Después de un consejo de guerra plagado de irregularidades, el anarquista barcelonés Salvador Puig Antich fue ejecutado a garrote vil un sábado de marzo de 1974, acusado de matar a un policía. Tenía 25 años. El cineasta Manuel Huerga prepara Salvador, la primera aproximación al cine sobre Puig Antich, que comienza a rodar en julio y que protagonizará el actor alemán nacido en Barcelona Daniel Brühl. El filme saldará una deuda con la recuperación de una generación que, según su director, encarnó en los últimos años del franquismo la lucha, la lucidez y el idealismo de tantos jóvenes. Salvador hablará de su militancia, sus hermanas, su amor por la música y la soledad de este joven resistente.

Después de un consejo de guerra plagado de irregularidades, el anarquista barcelonés Salvador Puig Antich fue ejecutado a garrote vil un sábado de marzo de 1974, acusado de matar a un policía. Tenía 25 años. El cineasta Manuel Huerga prepara Salvador, la primera aproximación al cine sobre Puig Antich, que comienza a rodar en julio y que protagonizará el actor alemán nacido en Barcelona Daniel Brühl. El filme saldará una deuda con la recuperación de una generación que, según su director, encarnó en los últimos años del franquismo la lucha, la lucidez y el idealismo de tantos jóvenes. Salvador hablará de su militancia, sus hermanas, su amor por la música y la soledad de este joven resistente.

Manuel Huerga ha conocido ahora la cárcel Modelo de Barcelona, el lugar sagrado de las más dramáticas horas de la vida de Salvador Puig Antich, el anarquista ejecutado sin clemencia a garrote vil en 1974 a la edad de 25 años por un agónico régimen franquista. «Yo tenía entonces 17, todavía no había llegado a la Universidad, pero ya tenía la edad suficiente para enterarme de cosas. Recuerdo que nos conmocionó a todos. En cierto modo, esa muerte fue la que me abrió la conciencia política. Fue como la primera gran bofetada de la cruel realidad que vivíamos en el franquismo». En el salón de su casa barcelonesa, abarrotado de películas y libros, el cineasta Manuel Huerga habla con respeto y admiración de la trágica historia de Puig Antich, que comenzará a rodar en el mes de julio con el actor alemán nacido en Barcelona Daniel Brühl (Good bye, Lenin !) en el papel del anarquista. Salvador será la primera aproximación cinematográfica a este joven revolucionario, amante de la música de Melina Mercuri y de los Beatles, que no dudó en empuñar las armas contra el franquismo y que, en una carta dirigida a su hermano Quim, escrita la última noche de su vida, decía : «Yo he roto con todo y acepto mis responsabilidades. Sangre que se derramará, pero no inútilmente».

«Es una deuda que tenemos no solo con él. Salvador encarna la lucha y la resistencia, el idealismo. Quiero homenajear a todos lo que tuvieron la lucidez, el coraje, la ilusión y la necesidad de cambiar el estado de las cosas en una época olvidada, pero no tan lejana. La transición y la democracia han ensombrecido de alguna manera esos años tan importantes de lucha, esa recta final de la dictadura, la etapa que va desde mayo del 68 hasta la muerte de Franco, en que universitarios y estudiantes, jóvenes vitalistas, eligieron la clandestinidad. Todos ellos merecen esta película y yo me debo a mí mismo una revisión de todo eso», asegura Huerga, quien ya tenía ganas de volver al cine tras su primera incursión con Antártida, en 1995, y años de dedicarse al documental, la televisión, el musical y el audiovisual más de vanguardia.

Basado en la obra de Frances Escribano Compte enrere / Cuenta atrás (Edicions 62 y Península), Salvador es un encargo a Huerga del productor Jaume Roures, un activista antifranquista, que tenía 24 años cuando mataron a Puig Antich. «Para él es tan importante…, formó parte de esa generación que sufrió de manera virulenta la dictadura y que pagaron injustamente por ello…», asegura Huerga sobre el productor.

