Al compañero Rafael Cid:

Acabo de releer tu artículo, "Horizonte 2015# TOMA EL MUNICIPIO", y no logro comprender la lógica que te ha llevado a proponer hoy el “deja-vu” electoral como una "apuesta nueva" e "insolente".

Comprendo y comparto tu preocupación porque «el espacio ciudadano que aglutina la ofensiva del inefable 15M sigue sin ser propiamente una polis», y también estoy de acuerdo contigo en que, «para que arraigue una auténtica polís, donde la fuerza del demos revele toda su naturaleza democrática, es preciso que el entorno urbano se funda con el medio rural, sin mutilaciones territoriales».

Comprendo y comparto tu preocupación porque «el espacio ciudadano que aglutina la ofensiva del inefable 15M sigue sin ser propiamente una polis», y también estoy de acuerdo contigo en que, «para que arraigue una auténtica polís, donde la fuerza del demos revele toda su naturaleza democrática, es preciso que el entorno urbano se funda con el medio rural, sin mutilaciones territoriales». Incluso me parece muy oportuno que alertes sobre «la amenaza que representa ese borrador que el gobierno mantiene oculto para reformar la Ley de Régimen Local», con la que pretende «liquidar miles de pequeños ayuntamientos pasando sus competencias a las nefastas diputaciones». Y no sólo porque eso significaría «poner en marcha una suerte de desamortización antisocial que mercantilizaría los bienes comunes de esos municipios (bosques, tierras, pastos, etc.)» sino también porque eso reduciría aún más la capacidad del ciudadano a intervenir en las decisiones que le conciernen.

Pero no comprendo ni comparto tu propuesta de «ir al asalto de las municipales en las elecciones del 2015». No sólo por considerarla ingenua, ilusoria y conformista sino también por considerarla contraproducente. No, no comprendo que alguien tan informado y perspicaz haya podido olvidar cómo acabaron todas esas apuestas electorales, y aún menos que consideres oportuno ir contrapelo de la «saga deslegitimadora» que todavía sigue siendo el movimiento de los indignados.

Comprenderás pues que lo manifieste y que, además, trate de argumentarlo. No sólo porque en la nota final nos dices que tu propuesta es una «opinión» que debe «servir como elemento de reflexión» sino también porque estoy de acuerdo contigo en que podemos reflexionar sin dar lugar «a discordias en el seno del movimiento». Y ello por la simple razón de que todos compartimos o deberíamos compartir el objetivo de «que el formidable capital democrático acumulado por el movimiento de los indignados sirva para transformar el sistema». Como también la urgencia de encontrar iniciativas para evitar «el riesgo de rendimientos decrecientes en la eficacia de la indignación, con reversión o bloqueo del proceso por el lógico adocenamiento de las movilizaciones, protestas, huelgas y resistencias».

Ahora bien, compartir ese objetivo y ser conscientes de esa urgencia, es una cosa y otra muy distinta proponer lo de «ir al asalto de las municipales en las elecciones del 2015». No sólo por no compartir tu ilusión de creer que, «de esta forma, a la actual saga deslegitimadora sucedería otra de creación de derecho que significaría de hecho la caída del régimen de bipartidismo dinástico imperante», sino también porque la «creación de derecho» desde arriba, desde las Instituciones, no ha servido hasta ahora «para transformar el sistema».

Mi rechazo a tu propuesta proviene de lo que la experiencia histórica nos ha permitido comprender: que no se transforma el sistema integrándose en él y menos aún renunciando a deslegitimarlo. De ahí que considere contraproducente incitar a «la actual saga deslegitimadora» a pasar de deslegitimadora a participadora; pues no comprendo lo que ella ganaría, en capacidad de acción transformadora, renunciando a seguir siendo lo que hasta ahora le ha permitido existir e incidir positivamente en los debates y luchas sociales de hoy.

Mi oposición, mi crítica a tu propuesta no es ideológica, temor de vulnerar el dogma antielectoral; puesto que mi rechazo a las elecciones no es por considerarlas contrarias a los principios libertarios sino porque estoy convencido de que ellas, en el actual sistema, sólo sirven para integrar a los ciudadanos en él. Si creyera posible cambiar la actual sociedad de clases en una más justa y racional a través de las lecciones no dudaría, ni un segundo, en inscribirme en uno de esos Partidos que participan en ellas con tal ilusión.

¿Qué sentido tendría mantenernos (los libertarios) en nuestras posiciones antilectorales (apolíticas) si no estuviésemos convencidos de que por ese camino no se llega a buen puerto? Un convencimiento surgido, repito, de la experiencia histórica, no de la creencia en un dogma. Aunque para algunos quizás si lo sea.

El problema no es pues votar, sino creer que votando se puede conseguir el progreso de la lucha anticapitalista y antiautoritaria. Y aún más, en este caso, cuando la propuesta es para transformar el «libertario ‘no nos representan’ que grita la calle» en una «realidad legal»… Es decir, en legalizar e institucionalizar esa «nueva conciencia que ha creado la solidaria protesta ciudadana».

Claro que debemos hacer todo lo posible para no verla «morir de éxito»; pero, aun ganando las elecciones, ¿lograría sobrevivir renunciando a lo que era?

Lo «insolente» en tu propuesta es tu confianza (Fe) en su viabilidad… Tanto para convencer a esa «nueva conciencia» de transformarse en un Partido como en ganar esas elecciones. Pues no sólo han fracasado (afortunadamente) hasta ahora todas las tentativas por hacer del 15M un nuevo Partido sino que es realmente quimérico pensar que un tal Partido pudiera ganar esas u otras elecciones. Aunque sólo sea por el simple hecho de que debería competir con el PP, por un lado, y con los Partidos reclamándose de izquierda, por otro.

¿Cómo has podido Rafa hacerte tales ilusiones? Claro que «hay que ser proactivo y no simplemente reactivos frente al poder». Pero sabes muy bien que no es la retórica que hace la historia y que ésta está llena de invocaciones como la anterior. Como también sabes que no es suficiente, para «superar el bloqueo de ese abstencionismo irredento que no distingue espacios ni tiempos», con una propuesta «que nace de la convicción de la falta de un colofón constituyente en la larga marcha autogestionaria emprendida por el 15M», y que, además, debe resignarse a invocar (a través de la cita de Castoriadis) a los ciudadanos a no «quedarse en su casa» y volver «a ser un ciudadano activo», consciente de «que la realización de eso que quiere depende de sí mismo y de los otros y no de un voto o de lo que sus representantes hagan en su lugar».

¿Por qué pues, estimado Rafa, no hacer tu propuesta más proactiva transformando el «toma el municipio» por arriba, votando en las elecciones, por un «toma el municipio» por abajo, a través de iniciativas como las de las ocupaciones de calles y plazas? Iniciativas que, en momentos oportunos, han demostrado su proactividad y, además, eficacia para obligar a los Partidos de la Oposición a oponerse más decididamente a los planes del Gobierno o a quedar en evidencia.

Cuando esa «consciencia nueva» ha llevado a muchos ciudadanos a salir de sus casas y a volver a ser ciudadanos activos, conscientes de que la realización de eso que quieren depende de sí mismos y de los otros «y no de un voto o de lo que sus representantes hagan en su lugar», ¿no te parece más lógico proponer iniciativas que, además de reafirmarla, tengan como objetivo extenderla?

Fraternalmente

Octavio Alberola


Fuente: Octavio Alberola