Los tiempos del tricornio, la tortura, la vida eterna entre rejas han cambiado poco.

La espera para algunos presos es demasiado larga.

El silencio como castigo es un calvario.

La enfermedad un martirio que no cesa.

Y el dolor,
profundo,

tan profundo como las
huellas de la violencia verde, toga, acharolada.

Allí están sus ojos,
sus huesos, su sexo, sus palabras.

Allí está su
desobediencia, su rabia, su desgana.

Allí, en aquellas
celdas que son cloacas,

que son galeras,

que son fosas

respira la dignidad
de quien tiene por piel los ideales.

Los tiempos de la
cadena perpetua nunca terminaron,

Y el dolor,
profundo,

tan profundo como las
huellas de la violencia verde, toga, acharolada.

Allí están sus ojos,
sus huesos, su sexo, sus palabras.

Allí está su
desobediencia, su rabia, su desgana.

Allí, en aquellas
celdas que son cloacas,

que son galeras,

que son fosas

respira la dignidad
de quien tiene por piel los ideales.

Los tiempos de la
cadena perpetua nunca terminaron,

nunca acabaron los
verdugos, ni los sicarios,

nunca se exiliaron
los cobardes que a golpe de ley o por pelotas,

secuestran los
futuros que les estorban.

Pero si allá dentro
creen que habrá un mañana,

si allá desentierran
a cada instante la esperanza

combatiendo los días
de injusticia con hambre,

sed

y rebeldía

no seré yo quien
avergüence su lucha con el acostumbrado silencio de los poetas,

no seré yo quien
calle su verdad entre mis líneas.

Hablaré para recoger
todas sus voces,

defenderé con mis
versos sus nombres

recordaré que los
peligrosos,

los verdaderamente
canallas están siempre fuera de las jaulas.

Y a todos aquellos
oídos castos que niegan este horror de fusiles, sombras y cadalsos,

a todos aquellos que
engendran amnesia,

que bajan los ojos y
el canto

les digo que el
tiempo un día vomitará indiferencia sobre sus cuerpos amargos

y no tendrán quien
les escriba

y no tendrán quien
guarde en la memoria

la poca vida de
quien tanto calla.

. . Silvia
Delgado