de
dominación que los de arriba (seas del color y de la época que sea)
han utilizado para dominar a los de abajo. Y es así porque todo
aquel que tiene poder, curiosamente siempre, se coloca por encima del
común de sus vecinos o conciudadanos. En cualquier evento civil,
religioso o castrense se observa, sin que quede suficientemente
justificado el por qué, este fenómeno. Por ello algo hay de verdad
en la primera acepción, ya que si de personas libres e iguales se
trata no tiene sentido un poder coercitivo en manos de alguien que
pretenda imponerlo a los demás. Por lo tanto la primera y la tercera
acepción vienen en definitiva a decir lo mismo.

Igualmente
es evidente que los anarquistas no aceptarán de ninguna forma la
segunda acepción ya que la anarquía, para quienes en ella creen,
es orden perfecto, orden natural de las cosas y relaciones humanas.
La persona que aspira a ser anarquista rechaza el desconcierto, la
incoherencia o el barullo, ya que en nada contribuyen a la creación
de relaciones humanas libres e iguales. Nada se puede construir desde
esa situación de “desorden”, precisamente cuando la suma de
voluntades exige la más exquisita de las coherencias y conciertos.
Las colectividades, obra de anarquistas, se sustentaban en la libre
adhesión de quienes colectivamente habían decidido planificar (nada
de barullo), de manera racional y técnica, no sólo la producción
de bienes, sino, y esto es muy importante, el consumo de los mismos.
Porque no es posible la primera sin el segundo, de suerte que en
estos críticos momentos al faltar consumo quiebran las empresas que
producen.

Los
anarquistas propugnan como forma de organización social el
anarquismo, que siguiendo a la real academia
es un movimiento social que pretende la
eliminación
de todo poder que constriña la libertad individual. No obstante hay
que concretar que la libertad de cada persona está siempre limitada
por la libertad de los demás y que es en ella donde se concentra la
esencia de la anarquía. Entendida como una facultad de elegir
limitada precisamente por el esencial respeto a la persona y libertad
de los demás. Es una libertad profundamente ética y social, nada
parecido a lo que se ha entendido por “libertad” burguesa,
individual, caprichosa y egoísta. Precisamente el interés de los
poderosos que a lo largo de la historia han vivido del pueblo, ha
conferido a la anarquía este calificativo de desorden incoherente.
Uno de sus objetivos ha sido ocultar la enorme grandeza de la
anarquía a todos los pueblos, creando el miedo al “caos” para
legitimar el “orden”, su orden injusto y manipulativo.

Por
ello todas aquellas personas que crean sinceramente en su capacidad
para ser libres e iguales, son anarquistas, aunque no lo sepan o
incluso les suene mal esta hermosa palabra cargada de futuro para la
humanidad.

Rafael Fenoy Rico