Esta mañana  recibí la llamada telefónica  mi amigo Munter en la que me comunica que cerca de la aduana de Jaber, en la frontera jordano-siria, había sucedido un hecho espeluznante. Hasta el puesto llegó una mujer embarazada con un disparo en la cabeza- al parecer causado por un francotirador- que fue atendida por los médicos de la Media Luna Roja. En vista de que irremediablemente agonizaba tomaron la decisión de hacerle una cesárea. La operación fue todo un éxito y los médicos consiguieron salvar al bebé.

Al día siguiente me dirigí hacia el campo de refugiados de Zaatari (vertedero humanitario de 115.000 habitantes)  para pedir información sobre el « bebé milagro » y los militares jordanos me informaron que el recién nacido, como no tenía ningún pariente que se hiciera cargo de él, se encontraba en manos de los funcionarios de las UNICEF. ¡Que tristeza! Un huérfano más al que les espera un futuro plagado de penalidades y fatigas.

Al día siguiente me dirigí hacia el campo de refugiados de Zaatari (vertedero humanitario de 115.000 habitantes)  para pedir información sobre el « bebé milagro » y los militares jordanos me informaron que el recién nacido, como no tenía ningún pariente que se hiciera cargo de él, se encontraba en manos de los funcionarios de las UNICEF. ¡Que tristeza! Un huérfano más al que les espera un futuro plagado de penalidades y fatigas. A los sirios nadie los quiere pues son pobres  y vienen a agravar la de por si ya maltrecha   económía de los países de acogida.  Es un pueblo maldito y no son bienvenidos en Jordania, no son bienvenidos en el Líbano, no son bienvenidos en Turquía, ni en Egipto o Irak.   El 70% de los 150.000 muertos que se ha cobrado esta  miserable guerra pertenece a la población civil. Nosotros nos limitamos a transcribir  lo que nos relatan los testigos de primera mano, o sea,  los supervivientes de las masacres  que nos  hablan de brutales ataques de artillería pesada, misiles Scud, lanzamientos de barriles llenos de explosivos desde helicópteros, aviones de combate que disparan proyectiles cargados con napalm, fósforo blanco, bombas de racimo, o  armas químicas. Ese es el castigo que les manda el rais supremo Bachar Al Assad por haber desafiado su autoridad. A base de miedo y de terror  escarmientan a su pueblo los tiranos y dictadores árabes en su afán por imponer  la « paz » y el « orden ».   Es difícil superar tanta degradación humana, una maldad indescriptible que nos deja anonadados.  Estamos ante una orgía irrefrenable de odio y de venganza cuyo objetivo es el  causar el máximo dolor a sus adversarios. Los heridos sin compasión se  rematan con un tiro en la sien o en la nuca, a otros se les riega con gasolina y se les quema vivos o se descuartizan con motosierras. No nos sorprende la crueldad de violencia sectaria pues desde tiempos inmemoriales se han distinguido por su ensañamiento y sadismo.   El  ejército de Bachar Al Assad a pesar de haber recibido durante el primer año de guerra duros golpes ha recuperado la iniciativa gracias a la intervención de la milicia de Hezbollah en una alianza estratégica con los Guardianes de la Revolución iraníes. Además de recibir la valiosa asistencia técnica y militar rusa y China que le proporciona  las armas y pertrechos necesarios para afrontar las vicisitudes del conflicto bélico   Ahora que los  periodistas independientes son asesinados, perseguidos o  secuestrados es difícil tener un testimonio fidedigno de lo que ocurre sobre el terreno. En todo caso la opinión pública occidental asqueada por el morbo y las atrocidades de un drama tan sangriento  prefiere mirar para otro lado. Es por ello que no existe ningún impedimento para continuar las masacres, la demolición ciudades y pueblos. Todo es válido después de que Bachar Al Assad haya decidido entregar sus arsenales químicos a los observadores de la ONU a cambio de librarse de la ofensiva militar que le tenían preparada  EEUU y Europa. Una maniobra muy bien planificada por el presidente ruso Vladimir Putin que consolida sus lazos de hermandad con la dictadura siria a cambio de controlar sus  recursos petrolíferos y la base militar de Tartus en el Mediterráneo oriental. Nos tememos que ese pavoroso crimen perpetrado por el ejército sirio en Ghouta, en las afueras de Damasco, donde murieron gaseados cientos de civiles –en el peor ataque químico del siglo XXI–  quede en la impunidad.   