Estos días me pregunto qué clase de mundo vamos a dejar en herencia.

Más allá de nuestras sepulturas quedará una tierra donde la violencia si va a acompañada de democracia, es un bien para todos los que respiramos.

Un mundo de esclavizadores y esclavos, un mundo bárbaro.

Y
entre tanta confusión me pregunto también qué pasara con las
banderas, con sus cadáveres, con todos esos pueblos que son pasados
a cuchillo diariamente en nombre de extrañas libertades, de
justicias raras, de falsas intenciones de salvapatrias.


Y
entre tanta confusión me pregunto también qué pasara con las
banderas, con sus cadáveres, con todos esos pueblos que son pasados
a cuchillo diariamente en nombre de extrañas libertades, de
justicias raras, de falsas intenciones de salvapatrias.

Y
debo decirlo, siento que dejaremos un legado de náusea, que el
futuro que llega, trae a rastras demasiada barbarie.

A
la vista de todos está que muchas democracias hoy son abiertamente
asesinas, exhiben impúdicas, grotescas, su falta de humanidad y
hacen creer a quien quiera creerlo que lo hacen en nuestro nombre.

Bota

Esto
sucede ahora mismo, los imperios se disfrazan, las palabras se
adulteran y este lugar que debiera mejorarlo la historia empeora
irremediablemente.

Por
todo esto, me pregunto, ¿qué será de los que vienen?, ¿cómo
haremos para que hereden la canción o la esperanza?, ¿de qué
manera redactaremos el testamento que reparta la alegría o la
rabia?, ¿cómo explicaremos esta memoria de mentiras, de reiterados
daños, de inmensos latrocinios?, ¿cómo deletrearemos “democracia”,
sin mancharnos de sangre los labios, sin mancharnos los sueños?

¿Cómo
no avergonzarnos desde la tumba de este mundo mal parido, mil veces
violado, mil veces masacrado?

¿Cómo
haremos para que la rebeldía asome iracunda en la tierra y detenga
gota a gota la sangre que se derrama en nombre de las democracias?

¿Cómo
haremos esto sin que nos duelan los fracasos, sin que nos duela la
muerte, sin que nos duela esta vida de carne, cañón y hambre?

Silvia
Delgado