Artículo de opinión de Rafael Cid

Pedro Sánchez es presidente gracias a un oportuno y bien orquestado Fuenteovejuna. Una alianza matrix, con el aliciente de echar al PP de las instituciones, le encaramó al poder dejando al partido más votado sólo, dividido y convaleciente de sus innumerables corrupciones. Con ese factor emocional como viento de popa, y si necesidad de presentar un programa de gobierno alternativo, el PSOE entró en La Moncloa para devolver la voz a la ciudadanía “lo antes posible”. Se entendía que el nominal de los apoyos parlamentarios ya no respondía a la realidad que la gente expresaba en la calle.

Pedro Sánchez es presidente gracias a un oportuno y bien orquestado Fuenteovejuna. Una alianza matrix, con el aliciente de echar al PP de las instituciones, le encaramó al poder dejando al partido más votado sólo, dividido y convaleciente de sus innumerables corrupciones. Con ese factor emocional como viento de popa, y si necesidad de presentar un programa de gobierno alternativo, el PSOE entró en La Moncloa para devolver la voz a la ciudadanía “lo antes posible”. Se entendía que el nominal de los apoyos parlamentarios ya no respondía a la realidad que la gente expresaba en la calle.

El discurso con que el líder socialista armó su iniciativa para “regenerar la democracia” tenía como pilar fundamental revertir las políticas regresivas del Partido Popular. Un elenco de posibilidades que el propio pretendiente no dejó en saco roto durante su comparecencia parlamentaria. Acabar con la reforma laboral, mejorar las pensiones, potenciar la financiación autonómica, desbloquear el conflicto catalán y derogar la “ley mordaza” fueron algunas de las bazas ofrecidas por Sánchez para lograr ser investido como alternativa a Rajoy.

Es verdad que nada se dijo sobre las igualmente nocivas purgas efectuadas por su partido en materia laboral, de pensiones o en lo referente al artículo 135 de la Constitución. Ni tampoco nadie entre sus compañeros de viaje se lo exigió. Tan expeditivo fue el vaivén que todos convinieron como lógico, normal y hasta necesario que el nuevo ejecutivo funcionara sobre el pautado del presupuesto aprobado por el adversario derrocado. El fervor del “no es no” impedía mayores matices ni exigencias.

Y para no defraudar las expectativas, nada más arrancar su periplo Sánchez lanzó dos globos sonda. El primero, bienvenido y digno de alabanza, fue la calurosa acogida a los migrantes del Aquarius ante la respuesta xenófoba de Italia y Malta. El otro tiene algo de arqueología funeraria: sacar los restos del Caudillo del Valle de los Caídos. Porque desubicar a la momia más célebre de la dictadura, tiene más de “brindis al sol” que de reparación histórica. En ese terreno, todo pasa por anular las atroces sentencias del franquismo y reparar la flagrante desigualdad en las indemnizaciones que la ley contempla para sus deudos. Lo demás es justicia poética.

Por ahí parecen ir los tiros tras los primeros espasmos de ilusión y esperanza despertados tras la salida por pies de los populares. Ahora, los términos más comunes utilizados por los miembros del nuevo gobierno son “no hay tiempo”, “no tenemos mayoría parlamentaria”, eso que el vulgo interpreta como “echar balones fuera”. Porque, lo aducen como excusa de autoridad, las circunstancias han cambiado. No es lo mismo estar en el gobierno que en la oposición. Lo que suelen decir todos los partidos cuando tocan poder y pasan del “no es no” al “ya veremos”. Retórica.

Y como muestra de que no es una opinión irrelevante de ministros recién llegados, sino de una consigna representativa, ahí están las declaraciones del presidente del gobierno Pedro Sánchez al diario El País, el mismo que en pleno fragor de la crisis con la gestora del PSOE le tildara en un editorial de “insensato sin escrúpulos” y en otro reciente lo calificara de “gobierno inviable”. Lo dicho allí tiene relevancia, dado el carácter militante de ese periódico como intelectual orgánico de Ferraz (tiene a Pérez Rubalcaba en el consejo editorial; su adjunto a la dirección y ex director, Estefanía, es patrono de la Fundación Felipe González, y uno de sus asesores económicos, Juan Carlos Díez, fue quien elaboro el programa económico de Zapatero, entre otras señas de afinidad).

