Pérdida de confianza. Esa es una de las claves de la actual debacle de la banca española. Por eso su diagnóstico es de carácter reservado. Hace unos meses bancos y cajas se ufanaban, casi con regodeo, de una salud de cemento armado cuando en el resto del mundo a sus pares les caían chuzos de punta. “Crisis, yo no estoy en crisis”, decía con sorna el rey midas del sector, Emilio Botín, escoltado a su derecha por Rodríguez Zapatero, en una bicefalia mediática de gran fuerza simbólica.

Pérdida de confianza. Esa es una de las claves de la actual debacle de la banca española. Por eso su diagnóstico es de carácter reservado. Hace unos meses bancos y cajas se ufanaban, casi con regodeo, de una salud de cemento armado cuando en el resto del mundo a sus pares les caían chuzos de punta. “Crisis, yo no estoy en crisis”, decía con sorna el rey midas del sector, Emilio Botín, escoltado a su derecha por Rodríguez Zapatero, en una bicefalia mediática de gran fuerza simbólica.

Y después vinieron campañas de doma y cata para convencer a la ciudadanía de su solvencia y credibilidad, casi a rebufo de que el presidente del gobierno, entonces con la gorra de secretario general del PSOE, clausurara el congreso del partido al patético grito de ¡a consumir, a consumir ! Por no hablar del papelón de la televisión pública al servicio privado de los caudillos de la banca en una edición monográfica de Informe Semanal, que ni así se las ponían a Felipe II. Y todo porque el Estado y su copiosa Administración estaban trabajando, por nuestro bien, a favor del sistema financiero. Porque ya se sabe lo que proclama la cultura dominante, si el explotador quiebra el explotado se queda en paro. Socializar el sufrimiento, es la consigna civil de la servidumbre voluntaria

Pero del dicho al hecho hay un trecho. Enseguida surgieron los primeros problemas y se pudo comprobar que, como casi siempre ocurre con los que padecen el mal de altura, el rey estaba desnudo. El banco Santander, precisamente el buque insignia de la égida zapaterista, empezó a mostrar su talón de Aquiles. Una pifia tras otra, el orgulloso Botín tuvo que ir encajando escándalos varios viendo su bruñido apellido ligado a múltiples latrocinios como Lehman Brothers, Madoff y el “corralito” de su Fondo Inmobiliario Banif. Mario Conde, redescubierto como todólogo por la telebasura, aseguraba que por mucho menos le habían enviado a él a la cárcel. Pero el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Para entonces, el antiguo Banesto de M.C., ahora en la escudería del cántabro que ve salir el sol, ya había acudido a la subasta de dinero público ofertada por el gobierno de Z.P. para que nuestro bancos y cajas prosperen en la liga de campeones tahúres.

Y con Banesto otros tantas entidades financieras, sobre todo cajas de ahorro, que siguiendo dictados de los virreyes políticos de las comunidades autónomas se habían dedicado a dar créditos a mansalva a constructores de probada fidelidad con el partido gobernante en salvada sea la parte. Y claro, lo uno trajo a lo otro y entre todos lo enterraron. Las agencias internacionales de rating rebajaron primero la solvencia de España como país, y luego hicieron lo mismo con el núcleo duro de cajas y bancos. Lo que significa que, nulla estética sine ética, el endeudamiento contraído en nuestro nombre por el Estado para sanear las trampas de la banca nos va a costar más caro y que ni por esas, bancos y cajas, han cumplido su autoprofecía. Están, según el argot de esos auditores financieros en “perspectiva negativa”. O sea, van camino de la UCI y pueden terminar ingresados en la UVI.

Y todo ello después de haber tenido la sartén por el mando y el mango también. Porque, lejos de funcionar en condiciones de transparencia, todos, desde el gobierno, el Estado, los sindicatos, los partidos políticos y los poderes fácticos, han conspirado en su favor. Descaradamente, aunque hincharan pecho y hablaran de desregulación culpable, el as que escondían en la manga era lisa y llanamente un proteccionismo como la copa de un pino. Claro que como la crisis conlleva una guerra ideológica, victoriosa hasta estos momentos para los cleptómanos que nos dominan, la buena gente cree que está bien empleado, porque si no se les rescatara con los recursos disponibles, la casa se derrumbaría encima de todos. Eric Fromm lo llamaba Miedo a la libertad. Es la misma ideología de resignación que sirvió en la transición política de los setenta para que los víctimas pidieran perdón a los verdugos como condición sine qua nom para “conquistar” la democracia. ¡Menudo invento !

Parasitismo. Necrofilia. Da igual el nombre que se ponga al saqueo, nadie es responsable. Es más, cuando las aguas vuelvan a su cauce y el capitalismo depredador emprenda su penúltima aventura equinoccial, todo el mundo dará por sabido que el sistema incentiva a la mafia, uno de los nuestros. Y volveremos a reconfortarnos en las imágenes de famosos, como Rafa Nadal o Imanol Arias, anunciándonos las bondades de tal o cual “corralito·” financiero, aunque por las mañanas, cuando vayamos a afeitarnos, nos resulte difícil mirarnos a la cara.

No es ya que la patronal con ayuda del gobernador del Banco de España Miguel Fernández Ordoñez y la complicidad de las cúpulas de UGT y CCOO lancen una contraofensiva laboral para capear su crisis. Estamos tocando el fondo. Es el propio presidente de la Generalitat, José Montilla, quien se atreve a sugerir a su homólogo Rodríguez Zapatero que precisamente ahora es el momento para profundizar en la liberalización del mercado, llegando incluso a lanzar el globo sonda de si no sería conveniente acabar ya con la gratuidad total de la sanidad. Verde y con asas.
Mientras, ellos a lo suyo. La Comunidad de Madrid entierra la comisión de investigación sobre el caso de espionaje destapado por Garzón ; Garzón se lo lleva crudo por el morro y en dólares del Tío San ; Camps se llama a andana ; el Gobierno se pasa por el forro por la Ley de Costas y en Alcaucin y otros municipios-feudos, el pueblo sigue gritando ¡vivan las caenas ! Si alguien no lo remedia, al final la crisis puede servir de sudario para los pobres y de palio triunfal para los ricos. Y es que algunas imágenes invitan a la ternura y claman en el desierto, como la de esa Comisión de Economía del Congreso, presidida por el antiguo secretario general del Comisiones Obreras, Antonio Gutiérrez, escuchando el no mea culpa de Miguel Martín, hoy máximo responsable de la patronal bancaria AEB y ayer servidor público como subgobernador del Banco de España.

Por este camino, ellos se quedarán con la banca y nosotros volveremos al Monte de Piedad. No es broma. Van dos ejemplos. ¿Sabe alguien si el gobierno, una vez rebajado por las agencias de calificación de riesgos el rating de la mitad de la banca española va a renegociar los activos devaluados que recibió como contraparte del dinero público entregado ? ¿Por qué los bancos y cajas exigen a sus embargados el cien por cien del valor de las hipotecas cuando estas entidades inflan sus activos al permitirles el gobierno contabilizarlos a precios distintos de su valor de mercado ? O sea, se cobra al alza y se paga a la baja.

Ni confianza en la banca ni esperanza en el gobierno. PSOE y PP acaban de votar juntos en el Senado para tumbar una proposición de reforma de la Ley de Memoria Histórica pidiendo que el Estado asumiera la exhumación de las víctimas de la guerra. Muerte a crédito, pero nos queda la memoria.


Fuente: Rafael Cid