Zapatero se reinventa en el franquismo. Cuando aquel Caudillo de España por la gracia de Dios que padecimos, y nos dejó al Rey Juan Carlos como sucesor, tenía problemas serios que ponían en peligro la existencia del régimen, se inventaba la reconquista de Gibraltar para que con el fervor patriótico de las masas se olvidaran los verdaderos problemas. ZP tal baila. Ahora resulta que ha propuesto a la comunidad internacional liderar una intervención militar para quitar de la circulación a Gadafi.

Va en serio, y aunque no habrá una foto como
la del cuarteto de las Azores, el gobierno socialista está moviendo
sus peones para llevar aquella patraña de la Alianza de
Civilizaciones a su máximo nivel de incoherencia.


Va en serio, y aunque no habrá una foto como
la del cuarteto de las Azores, el gobierno socialista está moviendo
sus peones para llevar aquella patraña de la Alianza de
Civilizaciones a su máximo nivel de incoherencia.

La especie tiene trazas
de venir condicionada desde el otro lado del atlántico. Porque el
anuncio de que España estaría dispuesta a intervenir en el
conflicto libio si obtiene el aval de los países árabes llega
después de una gira de urgencia realizada por el propio Zapatero y
Juan Carlos a Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Túnez, que a su vez
se realizó tras la celebración, también por la vía de las prisas,
de un gabinete de crisis falto de la oportuna explicación en cuanto
a justificación y contenido por nuestros siempre mordaces medios de
comunicación.

¿Un auténtico
disparate? Puede ser, pero la desesperación ante una debacle que
según todas las encuestas va a ser memorable para el PSOE, no impide
las salidas más procelosas y extravagantes del arsenal
socialdemócrata. Sin caer en la teoría de la conspiración, que es
algo que dejamos para Pepe Blanco, la cierto es que en sus momentos
comatosos el PSOE sólo consiguió acceder al poder con prótesis
excepcionales y cuando todos los pronósticos le daban calabazas. En
el 82 a rebufo del miedo que el 23-F metió en el cuerpo de los
españoles, y el 14-M, como consecuencia de otra catarsis de
semejante calibre. En las restantes ocasiones, fue la propia inercia
del ejerció del poder lo que le permitió conservarlo hasta que el
pedaleo se agostó.

Para interpretar estos
supuestos en su debido contexto hay que tener en cuenta algunos
factores. El primero de todos, que la operación de recambio
instrumentalizada por el felipismo jugando la opción Rubalcaba está
en vía muerta. Y ello por un doble motivo, endógeno y exógeno. El
exógeno es que la dinámica de paz con ETA previa legalización de
Sortu queda prácticamente descartada, ya que la oposición de las
asociaciones de víctimas, llevando a la calle su protesta, y la
actitud recalcitrante de instancias judiciales haría recaer todo la
responsabilidad de la aceptación de la nueva marca del
independentismo abertzale en el ejecutivo, con el riesgo de, como
indican los sondeos, aumentar aún más su descrédito ante el
electorado. Lo que añade un elemento de incertidumbre sobre cuál
vaya a ser la actitud final de ETA si Sortu no consigue sortear la
criba de Ley de Partidos. ¿Existe algún malhadado cálculo que
indique que la vuelta de la violencia etarra puede beneficiar las
posiciones del gobierno al capitalizar la protesta de la sociedad
civil de nuevo pillada en la atroz maraña del terrorismo? El
elemento endógeno es en realidad una implosión y tiene como vector
la reactivación del “caso Faisán”, hasta ayer un misil sin
dirección que hoy acecha como una maldición al futuro político
del ministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba.

En ese galimatías
adquiere sentido la sorprendente revitalización del papel político
de la actual ministra Carme Chacón, precisamente la paladina por
excelencia de la injerencia preventiva en el asunto libio. De ahí
que, logrado -según parece al más alto nivel- un inicial “aval”
de las monarquías del Golfo de Arabia para que España asfixie
militarmente la opción Gadafi, conjurando con ello el contagio de
las revoluciones populares en la zona, desde las estructuras de
Defensa se haya comenzado a diseñar una salida por la tangente que
la clase política en el poder estima podría cambiar el signo de la
historia inmediata. El revelo del actual jefe del Centro de
Inteligencia de las Fuerzas Armadas (CIFAS) por el vicealmirante
responsable del Cuartel General Marítimo de Alta Disponibilidad de
la OTAN es el último movimiento en el tablero para evitar el alud
revolucionario en el sur del mediterráneo matando dos pájaros de un
solo tiro. Y la penúltima jugada, ahora ya lo podemos deducir, fue
la visita de Estado (al margen de Exteriores) del presidente del
Congreso José Bono al dictador Teodoro Obiang, personaje que en esta
coyuntura crucial ostenta la presidencia de turno de la Unión
Africana (UA) y cuyos yacimientos petrolíferos (en las ganancias son
de él, no de su pueblo) surgen como la alternativa más atractiva al
lógico estrangulamiento de los pozos de la Libia de Gadafi. De ahí
quizás el encuentro secreto entre Bono y Zapatero en la Cámara Baja
y la enigmática y a la vez soez declaración de intereses que aquél
hizo ante el tirano ecuatoguineano al proclamar “es mucho más lo
que nos une que lo que nos separa”.

Claro que todo ese enorme
despliegue no se justifica sólo desde la perspectiva partidista.
Como toda maniobra que pretende conmover estructuras de poder, tiene
necesariamente su compromiso social. Y en este caso de enorme
calado: impedir que la elevación del precio del crudo y nuestra
dependencia energética construyan los cimientos de una nueva y más
dolorosa recesión, y la creencia estrafalaria en que una suerte de
microkeynesianismo bélico ayudaría a desperezar la economía
nacional. Por eso, a la ofensiva anti-Gadafi se han sumado con
entusiasmo celebridades del atlantismo como el ex embajador ante la
ONU, Washington y la OTAN Javier Rupérez, quien el pasado lunes 7 de
marzo publicaba una tribuna en el diario monárquico ABC titulada
“Intervenir o no intervenir: esa es la cuestión”, en donde se
despachaba de esta beligerante guisa: “Pero si el Consejo de
Seguridad –es decir algunos de sus miembros permanentes- no quiere
considerar el tema, o haciéndolo no desea conceder su plácet,
¿dejaremos que los esbirros del exótico coronel se ensañen
impunemente con los que piden su destitución? Curiosa diplomacia de
las cañoneras para un curtido político que entre 200 y 2004 fue
secretario general adjunto del Consejo de Seguridad.

    Por cierto, esa no es la
    única indigencia ética que anima la pretendida guerra de Zapatero,
    aparte de olvidar que Ben Alí y Mubarak eran colegas suyos en la
    Internacional Socialista. Al parecer nadie ha pensado en la negativa
    reacción de muchos países latinoamericanos (destino de nuestras
    multinacionales) que apoyan una salida pacífica del conflicto
    consensuada con Gadafi; la posibilidad de que el islamismo radical
    ponga a España en su punto de mira o que, si la sangre llega al
    río, las armas que el gobierno vendió con avaricia al régimen
    libio se vuelvan contra la coalición que nuestro país abandera
    retomando el frustrado proyecto de Aznar con Irak. Los dos periodos
    de gobierno socialista pueden estar cortados por el mismo patrón
    incivil. El primero, con Felipe Gonzalez en Moncloa, empezó con
    “OTAN de entrada no” y encumbró a su secretaría general al que
    fuera ministro de Educación, Javier Solana, de infausto recuerdo en
    Belgrado. Y el segundo empezó con Rodríguez Zapatero bajo el
    viático de “No a la guerra” y lleva camino de consumarse en la
    misma lógica bárbara de razón de Estado con que se encubre el
    usufructo ilegítimo del poder.

Rafael Cid