Empecemos por decir que esa empresa periodística y Moncloa parecen haber hecho un ejercicio de amnesia a título lucrativo. Sánchez olvida las descalificaciones lanzadas por El País y éste a su vez ignora todo lo que tenga que ver con “la herencia socialista” que provocó una huelga general en la época en que Sánchez ocupaba escaño en la bancada socialista. Con esas credenciales, y a riesgo de que lectores y ciudadanos olfateen el desaire, no cabe extrañar que la exclusiva de fuera engalanada con un titular impactante: Pedro Sánchez: “Aprobaremos un plan contra la explotación laboral”. Que es tanto como prometer prosperidad general, dado que supone reconocer que 22 de gobierno socialista y 15 de gobierno conservador no han servido para acabar con esa lacra. Y si recurrimos a la macroeconomía comparada tendríamos que recordar que al llegar Rajoy al poder la tasa de paro rondaba el 24 % y al salir estaba en algo más del 16%. Lo que hace recordar a Viviane Forestier en El horror económico cuando opinaba que “hay algo peor que la explotación del hombre por el hombre: la ausencia de explotación”

Intentando recomponer puentes, El País incurre en el vicio de preguntar y el dirigente socialista escenifica la virtud de no responder. Cada uno en su papel. Lo único que Sánchez no relativiza es lo concerniente al desembarco en RTVE. Aquí es rotundo: tiene listo un decreto ley para nombrar presidente de la corporación. Algo tan resolutivo como sospechoso puesto que el consenso para sacar a concurso público la composición de la dirección del ente ya estaba en marcha. Inquieta, pues, esa diligencia sobrevenida cuando en asuntos de mayor calado lo que se emite es un rosario de demoras y esquinazos. Salvo que, con el aval de poner fin a la nefasta e infumable etapa del PP al frente del organismo, se intente imitar el modelo comunicacional existente en Andalucía y Castilla La Mancha. Sendos monumentos al clientelismo mediático de la peor estofa.

Pero vayamos a lo verbalizado por el presidente. Esas generales de la ley que armaron el famoso “no es no” que tan provechoso ha resultado para el “pedrismo”. Preguntado sobre la crisis con la Generalitat y el procés, Sánchez responde: “Mi voluntad es normalizar las relaciones institucionales”. A la cuestión de si piensa acercar a los políticos presos a cárceles catalanas, dice: “Respetamos la instrucción del juez Llanera, y cuando Instituciones Penitenciarias considere que no existe riesgo de entorpecer esa fase de instrucción, se tomará la decisión”. Interrogado sobre si España se sumará al endurecimiento de las políticas migratorias de la Unión Europea, asegura: “Nosotros con el Aquarius hicimos una llamada a la solidaridad. Pero una cosa es una crisis humanitaria y otra cosa la política migratoria. Y esa política migratoria tiene que tener una respuesta común, europea”. Planteado si va a quitar las concertinas, acabar con las devoluciones en caliente y eliminar los CIE, precisa: “Respecto a los CIE, estamos abiertos a su mejora. Pero no a su eliminación. Porque es evidente que los necesitamos. En cuanto a las concertinas, España tiene una rigurosa política de control de flujos migratorios, pero se pueden respetar los derechos humanos. Estamos en proceso de estudio de cómo sustituir las concertinas” (respecto al tema de la devolución en caliente ni Sánchez respondió ni el diario repreguntó, y además entrevistador y entrevistado parecen ignorar el clamor existente entre organizaciones políticas, judiciales y asistenciales para cerrar los Centros de Internamiento de Extranjeros, esos guantánamos para pobres, por vulnerar los derechos humanos).

Sigamos. Preguntado sobre si para financiar la sostenibilidad del sistema de pensiones va a aprobar el impuesto a la banca propuesto cuando estaba en la oposición, señala: “Vamos a ver. El ministerio de Economía y el ministerio de Hacienda están haciendo los números. Nosotros tenemos la intención política. Vamos a abrir el debate”. Preguntado sin acritud, ¿en la reforma laboral hasta dónde se puede llegar? (y es que El País ya anunció en un editorial, Los límites del cambio, que de derogar nada), puntualiza: “Nosotros sostenemos que es necesaria la derogación de la reforma laboral, pero no hay una mayoría parlamentaria”. Y así suma y sigue en otros terrenos como la ley mordaza (“Esperamos que se modifiquen los elementos más perversos de esa ley”) o la reforma de la financiación autonómica (“Hay que ser realistas. No voy a marera la perdiz como hacia el gobierno del PP. La culminación de todos esos trabajos será en la próxima legislatura, pero ahora podemos ofrecer mejoras parciales”).

Un compendio de voluntarismo de quien un mes antes y desde la oposición se ofrecía como el líder político que el país necesitaba para iniciar la senda de la regeneración social y democrática. Por cierto, llama la atención que en el primer encuentro entre la directora del único periódico que en España tiene a su frente a una mujer y el presidente del gobierno con más mujeres del mundo en su gabinete, la cuestión femenina y feminista brillara por su ausencia. Y la salida de pata de banco de la portavoz gubernamental, la indocumentada ministra de Educación Isabel Celaá, sobre la intervención de los servicios jurídicos del Estado en el juicio de La Manada, solo puede tomarse como una maledicencia de novatos. Lo mismo que pasar de la política humanitaria del Aquarius a la política penitenciaria de los centros cerrados de desembarco, unos CIE a lo bestia, como si fuera un avance civilizatorio.

Justicia poética, aunque está por demostrar si por méritos propios o por carencias del contrario.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid