La violencia machista en el ámbito familiar ha pasado de ser un secreto bien guardado de muchas familias a ocupar, en nuestros días, un lugar destacado en la agenda del Estado y en los medios de comunicación, gracias a la lucha de tantas mujeres a lo largo de los años y, en la actualidad, a la polémica surgida por la aprobación en el Consejo de Ministros del proyecto de “Ley Orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género.

A la espera de un estudio jurídico más profundo del citado anteproyecto, desde CGT queremos incidir en algunos aspectos que nos parecen fundamentales si lo que se pretende es erradicar la violencia contra las mujeres en todas sus formas e intentamos implicar a toda la sociedad mujeres y hombres en la erradicación de este problema tan grave.

La lucha y el trabajo del movimiento feminista, de las personas afectadas y de las mujeres en general han hecho visible y han deslegitimado, ante una buena parte de la opinión pública, la violencia contra las mujeres, al menos en sus formas más extremas.


La violencia machista en el ámbito familiar ha pasado de ser un secreto bien guardado de muchas familias a ocupar, en nuestros días, un lugar destacado en la agenda del Estado y en los medios de comunicación, gracias a la lucha de tantas mujeres a lo largo de los años y, en la actualidad, a la polémica surgida por la aprobación en el Consejo de Ministros del proyecto de “Ley Orgánica de medidas de protección integral contra la violencia de género.

A la espera de un estudio jurídico más profundo del citado anteproyecto, desde CGT queremos incidir en algunos aspectos que nos parecen fundamentales si lo que se pretende es erradicar la violencia contra las mujeres en todas sus formas e intentamos implicar a toda la sociedad mujeres y hombres en la erradicación de este problema tan grave.

La lucha y el trabajo del movimiento feminista, de las personas afectadas y de las mujeres en general han hecho visible y han deslegitimado, ante una buena parte de la opinión pública, la violencia contra las mujeres, al menos en sus formas más extremas.

Ante esta situación el gobierno ha hecho suyo, con algunas modificaciones, el texto elaborado por varias asociaciones de mujeres, que el PSOE había presentado al Congreso y fue derrotado con los votos del PP.

Este proyecto de ley supone, indudablemente, un paso adelante en la lucha contra estas formas de violencia : la de amenazas y agresiones que terminan en asesinatos. La realidad es terca y las cifras lloran en vez de cantar : son ya más de 50 las mujeres asesinadas en lo que va de año. En 2003 ha habido 50.000 denuncias por malos tratos -y sólo se denuncian entre un 5 y un 10% de los que suceden. Según una macroencuesta, elaborada por el Instituto de la Mujer en 2000, se maltrata a casi 2 millones de mujeres en España.

Los sectores más recalcitrantes de la sociedad -el Opus, la Conferencia Episcopal que considera que la violencia doméstica es el “fruto amargo de la liberación sexual”…- han orquestado una campaña en contra de la ley bajo el pretexto de algunas cuestiones jurídicas, especialmente las que hacen referencia al Código Penal. Este es el flanco más débil del proyecto que convendría afinar jurídicamente.

En CGT, evidentemente, estamos en total desacuerdo contra estos sectores que alegan la complejidad de las causas de la violencia contra las mujeres para descalificar las medidas propuestas en el Proyecto de Ley y, en cambio, todas las leyes contra la delincuencia en general les parecen escasas y tímidas, negándose a hablar de sus causas que tampoco son simples. Optamos por la movilización de toda la sociedad contra este tipo de violencia y para que los discursos retrógrados y machistas no nos impidan dotarnos de medidas en la línea que planteamos a continuación.

