La conclusión del “caso Haidar” arroja luces y sombras deslumbrantes. Ante la opinión pública nacional e internacional, ha ganado sin discusión Haidar y la causa del pueblo saharaui. Y sin duda para los propios saharauis la experiencia de ese mes largo en huelga de hambre llevada por la activista de derechos humanos representará un chute de autoestima.

La conclusión del “caso Haidar” arroja luces y sombras deslumbrantes. Ante la opinión pública nacional e internacional, ha ganado sin discusión Haidar y la causa del pueblo saharaui. Y sin duda para los propios saharauis la experiencia de ese mes largo en huelga de hambre llevada por la activista de derechos humanos representará un chute de autoestima.

También respecto a la opinión publicada, aunque en pentimento, porque una vez convertido en un asunto de Estado, los medios han seguido en lo sustancial las instrucciones que venían de arriba, consistentes en resaltar el lado humano de la heroica reivindicación dejando en un muy segundo plano las raíces históricas del pleito.

Y luego está la alta política, el derecho internacional, la diplomacia e incluso la estrategia del bloque occidental frente al tema. En este terreno los protagonistas cambian. Estados Unidos ha demostrado que sigue siendo el mandamás en el área, y a Hilary Clinton se debe el desbloqueo del contencioso, tras haber acordado con los enviados plenipotenciarios del Rey de Marruecos las líneas rojas insuperables del mismo. Convenido los límites de la acción retorno al Aaiún, el resto de los países han actuado de teloneros, especialmente la Unión Europea, que cediendo a presiones de Rabat a través de los socialistas españoles en la eurocámara fue totalmente incapaz de emitir una resolución de condena a Marruecos. Muy al contrario, demostrando su falta de autonomía en política exterior cuando afecta a áreas estratégicas, cambió la censura por la aprobación de nuevas y mejores concesiones a la exportación de productos hortofrutícolas y de pesca. Por cierto, en partidas competitivas con sus equivalente españolas.

Precisamente España ha sido la gran perdedora en este litigio. Ha demostrado que la deportación de Haidar se soportaba sobre un acuerdo tácito entre sus respectivas diplomacias. Ha sido incapaz de, una vez encendida la mecha (“Marruecos culpable, España responsable”, era el acertado eslogan de los manifestantes pro Haidar) reservarse el honor de ser ella quien le pusiera el broche feliz, capitalizando el desenlace ante la opinión pública. Lejos de ello, ha sido Sarkozy el hombre providencial capaz de hacer “rectificar” a Marruecos, mientras la aturdida diplomacia española se centraba en blindar ante cualquier percance político su inminente desembarco en la presidencia europea. Por eso, hizo mutis total cuando algunas voces pidieron la intervención del Rey Juan Carlos para interceder ante su augusto “primo”. Y es que desde Felipe II (así se las ponían a…), los monarcas sólo trabajan cuando el éxito está asegurado.

Pero, aparte del desastre político y diplomático que el vía crucis de Aminetu Haidar ha supuesto para el gobierno español, en la lógica castiza de que el que contamina paga, nuestra factura doméstica han sido cuantiosa. Al margen de que con el paso del tiempo tengamos la realidad de la parte sumergida del pacto tripartito, las concesiones de la UE a Marruecos y el inesperado aumento del contingente de tropas españolas en Afganistán, son sus dos más visibles prendas entregadas a la “caja de compensación” integrada por EEUU, Marruecos y Francia para saldar el contencioso De esta manera, se abunda en el nuevo paradigma inaugurado para salvar el crac económico : quienes provocan la crisis son indemnizados por sus damnificados.

Aunque sin duda, el varapalo mayor es el recibido por la democracia, el Estado de derecho y el sentido común. El gobierno español no sólo se fajó para abortar in extremis, por imposición de Rabat, una resolución a favor de Haidar en la UE sino que aceptó sumarse a una declaración final favorable a los intereses geopolíticos de Marruecos en su antigua colonia, contradiciendo en un plazo de 72 horas a lo dicho por el Parlamento soberano. Un caso más de la eterna pugna del Estado (y sus inconfesables razones) contra la Sociedad.

El martes la cámara de representantes había emitido un comunicado respaldando la huelga de hambre de la activista y el derecho del pueblo saharaui “al libre ejercicio de la autodeterminación mediante referéndum”. En la noche del jueves, sin embargo, el gobierno español dio a conocer otro en que podía leerse que el gesto de permitir el regreso de Haidar “honraría a Su Majestad el Rey de Marruecos (…) y pondría una vez más de manifiesto su compromiso con la democracia y la consolidación del Estado de Derecho”, afirmando que mientras se resuelve el contencioso “la Ley marroquí se aplica en el Sáhara Occidental”. Horas antes, el gobierno de Mohamed VI, marcando territorio, declaraba solemnemente que “Marruecos puede aceptar que Haidar regrese por razones humanitarias y sin concesiones”.

Como Alicia en el País de las Maravillas, la pregunta siempre es ¡¡Quién manda aquí !!

Rafael Cid