Policía armada y con protección de chalecos antibalas y armamento reglamentario para perseguir a delincuentes o terroristas, atienden la vigilancia aduanera del paso fronterizo con Gibraltar en territorio español. Esto es en síntesis lo que ocurre a diario en la verja.

Seis policías vigilaban en el paso fronterizo, ubicados en los laterales de un pasillo de 1,5 metros de anchura, por el que se obliga a pasar a todas las personas que pretenden abandonar el Peñón de Gibraltar. Sólo uno, y en ocasiones otro, de los policías también mira las bolsas que las personas llevan. Básicamente se interesan por mercancías como tabaco y licor. El lento discurrir de cientos y cientos de personas provoca, inevitable e intencionadamente, colas de consideración delante del paso fronteriza.

Seis policías vigilaban en el paso fronterizo, ubicados en los laterales de un pasillo de 1,5 metros de anchura, por el que se obliga a pasar a todas las personas que pretenden abandonar el Peñón de Gibraltar. Sólo uno, y en ocasiones otro, de los policías también mira las bolsas que las personas llevan. Básicamente se interesan por mercancías como tabaco y licor. El lento discurrir de cientos y cientos de personas provoca, inevitable e intencionadamente, colas de consideración delante del paso fronteriza. Esto llega a que las personas que conforman la cola deben ser encauzadas desde el cercano control de documentación, llegando en determinados momentos a cruzar la zona de tránsito de vehículos y prolongarse por las aceras que conducen desde Gibraltar a la frontera.

Que se pretenda la vigilancia para evitar contrabando es lo propio de un puesto aduanero, pero lo que no parece razonable ni justo son dos aspectos:

A) La organización de los recursos humanos policiales que se encuentran en las instalaciones, es muy mejorable, no obstante se opta por ella pues de esta forma se produce intencionadamente las retenciones de personas de manera indigna.

B) Por otro lado la liturgia que se escenifica en el mencionado control aduanero intimida a cualquier persona. Policías, armados y cubiertos de chalecos antibalas, en un número excesivo para el volumen de personas que pueden estar en el recinto, no más de 12, mientras pasan. Además de obligar a todas las personas a pasar por un estrecho pasillo entre estos policías, teniendo sitio de sobra el recinto, para generar al menos 6 puestos de vigilancia (no 1 o 2 los actuales) que supervisen el paso de más personas en menos tiempo

Más allá de las disputas territoriales, de soberanía, o las confrontaciones entre políticos de España y Reino Unido, la Unión Europea debe velar por los derechos humanos y requerir a España, en este caso, que organice la vigilancia de forma que no promueva la formación de largas colas de espera, que son vividas por las personas afectadas como una clara muestra de desprecio hacia sus personas.  Una Europa que se dice democrática y defensora de los derechos humanos no puede permitir que a las personas se les someta a la vejación de tener que soportar largas esperas, simplemente para crear malestar a otras. Utilizar como “rehenes”, aunque sea por horas, a miles de personas que pasan a diario la frontera es una actuación indigna de quien dice defender los derechos humanos.

Las personas, todas deben reclamar a la Unión Europea, para que inste inmediatamente al gobierno español a que organice los medios existentes, incrementándolos llegado el caso, para evitar las largas esperas inhumanas que padecen las personas que pretenden salir del Peñón de Gibraltar.

Rafael Fenoy Rico

Comunicación Educación CGT


Fuente: Rafael Fenoy Rico