Artículo publicado en Rojo y Negro nº 384 de diciembre

Desde hace unas semanas, estamos asistiendo en directo al genocidio televisado del pueblo palestino: el bloqueo total de Gaza, el desplazamiento forzado de la población gazatí, el bombardeo a población civil, a hospitales, a escuelas, a viviendas… el asesinato de miles de palestinas, 11.078 hasta el 10 de noviembre, según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), de las cuales 4.506 eran niños y niñas. Un genocidio explícito que es la continuación del genocidio iniciado en 1948 con la Nakba o Desastre, el proceso por el cual Israel expulsó forzosamente a más de 800.000 personas palestinas de sus tierras y destruyó más de 500 pueblos palestinos para poder hacer realidad aquello que dijo Golda Meir, exprimera ministra israelí, de “una tierra sin pueblo”.
Desde entonces, con distintos niveles de intensidad a lo largo del tiempo, el genocidio palestino ha continuado: a través de la ocupación ilegal según el derecho internacional de las tierras palestinas, la construcción de un muro de más de 700 km que separa a las poblaciones palestinas entre sí y limita su movilidad, los checkpoints militares por los que debe pasar la población palestina cada vez que se quieren trasladar, el robo de propiedades, la expulsión y demolición de sus casas, la denegación de acceso a recursos básicos como el agua, la discriminación laboral, educativa y sanitaria, la represión política, el establecimiento de un sistema de apartheid contra las palestinas (Human Rights Watch, 2021), su encarcelamiento o su asesinato. La población palestina lleva décadas resistiendo el genocidio y esto es importante recalcarlo para entender el momento actual, para entender que, para que cese la violencia, tiene que desaparecer el contexto de apartheid, sionismo, colonialismo y opresión al que están sujetas las palestinas desde hace más de 75 años, y para entender la historia de resistencia del pueblo palestino.
En 2005, más de 170 organizaciones de la sociedad civil palestina (sindicatos, asociaciones profesionales, grupos feministas, etc.) hicieron un llamamiento internacional al Boicot Desinversiones y Sanciones a Israel: BDS (https://boicotisrael.net/llamamiento-bds/). Tras décadas de pasividad del sistema internacional e inspirándose en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, desde Palestina se promovió esta campaña hasta que se logren los tres objetivos fijados para la misma: el fin de la ocupación de las tierras árabes y el desmantelamiento del muro del apartheid; el reconocimiento del derecho al retorno de las refugiadas (más de 6 millones en todo el mundo) y la recuperación de sus posesiones; y el fin del sistema racista contra las palestino-israelíes. Tres objetivos basados en el derecho internacional para cuya consecución se propone una estrategia no violenta, feminista, antirracista, anticolonial y comprometida con la justicia social y climática.
Por una parte, el boicot consiste en la retirada de apoyo a aquellas instituciones y empresas que se lucren o mantengan el sistema de apartheid: tanto en el ámbito económico, como en el cultural, el académico o el deportivo. Por ejemplo, actualmente se están llevando a cabo campañas de boicot contra Puma, por financiar a la federación de fútbol israelí, que tiene equipos en las colonias ilegales; contra HP, por vender tecnología de reconocimiento facial para el muro del apartheid o contra Carrefour, por los acuerdos de comercio que tiene con las colonias ilegales y con el ejército israelí. Por otra parte, las desinversiones consisten en exigir la retirada de fondos en empresas e instituciones que, de nuevo, se lucren o sostengan el apartheid, como es el caso de la aseguradora AXA, que tiene inversiones en diversos bancos israelíes. Finalmente, las sanciones implican la expulsión de Israel de los diversos espacios internacionales, así como presiones por parte de la comunidad internacional: se acaba de lanzar una campaña para pedir un embargo militar a Israel con el objetivo de que no lleguen armas que sean luego utilizadas contra la población palestina, un embargo que no solo se está movilizando en los ámbitos de la política institucional, las estibadoras y trabajadoras del transporte en todo el mundo (Barcelona, Bélgica, Sydney, Oakland, entre otros lugares) se están negando a facilitar los envíos de armas a Israel.
A lo largo de estos años, el BDS ha demostrado ser una campaña eficaz para lograr la liberación del pueblo palestino: en 2013, Netanyahu la calificó de “amenaza estratégica” y creó el Ministerio de Asuntos Estratégicos que, entre otras cuestiones, tiene como objetivo reducir los daños que provoca el BDS en la imagen internacional de Israel, así como fomentar su criminalización. La campaña ha conseguido que empresas como G4S, Orange o Veolia se retiren de sus actividades en Israel, que miles de artistas, como Roger Waters o Alice Walker, se posicionen a favor del boicot cultural o que universidades como la de Johannesburgo (Sudáfrica) corten lazos con las universidades israelíes.
El éxito del BDS reside en que se trata de una campaña liderada por el pueblo palestino y desde Palestina que nos permite articular la solidaridad a nivel internacional y desde todos los rincones del mundo sin que dejen de estar las voces y la experiencia palestina en el centro. Pero, además, a través del BDS podemos introducir el apoyo a Palestina en nuestro día a día, en nuestros colectivos, sindicatos, puestos de trabajo y lugares de ocio. Podemos pasar a la acción, superar la impotencia y la parálisis que provoca el aluvión de noticias catastróficas y la gravedad de la situación, y podemos hacerlo en nuestros territorios, en nuestros espacios. Podemos apoyar las campañas de boicot, cortar lazos con empresas o instituciones que se lucren con el apartheid israelí y que lo legitimen, declararnos Espacios Libres de Apartheid Israelí, investigar sobre los vínculos que tiene Israel con las empresas en las que trabajamos, con nuestras universidades, potenciar las redes con Palestina, escuchar sus demandas y seguir las estrategias y líneas de acción que nos proponen.
Porque la lucha por Palestina es también la lucha de las trabajadoras, de las mujeres, de las personas queer, de las antirracistas, del planeta. En Palestina se articulan todas las opresiones, y la represión es posteriormente exportada a todo el mundo, como ocurre con las relaciones comerciales, armamentísticas y de inteligencia entre la policía española y el ejército israelí. Por eso, si se intensifica el genocidio, fortalezcamos la resistencia. Unámonos al BDS.

María Santiago
BDS Madrid


Fuente: Rojo y Negro