Tiene nombre de tribu del noroeste de los Estados Unidos y el mismo espíritu de lucha que hizo famosos a los guerreros indios. A sus 21 años, Oneyda Lizeth Hércules Rodríguez combate contra la explotación que sufren las mujeres hondureñas en las maquilas textiles, empresas de producción por cuenta ajena en las que los derechos laborales dejan mucho que desear.

Tiene nombre de tribu del noroeste de los Estados Unidos y el mismo espíritu de lucha que hizo famosos a los guerreros indios. A sus 21 años, Oneyda Lizeth Hércules Rodríguez combate contra la explotación que sufren las mujeres hondureñas en las maquilas textiles, empresas de producción por cuenta ajena en las que los derechos laborales dejan mucho que desear.

El 8 de febrero de 1983, Oneyda vino al mundo en la localidad hondureña de Choloma Cortés. Siendo aún una niña, con apenas 14 años, el asesinato de su madre la abocó a lanzarse al mundo laboral. « Éramos cuatro hermanos y tenía que ayudar económicamente a mi padre », recuerda. Después de probar suerte en una fábrica de limas de afilar, en la que trabajaba de sol a sol y carecía de seguridad social y horarios por ser menor de edad, decidió cambiar de empleo.

Con documentación falsa para simular su mayoría de edad (la única manera de acceder a una fábrica), Oneyda entró a una maquila textil de capital coreano. Trabajaba desde las 07.30 a las 22.00 horas por menos de 29 euros a la semana, al igual que el resto de sus compañeros. Por si fuese poco, era objeto de un implacable acoso sexual por parte del supervisor y del gerente de la empresa.

Incapaz de soportar esas condiciones laborales y con una situación personal compleja (su padre quería que se emparejase con el gerente de la maquila coreana), se marchó a México durante seis meses.Al volver a Honduras, la única salida laboral que tenía era probar suerte en otra maquila.

« Allí, a las mujeres nos maltrataban. No teníamos ningún derecho y a los encargados sólo les interesaba la producción », relata.Con bastante miedo, pero decidida a luchar por sus derechos, entró en contacto con la CGT y se decidió a formar un sindicato de trabajadoras textiles.

Al enterarse, sus jefes la echaron de forma inmediata, pero ella ha logrado reunir a más de 70 trabajadores de su maquila en el sindicato. « Es muy difícil, porque el miedo a perder el empleo es muy fuerte », explica.

Desde entonces, pelea contra viento y marea para que el Congreso Nacional de Honduras apruebe una ley que proteja las prestaciones de los trabajadores de las maquilas. Mientras tanto, descubre al resto del mundo la realidad laboral del sector textil de la mano de Intermón Oxfam, la organización que más la ha apoyado en su lucha.

A las 10.00 horas de hoy, Oneyda se reunirá con 300 estudiantes madrileños de Secundaria para debatir sobre la situación laboral de las mujeres en Honduras. Durante la cita, en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, todos los asistentes tendrán la oportunidad de tejer la Manta de los Sueños de los Derechos Laborales.

Para confeccionar esta pieza, cada alumno escribirá en un trozo de tela qué es lo que desea para una convivencia laboral plena.Acto seguido, los pedazos será unidos entre sí hasta crear una enorme manta de los Derechos Laborales.