La policía supo que no puede actuar con total impunidad ante la mirada frustrada de los vecinos, supo que no vamos a normalizar el atropello sistemático.
Lunes por la tarde. Cruzo la plaza de Lavapiés. Voy pensando en comprar fruta para la reunión de una de las organizaciones sociales que se ubican en el barrio. Hace buen día, algunos habituales charlan en los bancos, los niños juegan en el parquecito, otros pasean…todos ellos cercados por un amplio destacamento de policía nacional (había municipal también, no ?. Otra vez. ’Control rutinario de documentación’. Otra redada. Otra razia.
La policía supo que no puede actuar con total impunidad ante la mirada frustrada de los vecinos, supo que no vamos a normalizar el atropello sistemático.

Lunes por la tarde. Cruzo la plaza de Lavapiés. Voy pensando en comprar fruta para la reunión de una de las organizaciones sociales que se ubican en el barrio. Hace buen día, algunos habituales charlan en los bancos, los niños juegan en el parquecito, otros pasean…todos ellos cercados por un amplio destacamento de policía nacional (había municipal también, no ?. Otra vez. ’Control rutinario de documentación’. Otra redada. Otra razia.

La plaza se llena de policía. Tienen a un grupo de migrantes en hilera de espaldas contra una pared, están pidiendo los papeles. Me paro con un grupo de latinoamericanos a los que acaban de pedir la documentación. “Por qué no van a por los que hacen algo de verdad”, dice uno. Otra mujer indignada comenta : “Yo acabo de salir de trabajar…y en la pared, es humillante”.

Tienen documentación y ya han sido identificados, pero se quedan al lado de los que esperan en la hilera. Con la indignación parada en el sitio. Otras personas miran lo que pasa de lejos. Otra redada y, otra vez, rabia e impotencia de no ser capaces de hacer nada.

No llego a incorporarme a la reunión. Ya hay alguna vecina más mirando. Me uno a algunos compañeros y amigos. Somos pocos y no sabemos qué hacer. Lo mínimo, que al menos se sientan observados. Nos ponemos enfrente. Les pedimos además los nombres de los que están separando de la hilera y metiendo en una furgoneta Ducato, para que las redes de apoyo a migrantes del barrio puedan hacer seguimiento de su situación. “Estamos trabajando, después hablamos con ustedes”, nos dice uno de los que parece estar ’coordinando’ la operación, walkie en mano y vestido ’de paisano’. Es decir, que no nos van a dar la lista. Uno de ellos rompe el papel donde una compañera iba apuntar los nombres y la matrícula de la furgoneta.

Tampoco nos dejan estar en la calzada. Se encaran contra un chico que ha hecho una foto con el móvil. Sube la tensión y se oye el primer grito : “Ningún ser humano es ilegal”. Comenzamos a gritarles mientras siguen pidiendo papeles, aunque sabemos que han puesto multas por escándalo en casos similares. Pero ahora empezamos a dejar de ser un grupo reducido. Rueda de llamadas y la gente de la plaza que reacciona al grito de “no son delincuentes, son nuestros vecinos”. Debemos ser unos 30. A un lado de la policía, blancos, al otro, negros. La más simple de las segregaciones. “Esto se parece a la Alemania nazi”, se oye.

Se están poniendo nerviosos. Hace un rato que se ha marchado la furgoneta y uno de los coches con la gente que han detenido. No sabemos cuántos tenían dentro y cuántos se llevan, ¿15 ? ¿20 ? “Ningún vecino, desaparecido”, volvemos a gritar. Algunos migrantes recién identificados y otros que pasan por allí se sienten respaldados y se unen. “Sólo son inmigrantes, déjalos en paz”, exclama uno. Echamos de menos algún objeto con el que poder hacer más ruido. Sólo los cuerpos, los silbidos, las patadas, los gritos. Y somos cada vez más.

Unos niños se encaraman al banco que la policía tiene justo delante y les gritan : “¡Fuera, fuera !”. Todo el mundo les chilla que se vayan. Ahora están esperando a que vengan más coches para poder llevarse a otro grupo. Somos más de cien personas ( ??). Llegan más coches de policía, más motos, meten a más personas. La multitud grita “¡libertad, libertad… !” a los coches de policía y se va acercando a ellos. Se intenta impedir que se lleven a los últimos detenidos poniéndonos delante de los vehículos. Empujones. La policía agrede a varias personas. Se responde con más gritos, y golpes a los coches, alguien escupe al cristal de uno de ellos.

“Ningún vecino desaparecido”. La gente ha salido a los balcones y la plaza es un hervidero. “Fuera la polícia de nuestros barrios”, se clama. También se señala a los que van de secreta y a los coches que quedan, uno a uno. La gente les insulta, les persigue mientras se retiran.Gritamos contra cada uno de ellos hasta que van abandonando la plaza. Salen más coches y motos de policía. Son muchos, no sé de dónde han salido tantos. Nosotros también somos muchos y, por un momento, nos sentimos fuertes. Sale el último coche de la plaza y un aplauso rompe sobre todos.

Hay de 15 a 20 personas detenidas ( ???), los que se han llevado en la furgoneta y un chico que han detenido en Embajadores y que parece que puede estar encerrado hasta el miércoles.

Hoy hemos dado un paso adelante ante el acoso policial constante a la población migrante del barrio. Algunos lo habían hecho ya en solitario o en pequeños grupos. Pero hoy fuimos muchos. Hoy la policía supo que no puede actuar con total impunidad ante la mirada frustrada de los vecinos, supo que no vamos a normalizar el atropello sistemático. Hoy les miramos juntos, les gritamos juntos, les señalamos, les echamos de la plaza. Hoy no pasamos de largo, como quien va a comprar fruta.

Una vecina de Lavapiés


Fuente: Fuente : Indymedia Madrid