Llevo a rastras la vergüenza de vivir en un mundo donde los espejos no muestran imágenes reales, si no que aparecen seres deformes de humanidad, donde no es posible hablar de pobreza porque los que compraron la palabra la aislaron de la verdad, la desnudaron de coraje, la vendieron por unos aplausos, por unas pocas monedas falsas.

Vivo en un mundo difícil, de silencios amargos, de realidades crucificadas.

Vivo en un mundo donde la violencia está lejos y también aquí mismo, donde hablar, aullar, se ha convertido en un delito.

EMPUTECIDO

Vivo en
un mundo que devora la libertad porque està hambriento de fascismo y con cada
paso, en cada gesto, se hace presente con su voz ferruginosa, con sus sables
afilados, con sus leyes cerraduras.

EMPUTECIDO

Vivo en
un mundo que devora la libertad porque està hambriento de fascismo y con cada
paso, en cada gesto, se hace presente con su voz ferruginosa, con sus sables
afilados, con sus leyes cerraduras.

Vivo en
un mundo de fachas al acecho, de fachas husmeando al enemigo en las calles y en
las urnas, de fachas sin disimulo, sin miedo a decirlo, sin miedo a recordar,
sin pudor para contar los golpes dados, la tierra robada, la muerte sembrada.

Vivo en
este mundo emputecido donde la vieja canción de los que siempre ganan suena a
todo volumen en las plazas.

Y los
espejos, las palabras, bailan grotescas.

Vivo en
este mundo de matones democráticos, de caudillos con inmenso olor a cuadra.

Vivo en
este mundo, triste mundo caído de bruces, poblado de hombres y de mujeres que
con la memoria aún viva reconocen a los perros de guerra por sus babas.

Vivo en
este mundo de delirio.

Ojalá la
rabia sea pronto algo más que un espejismo.

Silvia
Delgado