Sucede con el tabaco como con las balas, sobre las que suele decirse que lo peligroso no es la bala en sí, sino la velocidad que lleva en el momento del impacto. Una bala en su estuche es prácticamente inofensiva, pero a trescientos kilómetros por hora puede matar al metrosexual más en forma. Hasta la sustancia más inocua en apariencia es potencialmente mortal en función de la dosis que se consuma y de su pureza.

Sucede con el tabaco como con las balas, sobre las que suele decirse que lo peligroso no es la bala en sí, sino la velocidad que lleva en el momento del impacto. Una bala en su estuche es prácticamente inofensiva, pero a trescientos kilómetros por hora puede matar al metrosexual más en forma.
Hasta la sustancia más inocua en apariencia es potencialmente mortal en función de la dosis que se consuma y de su pureza.

El tabaco es una planta natural, su peligro para la salud del fumador deriva de las sustancias artificiales añadidas, deliberadamente adictivas. Los aditivos en el tabaco vienen a ser lo que la velocidad en la bala. Por otra parte este es el argumento central en las reclamaciones formuladas contra las multinacionales tabaqueras.

Obviamente no es lo mismo consumir tabaco natural que adulterado. Tampoco es igual comer jamón de un cerdo criado en casa que jamón de un animal cebado con los famosos piensos locos.

Las autoridades sanitarias advierten que fumar es peligroso y, sin embargo, permiten la adulteración legal del tabaco y del jamón ; si realmente les preocupara nuestra salud comenzarían por controlar su calidad. Pero claro, es más fácil apretar las clavijas al pequeño y disperso consumidor que a las enormes y concentradas multinacionales ; si no, que se lo pregunten a los fabricantes de balas.

Atentamente,

Carlos Rueda

Casa Pedro/ 22711-BOTAYA