La Ley debe asegurar la protección de las víctimas de forma efectiva pero nosotr@s consideramos que el endurecimiento de las penas no es el mejor camino para lograrlo ni es la solución para erradicar la violencia machista tan arraigada en las sociedades patriarcales, como no lo es tampoco para la delincuencia en general. Condición sine qua non para su erradicación es que todos y todas nos pongamos a analizar críticamente nuestras propias actitudes y a cuestionar la manera en la que toleramos la violencia contra las mujeres. Si no es así ni este proyecto de ley ni otro parecido van a acabar con esta lacra social.

En primer lugar porque la violencia que se trata de combatir con la ley integral sólo es la punta del iceberg : la violencia contra las mujeres comienza desde que la niña nace con su sometimiento a los dictados de la estética de la imagen femenina, y de agradar a los demás, sigue con la apropiación de los espacios públicos por parte de los chicos, con la reducción de la mujer a su cuerpo, y la constante manipulación, comparación y cuantificación de éste, con la discriminación laboral -doble de tasa de paro, eventualidad y precariedad, menor salario por trabajos de igual valor, con el desprecio al trabajo doméstico y de cuidados…

En segundo lugar, porque se trata de un problema de desigual distribución del poder en nuestra sociedad, de una manifestación de la dominación masculina y de la discriminación y subordinación que sufren las mujeres. Es la familia, constituida como eje de la dominación patriarcal y como colchón del sistema capitalista, la que ampara y provoca esta situación. ¿Cómo es posible que en el espacio paradigmático del amor suceda esto ? Son las otras instituciones -iglesia, escuela, estado- y los medios de comunicación quiénes continúan con el trabajo de modelación de las mentes y los cuerpos para que este orden establecido y construido a lo largo de la historia, con sus derechos y falta de derechos, con sus privilegios y sus injusticias se perpetúe y se asuma como “natural”.

Podría parecer que la complicidad, que muchas veces se ha denunciado, entre capitalismo, patriarcado y Estado que ha perpetuado las desigualdades en general y las de género en particular se hubiera roto y este último se hubiera situado ahora del lado de las mujeres abordando el tema de la violencia de forma integral.

Si bien es cierto que éste ha asumido ciertas reivindicaciones y una parte del discurso feminista no es menos cierto que lo ha despojado de su carga revolucionaria para dejarlo convertido en algo asimilable por el sistema.
Así, comunicador@s y polític@s, han pasado a tener un gran protagonismo en los discursos sobre la violencia pero lo hacen como si se tratara de un cáncer en un cuerpo sano. Por una parte, difunden la idea de que en una sociedad ya igualitaria quedan unos cuantos hombres maltratadores que se resisten a esta nueva realidad.

Por otra parte, las actuaciones que se llevan a cabo, desde las diferentes instituciones, separan a las mujeres maltratadas del resto de las mujeres y del resto de la sociedad tanto en el plano de lo simbólico como en la realidad : casas de acogida… El Estado ha creado todo un cuerpo de expert@s, jueces, policías para que traten a estas mujeres y han externalizado los servicios, concediéndoselos a ONGs, o entidades religiosas que siempre han contribuido a la sumisión de las mujeres o a empresas que no buscan más que su beneficio en detrimento de la calidad del servicio y de la explotación de las trabajadoras, véase el caso de AGISSE, o el de las teleoperadoras del servicio de llamadas 24 horas.

Apenas se habla de las relaciones de poder existentes en esta sociedad neoliberal, entre ellas las de los hombres sobre las mujeres que son las que permiten que se produzca la violencia. Este fenómeno es un continuum que abarca todo, la identidad la cultura, la reproducción, el lenguaje… y que se produce en todos los ámbitos en el de la vida cotidiana, en el laboral, en el de la vida pública…

Este tipo de violencia es muy complejo : tiene un contenido ideológico, al que se unen unas pautas culturales, estereotipos, trabajos y papeles de mujeres y hombres y unos determinados valores en los que se nos ha educado y que nos han conformado a unas y a otros para comportarnos las unas de forma sumisa y los otros de forma más agresiva y prepotente.

