Artículo de opinión de Octavio Alberola

En un reciente artículo/respuesta (1), a uno de Pepe Gutiérrez-Álvarez sobre García Oliver y el «sindicalismo revolucionario» (2), José Luis Carretero concluía invitando a los «activistas del mundo laboral» a participar en el debate… Fue así como, sin preguntarme si mi trayectoria militante me permitía incluirme en tal categoría del activismo y por considerar interesante debatir sobre «la perspectiva dé un sindicalismo revolucionario en el tiempo que se avecina«, anuncié mi decisión de participar en este debate.

En un reciente artículo/respuesta (1), a uno de Pepe Gutiérrez-Álvarez sobre García Oliver y el «sindicalismo revolucionario» (2), José Luis Carretero concluía invitando a los «activistas del mundo laboral» a participar en el debate… Fue así como, sin preguntarme si mi trayectoria militante me permitía incluirme en tal categoría del activismo y por considerar interesante debatir sobre «la perspectiva dé un sindicalismo revolucionario en el tiempo que se avecina«, anuncié mi decisión de participar en este debate. Tanto porque no podía hacerlo enseguida como para darme tiempo y aportar una contribución que se apoyara en hechos constatados o investigaciones serias y no únicamente en convicciones u opiniones. Pues pienso que es procediendo así que podremos llegar a conclusiones útiles para potenciar las luchas por la emancipación humana, o contribuir -por lo menos- a clarificar el por qué de nuestras divergencias… Y ello porque, a pesar de ser éstas más o menos importantes, todos (3) los participantes coincidimos en desear que el sindicalismo sea «revolucionario» o por lo menos «combativo«, y también en rechazar el que se conforma con serlo retóricamente… Pero sobre todo por estar convencido de nuestra coincidencia en pensar que la Historia nos enseña a no considerarla como un proceso cerrado y, por consiguiente, a no considerar el reflujo revolucionario y la prepotencia capitalista actuales una fatalidad…

Ahora bien, me parece que el debate -para ser realmente útil- no debe reducirse a la pura formulación de deseos ni soslayar lo que es la realidad del sindicalismo actual y de lo que realmente son «las luchas del trabajo en el vertiginoso siglo XXI». Pues solo avanzando así podremos disponer de referentes para hacer enunciados objetivos que nos permitan, antes de formular propuestas para el futuro, tener una idea clara de la realidad presente y saber por qué el sindicalismo no es o no puede ser revolucionario hoy.

La realidad del sindicalismo y las luchas sociales hoy

Partiendo pues de la necesidad de abordar (aunque sea muy someramente) esta realidad y de lo que al respecto se puede deducir de los tres primeros textos del debate, me parece posible afirmar que  en los tres se considera -aunque con matices- la realidad actual del sindicalismo muy diferente y alejada de la que ella era en los tiempos de la Primera Internacional y de la primera parte del siglo XX, cuando ese sindicalismo hizo posibles las revoluciones rusa y española. No creo que sea necesario abundar en ello para evidenciar la confinación del sindicalismo (tanto del reformista como del que se pretende aún revolucionario) en la defensa de derechos laborales y su renuncia a la transformación social, a la revolución. Ni tampoco para describir el estado de desmovilización y derrotismo en que se encuentran la clase trabajadora y los pueblos hoy. Temas sobre los cuales existen muchos libros y hay disponible en Internet numerosa y valiosa información. Pero, sobre todo porque, los tres textos de los participantes al debate son al respecto muy elocuentes… Pues, como bien sabemos, siempre se desea lo que no se tiene o lo que no hay…

Para Pepe, «el lamento sobre la situación real de la clase obrera es una vieja canción» y el «sindicalismo revolucionario» resurgirá, como «en los sesenta«,  a través de «las mareas, los colectivos de mujeres de la limpieza, por movimientos que en un momento convergerán«.

Para José Luis, a pesar de considerar que el «sindicalismo social es una gran esperanza«, por haber «vivido ya décadas» de ese sindicalismo, considera que «el modelo no termina de cuajar…» y que, por lo tanto se impone «construir un ‘Gran Sindicato’, plural, antidogmático, revolucionario…»

Para Lluís, el título de su contribución (4) resume su visión de la situación y su propuesta: «hacer combativo el sindicalismo para que llegue a ser realmente revolucionario«.

Así pues, se reconozca abiertamente o no, el hecho es que la realidad del sindicalismo y las luchas sociales hoy aparece -en esos tres textos-  muy lejos de ser propicia para satisfacer los deseos expresados por sus autores. Y por ello, para el debate, solo se puede retener -pese a las diferencias de apreciación- que los tres participantes no van más allá de desear o inclusive esperar que la agravación de la «conflictividad social» posibilite la superación de la realidad actual.

Como puede verse, no es a partir de esos textos que puede haber materia a debate sobre las perspectivas para el sindicalismo revolucionario o combativo en el siglo XXI, pues los tres participantes al debate no van más allá (por lo menos en los textos en cuestión) de expresar deseos de recuperación de la combatividad sindical o de esperar que termine de cuajar lo que aquí o allá se está haciendo o se intenta hacer desde una óptica más combativa.