Con guión de Luis Arcoraza, el filme recorrerá los años de 1968 a 1974, aunque no de manera cronológica, y se centrará principalmente en los meses que van desde la detención de Puig Antich, el martes 25 de septiembre de 1973, en el curso de la cual resultó muerto un joven policía, a su ejecución a manos de un verdugo extremeño de nombre Antonio. El hilo conductor será la conversación de Puig Antich -«un chico guapetón, extrovertido y simpático»- con su abogado, Oriol Arau, en la que irá mezclando anécdotas, recuerdos, su militancia en el MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), su contexto familiar (esas cuatro hermanas que tanto se arreglaban y pintaban para visitar a Salvador en la cárcel, y Quim, su admirado hermano mayor, médico en Nueva York), sus amores (Montse, Margarida…), su padre ausente, sus compañeros de fatigas…

Huerga tiene claro que huirá del tufillo nostálgico, que la película no será un viaje al pasado, que intentará traer la historia de Salvador Puig al presente y «ver lo que queda de todo ello, de la actitud y el compromiso en la vida». «Intentaremos explicar quién era Salvador Puig. La recuperación de la memoria es importante para todos los que tenemos ahora una cierta edad, pero también para esas generaciones que desconocen la lucha de tantos jóvenes contra la dictadura. Actualmente se está perdiendo la necesidad de rebelarse, cada vez es más escaso el espíritu crítico ante la sociedad. En este sentido, aquellos años suponen también el final de una etapa, el final de las utopías», asegura el cineasta.

Por supuesto que Salvador también será un alegato contra la pena de muerte. En el filme saldrán las múltiples irregularidades que rodearon el consejo de guerra, la sentencia dictada por un jurado militar y esa ejecución, «fría y sin contemplaciones», tras doce horas de sufrimiento y angustia a la espera de un indulto que nunca llegó. «Eso es atroz y el espectador lo tiene que saber». Huerga no utilizará imágenes de archivo, pero sí estará presente en el filme todo el contexto sociológico y la época convulsa que se vivía a través de imágenes en la televisión : el golpe de Estado de Pinochet, la presencia de Fraga en los gobiernos de Franco, el asesinato de Carrero Blanco -«hoy ETA me ha matado», dijo Puig Antich a su carcelero al conocer la noticia-, las palabras de Pío Cabanillas ante la ejecución -«ha sido un acto de justicia»-, o la retransmisión del combate de Urtain el mismo día que el Consejo de Ministros se dio «por enterado» de la pena de muerte.

La banda sonora del filme será obra de Lluís Llach, quien ya compuso una canción en memoria de Puig Antich, I si canto trist. «Coge esa canción y la conviertes, con los arreglos necesarios, en el leit motiv de la película. La maqueta que ha hecho es de verdad maravillosa», le dijo Huerga. Junto a la música de Llach sonarán las canciones que sonaban entonces en los tocadiscos, Leonard Cohen, Pink Floyd, Pau Riba… y muchos más.

Con un presupuesto de seis millones de euros, el filme se rodará en Barcelona y en una cárcel ya abandonada de Valencia, cuya estructura radial es idéntica a la de la Modelo. En estos días se está cerrando el casting del resto de los intérpretes, muchos de ellos con papel importante (el del abogado Oriol Arau, el del funcionario de prisiones Jesús Irurre, las cuatro hermanas de Salvador, las novias y todos los compañeros del MIL).

«No voy a hacer un panfleto demagógico. Va a ser la historia pura. La película no va a explicar nada que no se sepa y que no esté documentado. Se puede estar o no de acuerdo con Puig Antich, yo puedo tener dudas sobre si es lícito empuñar las armas para robar bancos. Puig Antich no era ni un santo ni un mártir. El filme es simplemente una historia que nos lleva a explicar muchas cosas sobre nuestro país. No hago la película para abrir heridas, sino por el derecho y la obligación que tenemos de conocer nuestro pasado», explica con esa voz profunda el cineasta barcelonés.

Carme, una de sus hermanas, recordó años después aquel fatídico 2 de marzo en la Modelo : «Lo único que no puedo soportar son las horas que pasó solo… Pienso en eso y me deshago…». Huerga amplía esa sensación de soledad de Salvador. «La historia de Puig Antich tiene una cierta fatalidad en sí misma. Su lucha no fue una lucha por la democracia. Como buen anarquista, estaba contra el sistema. No era independentista ni estaba a favor del nacionalismo. En realidad, su historia fue de una terrible soledad. En la cárcel, nunca quiso que le utilizaran. Él mismo, con su actitud, se cerró también las puertas, pero fue muy consecuente. Los partidos políticos no movieron ficha. En esa noche angustiosa es cuando se empezaron a movilizar, pero ya era demasiado tarde. Todo esto se reflejará en el filme».

ROCÍO GARCÍA – Barcelona
EL PAÍS