Pero todo lo que es construido se puede deconstruir y eso pretendemos desde CGT intentando implicar a toda la sociedad. Una educación en la igualdad es fundamental para prevenir y erradicar la violencia a medio o largo plazo. Este tema debería ser recogido en la Ley Integral contra la violencia de Género de una forma más amplia y exhaustiva. La asignatura de ética e igualdad que se propone para 4º de ESO es insuficiente y tardía. Habría que trabajar este tema con el alumnado desde la etapa de infantil, en todas las áreas y para ello habría que proporcionar al profesorado una formación seria y sin escatimar medios.

Es a partir de los 3 años cuando las niñas y niños comienzan a tener conciencia de su identidad de género y, desde ese momento si no se ha hecho antes, hay que deconstruir lo que hasta ahora ha significado ser niña o niño y que aprendan que los niños no tienen por qué ser “brutos” y jugar a la guerra y las niñas dulces y sumisas y jugar a las muñecas.

Este trabajo de deconstrucción debería proseguir en las sucesivas etapas de la enseñanza primaria y secundaria y a través de la televisión y otras actividades de ocio como los deportes, los videojuegos… que ejercen una gran influencia en la conformación de la personalidad y comportamientos de las y los adolescentes y jóvenes.

Para conseguir este objetivo, valores como el diálogo, el respeto, la igualdad y la no discriminación de las y los diferentes deben estar presentes tanto en la enseñanza reglada como en la no reglada. Lo mismo cabe decir de los medios de comunicación, especialmente de la televisión y las actividades de ocio, los cuales potencian, hoy día, los “valores” contrarios, no hay más que pensar en los programas de cotilleo de la televisión, las telenovelas, el fútbol, las revistas para adolescentes…

El reparto equitativo de todos los trabajos, remunerados y no remunerados, la valoración de estos últimos, la no discriminación en el acceso y promoción en el empleo y unos derechos laborales que protegieran a todas las personas
trabajadoras contribuirían, en buena medida a la erradicación de la violencia. En cambio, la tendencia del mercado laboral es justamente la contraria :
desregulación,
recorte de derechos para todas y todos, utilización de las mujeres como mano de obra barata y flexible, todo lo cual propicia la violencia en el ámbito laboral -acoso, deficientes condiciones de trabajo, despidos- y deja a las mujeres en una situación de mayor vulnerabilidad frente a la violencia en el ámbito familiar.

En todos los ámbitos de la esfera pública, en las asociaciones, organizaciones e instituciones, los trabajos de las mujeres deben ser más visibles y estas deben estar presentes en todo tipo de puestos desde los de menor a los de mayor responsabilidad.

Desde CGT y desde toda la sociedad deberíamos trabajar para que se tengan en cuenta todos estos aspectos a la hora de legislar contra la violencia y por la igualdad real entre mujeres y hombres, haciendo hincapié en los colectivos de mujeres más vulnerables : mujeres del ámbito rural, inmigrantes sin papeles, prostitutas, mujeres solas con hijos a su cargo, mujeres con discapacidad, lesbianas, bisexuales y transexuales.

Esperemos que la memoria económica que debe acompañar a la ley se adapte a las necesidades que acabamos de enumerar y esté a la altura de las buenas palabras que estamos oyendo pues hay indicios de que lo que cuesta dinero se deja atrás, así ya se han dejado en el tintero una medida incluida en el proyecto de ley presentado al parlamento anterior, a saber, el fondo de alimentos en sustitución de los impagados por los padres separados.

Los sindicatos y las organizaciones de mujeres, también las de hombres contra la violencia machista y la sociedad en su conjunto, debemos estar alerta, apoyar a las mujeres que sufren malos tratos, seguir plantando cara y exigiendo, de todas las formas posibles, que se tomen todas las medidas necesarias y cuanto antes mejor para erradicar la violencia en todas sus formas y conseguir una igualdad real.

Secretaría Confederal de la Mujer de CGT