Las perspectivas del sindicalismo

Desgraciadamente, lo reconozcan o no, sus deseos y sus esperanzas son puramente expresiones subjetivas, y, aunque las compartamos, no es posible basar el cambio social en tales especulaciones y por ello debemos tratar de encontrar razones más objetivas e incitativas para la lucha. No solo porque la mundialización de la economía de producción y consumo ha debilitado enormemente la lucha sindical y la ha dejado casi reducida a la «defensa de los puestos de trabajo»  sino también porque el desarrollo industrial capitalista, democratizando el consumo, ha hecho posible la colonización  del deseo de las masas por la ideología consumista y las ha instalado en el conformismo. Po lo que es necesario no olvidar que, si es verdad que el sindicalismo y las luchas obreras obligaron al capitalismo a humanizarse, también lo es que esas luchas contribuyeron a su extensión y consolidación: al inscribir la reivindicación en la lógica propietarista y consumista del bienestar material. Lógica que ha terminado por convencer a la gran mayoría de la gente de que, para producir tal bienestar, el capitalismo es la única alternativa.    

No obstante, pese a ser esta realidad tan obvia y tan nefasta hoy para la movilización sindical y social, en las tres contribuciones se sigue apostando por el sindicalismo revolucionario como instrumento fundamental para la transformación social… Basando únicamente tal «posibilidad» en una hipotética recuperación de la «combatividad» de la clase trabajadora. Es decir: que no solo no se aborda la cuestión del «¿cómo hemos llegado hasta aquí?«, sino que ni siquiera se cuestiona el rol del sindicalismo reivindicativo en el proceso que ha permitido al capitalismo imponerse y ser hegemónico en todo el planeta.

Por supuesto, la recuperación de la movilización y la combatividad es fundamental.  Pero, ¿para qué serviría esa recuperación sin cuestionar lo que ha sido el principal motor de una combatividad sindical que, pese a las victorias obtenidas en la confrontación con el Capital, no ha podido impedir que hayamos llegado hasta aquí? Creo que la experiencia histórica de esas luchas muestra la necesidad  y urgencia de no olvidar lo que debe ser el sindicalismo para poder ser emancipador…

El sindicalismo y la emancipación

Para que el sindicalismo pueda ser emancipador me parece evidente que debe privilegiar la lucha por el fin de la explotación a la lucha porlas mejoras inmediatas dentro del sistema capitalista. Conformarse con esta lucha no permitirá nunca al sindicalismo ser alternativa a la sociedad capitalista.

Un tal sindicalismo, podrá ser más o menos combativo, para arrancar o defender derechos laborales, evitar despidos, conseguir aumentos salariales, etc., etc.; pero en ningún caso ese sindicalismo será revolucionario. Solo lo será si se propone y lucha por poner fin a la explotación y a la dominación. Y para ello le será necesario no solo no dejar primar en la lucha la lógica propietarista y consumista sino también dejar de ser un milenarismo.

Me parece pues absolutamente necesario cuestionar lo que ha impedido y sigue impidiendo a la lucha reivindicativa sindical poder ser revolucionaria y que el sindicalismo pueda ser emancipador, y, para ello, también es necesario renunciar a presentar el sindicalismo revolucionario como «mesianidad sin mesianismo» (5). Es decir: «una actitud de espera sin horizonte de llegada» para el «advenimiento de la justicia«.

Por supuesto, con esto no quiero decir que, mientras los humanos no logremos liberarnos de esta lógica propietarista y consumista y no se consiga poner en marcha un sindicalismo auténticamente revolucionario, no comparta con los tres el deseo de conseguir que la práctica sindical tenga un carácter plural, no dogmático… No obstante, creo que los tres estarán de acuerdo en que cada vez es mayor la urgencia de renunciar a negociar con el sistema capitalista y de combatirlo. No sólo por razones de justicia sino de la sostenibilidad de la vida en la Tierra. Por ello el sindicalismo revolucionario, para serlo, deberá ser también un instrumento de concienciación ecológica.

Octavio Alberola

NOTAS:

(1) http://kaosenlared.net/notas-sobre-sindicalismo-revolucionario-debatiendo-con-pepe-gutierrez-alvarez/ 

(2)  http://kaosenlared.net/garcia-oliver-y-el-sindicalismo-revolucionario-notas-al-vuelo-sobre-unas-reflexiones-de-jose-luis-carretero/ 

(3) Además de Pepe Gutièrrez-Álvarez y José Luis Carretero, se ha incorporado al debate Lluís Rodríguez Algans.

(4) http://kaosenlared.net/hacer-combativo-el-sindicalismo-para-que-llegue-a-ser-realmente-revolucionario/

(5) http://kaosenlared.net/mesianismo-ha-dicho/

 


Fuente: Octavio Alberola