Lo que mal empieza suele acabar peor. Al patriótico grito de “pensiones, de entrada no”, remedo de aquella otra célebre arenga felipista “OTAN, de entrada no”, el líder de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, ha proclamado su abstención a la congelación de las pensiones para así asegurar su aprobación no dolosa por el Congreso.

Lo que mal empieza suele acabar peor. Al patriótico grito de “pensiones, de entrada no”, remedo de aquella otra célebre arenga felipista “OTAN, de entrada no”, el líder de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, ha proclamado su abstención a la congelación de las pensiones para así asegurar su aprobación no dolosa por el Congreso.

Y lo ha hecho “por sentido de la responsabilidad”, que según su peculiar deontología es creer que se trata de una media antisocial e injusta impuesta al gobierno por los mercados pero que no se debe revocar para evitar el ataque de esos mismos mercados, unos aliens que al parecen disfrutan devorando mojama de pensionista. Un curioso sentido de la “responsabilidad” que va a despejar el camino para reforma laboral regresiva que el Ejecutivo tiene en la recámara.

Desde que en 1993 Felipe González buscara el auxilio político de CiU para superar sus estrecheces parlamentarias, los nacionalistas catalanas han estado siempre disponibles para apuntalar al gobierno de turno por un precio módico. Parece estar en la naturaleza del partido bifronte de Mas & Duran ser el perejil de todos los guisos, se llamen socialista-obrero-español o popular-conservador. Y así, desde el belicoso Aznar hasta el taimado Zapatero, hablaran o no catalán en la intimidad, Convergencia y Unió ha sabido sacar provecho a su patriotismo de emergencia. Una conducta que alcanzó el nivel de probidad cuando el actual presidente Rodríguez Zapatero descabalgó a su amigo y padrino Pascual Maragall del Estatut y de paso de la Generalitat para promocionar las tesis de su rival en Catalunya, el muy honorable dirigente de CiU Arthur Mas, un zascandil que no terminaba de encontrar su sitio bajo el sol tras recibir el testigo del histórico Jordi Pujol.

Todo ese corretaje alcanzó su punto G durante la sesión parlamentaria para validar las medidas de ajuste propuestas por el gobierno socialista el pasado jueves 27 de abril. Situación única donde las haya, así se las ponían a Felipe II, porque tumbar esas contrarreformas antisociales estaba sólo en la mano de CiU, después de que todos los grupos parlamentarios (incluido CiU) anticiparan su “no” rotundo en esa decisiva votación mediante sendos pronunciamientos adversos en el Congreso y el Senado que dejaban al Ejecutivo al pie de los caballos con su “pensionazo”. Pero CiU no defraudó, como es tradición en la casa, proclamó alto y claro su abstención con la conciencia del deber cumplido y así facilitaron la pírrica aprobación del “tijeretazo” dictada por Moncloa.

En realidad, el nihil obstat de la derecha nacionalista catalana a la embestida perpetrada por el PSOE era una devolución de visita. Veinticuatro horas antes, Josep Antoni Duran i Lleida, la otra pata del banco que conforma el matrimonio de conveniencia que es CiU había logrado arrancar a Zapatero una fe de errores en el BOE que rectificara una disposición para congelar los créditos a largo plazo de las corporaciones locales. Lógicamente, al cortarse el grifo de la financiación en una jurisdicción política que tiene en puertas la celebración de elecciones para renovar sus consistorios se ponía en peligro la continuidad de las oligarquías que detentan el poder municipal, y ya se sabe que en tiempos de zozobra no conviene hacer mudanza.

Pero como la política hace extraños compañeros de jaima, bien mirado no hay mal que por bien no venga. En realidad hace ya tiempo que el PSC de Montilla, el bruto de Maragall que controla la marca socialista en aquella comunidad, y el aparato de CiU, hacen buenos negocios, en la convicción de que más pronto que tarde deberán entenderse sin tener que guardar las formas. ¡Caretas fuera ! Al tripartito socialista-verde-republicano actual que agoniza en Catalunya, sucederá otro de signo contrario, con CiU y PSC como adalides, que cambiará algo para que todo siga igual en Barcelona y Madrid, donde el grupo parlamentario catalán ofrecerá sus servicios a un PSOE en tocata y fuga.

Amancebados en el copago de “y de lo mío qué”, CiU + PSOE actúan como pretorianos por partida doble. Porque se ha erigido en guardianes del sistema que pretenden escanciar. Y porque la larga marcha emprendida por sus mejores peones para sanear sus arcas sin demasiados escrúpulos para el interés general condiciona lo suyo. Como demuestran las revelaciones judiciales del “caso Pretoria”, una multimillonaria caja común de afines a ambos partidos, como los socialistas Luigi y el alcalde de Santa Coloma, del lado “montillista”, y Maciá Alavedra y Luis Peñafeta, desde el tendido “pujolista”, cuya entente cordiale ha preñado una unidad de destino en lo pecuniar que ciega cualquier presupuesto de decencia democrática. El propio Alavedra, ex consejero de Economía de la era Pujol lo reconoce en el sumario :”La política se hace en las alcantarillas”. Bizarra variante autóctona de aquella otra cita memorable de Felipe Gonzalez que glosaba “El Estado de derecho también se defiende en las alcantarillas”. Gato negro, gato blanco lo importante es que cacen ratones.

¿Cómo era aquella canción que decía “esto sólo lo arreglamos entre todos” ?

Rafael Cid