Tras 40 años de democracia orgánica, la misma elite que parió y rentabilizó aquel engendro echa ahora las campanas al vuelo para celebrar otros 30 años de las primeras elecciones democráticas. Cosas de la España lampedusiana, donde siempre cambia algo para que lo fundamental siga igual. Como si esa tropa, viniendo de la hez de donde venía, hubiera inventado la pólvora y la rueda al mismo tiempo. No son alquimistas de la política, sino transformistas, trileros y ventrílocuos.

Tras 40 años de democracia orgánica, la misma elite que parió y rentabilizó aquel engendro echa ahora las campanas al vuelo para celebrar otros 30 años de las primeras elecciones democráticas. Cosas de la España lampedusiana, donde siempre cambia algo para que lo fundamental siga igual. Como si esa tropa, viniendo de la hez de donde venía, hubiera inventado la pólvora y la rueda al mismo tiempo. No son alquimistas de la política, sino transformistas, trileros y ventrílocuos.

Mienten porque pueden y pueden porque siguen en el machito. Ni son las primeras elecciones, afortunadamente entre siglos de dictaduras hubo un respiro de democracia en la I y la II República, ni son democráticas. Salvo que a un proceso electoral realizado bajo el fantasma de otra guerra civil, la mirada atenta del partido militar y hurtando el derecho a decidir sobre el modelo de Estado lo llamen democracia. Y ciertamente lo llaman democracia pero no lo es, como gritaba la gente años atrás cuando el malo era Aznar y sus mariachis. Porque está precocinada a la monárquica manera ; no tiene legitimidad de origen.

Aunque, no hay mal que por bien no venga. Lo mejor de estas conmemoraciones es que a algunos se les afloja la húmeda y se les espabila la calavera. Creen que ya no hay testigos y se desinhiben. Por eso hoy sabemos que la ley electoral de esa “primera democracia” canónica se hizo para ningunear a todo lo que estuviera a la izquierda del PSOE (Herrero de Miñón dixit en el programa “La Ventana”, de la SER) y que desde el postfranquismo redivivo bajo las siglas de UCD se financió a los socialistas de Felipe González frente al PSOE histórico, para aventajar en la campaña a sus contrincantes (Leopoldo Calvo Sotelo dixit en El Mundo).

En tal clima de gozosa recuperación del consenso (“una forma carísima de organizar la irresponsabilidad”, según Thomas Darnstädt), no es extraño que además se predique la concesión del Toisón de Oro a Adolfo Suárez (una distinción estrictamente privada reconocida oficialmente para un hombre publico, un ex presidente). Otra impostura, como esos senadores de “designación real” que ayudaron a simular un Senado medianamente potable en “las primeras elecciones democráticas”. Uno tenía entendido que Suárez dimitió, dando paso al 23-F, porque altos mandos del Ejército le sacaron una pistola en el receso de una entrevista con el Rey en La Zarzuela. Debe ser tradición de la casa. Es leyenda que cuando a Franco se le preguntó si a un valiente pero díscolo oficial se le debía condecorar o se fusilar, contesto : “primero se le fusila y luego se le condecora”.

El Reino de España saca pecho, ya que en el 2003 los fastos revistos para conmemorar el 25 aniversario de la Constitución se fueron al garete por el súbito salpullido republicano que azotó al país. Cuatro años después es la hora de la revancha y el botafumeiro. Para algo Antena 3 y los cortesanos de rigor han elegido al Rey Juan Carlos I el personaje más grande la historia de España. Y decididos a ponerse estupendos, hasta se concede el Premio Príncipe de Asturias de las Artes a Bob Dylan.
¡Tiene bemoles la cosa ! La institución clave del aparato de propaganda de la Casa Real premiando al bardo de la contracultura universal. “Faro de una generación que soñó cambiar el mundo”, ha dicho de él ponderando el galardón el portavoz de la Fundación, José Lladó, un ex procurador franquista cabeza de fila del gotha petrolero que controla el Patronato del Príncipe de Asturias. El mismo o parecido clan que sufragó el lujoso yate Fortuna al Rey Juan Carlos.

Claro que de casta viene le viene al galgo. En el 2005, el premio Príncipe de Asturias a la Concordia se concedió a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, las monjas elegidas por Franco para vigilar y castigar a las reclusas de la dictadura. Una metáfora, en fin, de un régimen forzado a la democracia como bandera de conveniencia que 30 años después sigue basando su existencia en sepultar la memoria social que denunciaba su estirpe liberticida.


Fuente: Rafael Cid