Un espíritu maligno ha poseído a Siria, un virus diabólico envenena el alma de los combatientes ya sean   chiitas, sunitas, alauitas, kurdos, armenios, drusos, cristianos, los Guardianes de la Revolución iraníes o los milicianos de Hezbollah, los sunitas iraquíes, los chiitas iraquíes, los yihadistas, los guerrilleros del ELS. Acontecimientos que nos demuestran la más absoluta degradación del ser humano.   Más de 20.000 voluntarios  procedentes del mundo entero han respondido la llamada a la yihad lanzada por el jeque Ayman al Zawahiri, líder de Al Qaeda. Estos  moyahidines enrolados en las diferentes  katibas o milicias están dispuestos a fundar el Califato de Levante (Siria).   El máximo placer de los yihadistas, no importa si son chiitas o sunitas, es morir como mártires, La muerte es atractiva, y hasta romántica. Caer en primera línea de fuego  bañados en sangre e iniciar el viaje al paraíso donde les espera la fiesta con las huríes. Después de lavar al muerto, amortajarlo, perfumarlo  y anunciar su martirio disparando al cielo las armas entre gritos de ¡Allah akbar ! despedirlo con todos los honores para glorificar su memoria.   Nos sentimos impotentes, con las manos atadas. Los refugiados nos preguntan que cuándo se va a acabar esta pesadilla.  Y yo les digo que muy pronto, Inchallah. Aunque en el fondo todos sabemos  que es mentira, que no hay ninguna esperanza, Yo no sé cómo explicarles que han sido condenados, abandonados por la comunidad internacional ¿dónde está la ONU, la Unión Europea, EEUU o la Liga Árabe?   Nadie se atreve a intervenir y salvarlos del exterminio como ha acontecido tantas veces en la historia con otros pueblos: Bosnia, Zaire, Ruanda, Kosovo. Al fin y al cabo las guerras son un gran negocio para la industria armamentística y los contrabandistas de armas. Así se mueven los intereses del mundo capitalista. Unos ganan y otros pierden.          Los francotiradores sin que les tiemble el pulso desde sus madrigueras disparan con precisión matemática a quien se atraviese en su camino. No importa que sean  niños, mujeres o ancianos pues el objetivo es multiplicar el sufrimiento y el dolor. Aniquilar, matar, eliminar, exterminar son los únicos verbos que saben conjugar a la perfección.   A una madre embarazada le han volado la tapa sesos, una mujer que podría ser sunita, chiita, cristiana, drusa o kurda, sea cual sea su grupo su étnico o confesional ni siquiera se le dedica un renglón en las noticias de la prensa diaria. ¡Que más da! es un muerto más entre los miles que se pudren en los cementerios, un ser anónimo, un cadáver anónimo ¿un animal o un ser humano?  A los animales muchas veces se les trata con mayor respeto y cariño.   Las noticias no pueden ser más dramáticas: UNICEF reclama urgentemente 610 millones de euros de ayuda humanitaria a los países donantes porque deben garantizar la supervivencia de 5 millones de niños sirios y los cuatro millones de desplazados. Las agencias de la ONU y las ONGs también exigen una partida extra para atender a la población más vulnerable. Porque en Siria hay desnutrición crónica, la gente muere de hambre sin que sepamos a ciencia cierta la cifra exacta. En las zonas rebeldes se han perdido las cosechas, los mercados están desabastecidos. Por ejemplo,  el pan ha subido el 500% desde que se inició la guerra civil, un kilo de arroz cuesta 49 eurosun litro de leche 20 euros, las epidemias como la polio o la tuberculosis se recrudecen,  se necesita urgentemente sangre para las transfusiones, suero, medicamentos para los heridos y enfermos, no hay gas, ni electricidad para enfrentar el crudo invierno, el agua está contaminada, y la mayoría de los ciudadanos se encuentran destrozados psicológicamente. Es tal la desesperación que la gente come cartón para aliviar el hambre, otros se alimentan con gatos, perros o burros (aunque el islam lo considere un pecado) Y si sigue así no faltarán los casos de canibalismo. Estamos presenciando una de las crisis humanitarias más grandes de la historia contemporánea.  A las víctimas el único consuelo que les queda es orar y  resignarse a la voluntad de Allah, el señor del mundo, el clemente y el misericordioso, que no se sabe muy bien por qué les ha condenado a este pavoroso holocausto.  

Carlos de Urabá 2014

Zaatari-Jordania


Fuente: Carlos de Urabá