Sabido es que la definición de democracia por antonomasia es aquella acuñada por Abraham Lincoln como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Pero como todas las buenas intenciones, si no se actúa en consecuencia disponiendo las herramientas precisas para llevarlas a cabo, lo que queda es pura retórica y humo. Hoy, aquí y ahora, “eso que llaman democracia y no lo es “, en realidad ha quedado configurado como “el gobierno de Estado, por el Estado y para el Estado”. Y desde Luis XIV sabemos que el Estado son sólo ellos, es su finca.

Sabido es que la definición de democracia por antonomasia es aquella acuñada por Abraham Lincoln como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Pero como todas las buenas intenciones, si no se actúa en consecuencia disponiendo las herramientas precisas para llevarlas a cabo, lo que queda es pura retórica y humo. Hoy, aquí y ahora, “eso que llaman democracia y no lo es “, en realidad ha quedado configurado como “el gobierno de Estado, por el Estado y para el Estado”. Y desde Luis XIV sabemos que el Estado son sólo ellos, es su finca.

La crisis financiera global y la Operación Rescate diseñada al margen de la voluntad y la opinión de los respectivos pueblos que van a pagar los platos rotos por la codicia de las oligarquías dominantes es un ejemplo paradigmático de esta situación. El gran responsable in vigilando de la recesión que se va a cebar sobre los más humildes y necesitados del planeta es el aparato del Estado al permitir, primero, y no controlar, después, el riesgo que entrañaban las operaciones tóxicas realizadas por las instituciones financiaras y bancarias en eso que llaman “derivados”, que en realidad son los daños colaterales de ese sida monetario facturado en bomboneras.

Además, es ese mismo Estado cómplice y corresponsable del terremoto económico provocado el que, por procedimiento de urgencia y cómo si no hubiera más salida que una única gran purga (otra Patriot Act, como la que justificó la “guerra contra el terror” tras el 11-S), el que ha programado el qué, el cómo y el cuándo de la Operación Rescate por el que los contribuyentes hipotecan su futuro para salvarnos (sic) de las prácticas mafiosas (de “crimen financiero organizado” ha sido calificado por el Premio Nobel de Literatura José Saramago) de la cúpula financiera internacional.

Y, finalmente, será el Estado quien, “relegitimado” y reforzado porque los poderes fácticos que lo han patrimonializado durante siglos han decidido acuñar la Operación Rescate bajo su santo y seña con las fórmulas de “nacionalizaciones” bancarias ; “planificación” o simple intervención coyuntural, el que se encargará de su cumplimentar la hoja de ruta del saqueo público. Todo ello sin que ya nadie casi quiera acordarse de que hace sólo un instante esos mismos poderosos de la tierra estaban a piñón fijo inoculando la tesis del Estado mínimo (militar y fiscal) y del desmontaje del parco Estado de bienestar (social).

De esta forma, convertida la democracia en el gobierno del Estado, por el Estado y para el Estado, y reconocido urbi et orbi que el Estado era, son y serán sólo ellos, iremos de la nada ala más absoluta miseria. La trampa que incuba la Operación Rescate es como la que hizo posible durante la transición española una amnistía que en realidad era una autoamnistía por la que las víctimas pedían perdón a sus verdugos. La lección histórica de la crisis financiera, remedando a Nietzsche, es que lo que no le mata le hace más fuerte, porque como el príncipe Salinas han tenido la habilidad de cambiar algo para que todo siga igual.

El Estado, ojito los autoritarios de todas las escuelas, corrientes y tendencias, no es la sociedad civil, ni mucho menos lo público ; es su casero, y desde el mayo del 68 algunos saben que quien desee ser feliz tiene que colgar a su casero. (Ah, este tipo de análisis sobre la crisis es lo que algunos sectores progresistas que piden un nuevo “Pacto de La Moncloa” tachan de demagogia).


Fuente: Rafael Cid