Los medios de comunicación han dado la voz de alarma: ¡qué viene la extremaderecha! La victoria del partido Verdaderos Finlandeses en el país nórdico ha suscitado una curiosa injerencia humanista por parte de los medios de comunicación. Los mismos que callaron la burbuja inmobiliaria-financiera (como los economistas, tampoco la supieron prever), maquillaron sus consecuencias y justificaron el expolio cometido con los ciudadanos para dar una salida neoliberal a la crisis neoliberal (si no quieres caldo, dos tazas como purga) se mesan ahora los cabellos ante la arremetida finesa. Con indisimulada afectación, desde las primeras páginas de los periódicos, nos convocan (habla pueblo, habla) a defender la utopía de la Europa de los derechos y las libertades ante lo ofensiva ultra.

Y claro, uno sospecha que
forma parte del guión a que nos tienen acostumbrados los
mantenedores el statu quo. La sin duda notable victoria de los
nacionalistas no tiene mucho mérito. Era previsible. Si el contexto
político de la crisis que ha provocado la mayor involución social
que se recuerda desde la Segunda Guerra Mundial ha pivotado sobre el
consenso y la omertá de conservadores y socialdemócratas para que
los platos rotos los paguen los trabajadores, es lógico que el

Y claro, uno sospecha que
forma parte del guión a que nos tienen acostumbrados los
mantenedores el statu quo. La sin duda notable victoria de los
nacionalistas no tiene mucho mérito. Era previsible. Si el contexto
político de la crisis que ha provocado la mayor involución social
que se recuerda desde la Segunda Guerra Mundial ha pivotado sobre el
consenso y la omertá de conservadores y socialdemócratas para que
los platos rotos los paguen los trabajadores, es lógico que el
“lucro cesante” lo administren los partidos que se han opuesto al
saqueo.

Digámoslo claro, la
ultraderecha tiene en estos momentos más capacidad de acción
política porque la derecha, el centro y la izquierda del sistema
han puesto una alfombra roja a sus pies. Ellos y sólo ellos la han
traído. Su sumisión a los mercados, la traición a sus programas y
a sus principios, en el casos de la socialdemocracia, premiando a los
corruptos y cargando la factura de los planes de austeridad sobre sus
damnificados, está haciendo posible la llegada de formaciones
antieuropeistas y xenófobas. En España, quien mece la cuna que
llevará al PP al poder es el PSOE y su pornopolítica.

No es la única vez que
desde el estallido de la crisis los electores castigan a los
gobiernos que han estado junto a los saqueadores. El primero en
aplicar el rodillo electoral fue Grecia, dando el poder al PASOK, que
llevaba en su programa el rechazo de los planes impuestos por
Bruselas aunque luego traicionó a sus votantes. También el pueblo
de Islandia dijo “no” reiteradamente a los políticos que
pretendían endosarle la deuda de los bancos privados. Y
recientemente ha sido Portugal quien ha visto como se formaba una
pinza parlamentaria (¿contra natura?) para desalojar a los
socialistas que pretendían implementar el “azufre social”
decretado por los mercados contra asalariados y pensionistas. Aunque
al final, incidiendo en el ejemplo antidemocrático de sus colegas
griegos, han consumado su abdicación ante Bruselas aún estando el
gobierno Sócrates dimitido y con fecha para unas nuevas elecciones.

Por tanto, menos
aspavientos, Caperucita: el lobo eres tú y solamente tú. Además,
no tengan miedo. Todo está controlado. Los recién llegados no son
antisistema. No hay más que ver la fe que tienen en las elecciones.
Son gentes que buscan su hueco para ganar escaños. No hay vacío de
poder, que es lo único que de verdad temen los que mandan. La
política del sufragio es un péndulo interminable. En ocasiones,
cuando los referentes dominantes se agotan por defender
descaradamente el statu quo, puede que los extremos adquieran algún
protagonismo. Pero sin mayores consecuencias. A la larga todo vuelve
a su ser y aquí paz y después gloria. Chantal Mouffe lo tiene
escrito en su libro El retornó de lo político, la
cohabitación ideológica entre centro derecha y centro izquierda
representa una oportunidad para movimientos posfascistas.

Pero, insistimos, no son
antisistema. No quieren transformar la sociedad, ni son
decrecientitas, ni anticapitalistas. Son uno de los suyos, aunque a
veces ni ellos ni los suyos lo sepan. Quieren mandar. Tienen los
mismos valores patrióticos que sus desbancados europeístas de
mercado. De los que, salvo en su apuesta porque la crisis de los
ricos la paguen los pobres, no se diferencian mucho. De hecho, al
mismo tiempo que los media alertaban del peligro xenófobo que
significaba la estampida del partido Verdaderos Finlandeses,
el civilizado Sarkozy cerraba las fronteras para impedir la entrada
de inmigrantes desde Italia. Schengen es sólo una bandera de
conveniencia. Como el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, y la
prohibición de subvencionar a empresas privadas por parte de los
Estados. Únicamente les duele que los recién llegados vendan caro
su plato de lentejas y obliguen al gobierno entrante en Finlandia a
vetar el rescate de Grecia en el monopoly de Bruselas.

Rafael Cid