Tres días después de la renuncia de Hosni Mubarak a su larga dictadura en Egipto, el pueblo de Bahrein, pequeño estado del Golfo, se lanzó masivamente a las calles en Manama, capital del país, y se congregó en la Plaza de la Perla, su versión de la plaza egipcia de Tahrir. Bahrein ha sido gobernado por la misma familia, la dinastía de Khalifa, desde la década de 1780, hace más de doscientos veinte años. Con las manifestaciones, los bahreiníes no reclamaban el fin de la monarquía, sino una mayor representación en su gobierno.

Escuche (en español)

A un mes del
levantamiento, Arabia Saudita envió fuerzas militares y policiales a
través del puente de más de 25 km que une el territorio continental
saudí a la isla de Bahrein. Desde ese momento, se reprime cada vez con
más fuerza y violencia a los manifestantes, la prensa y las
organizaciones de derechos humanos.

A un mes del
levantamiento, Arabia Saudita envió fuerzas militares y policiales a
través del puente de más de 25 km que une el territorio continental
saudí a la isla de Bahrein. Desde ese momento, se reprime cada vez con
más fuerza y violencia a los manifestantes, la prensa y las
organizaciones de derechos humanos.

Una valiente joven activista
bahreiní a favor de la democracia, Zainab al-Khawaja, ha visto la
brutalidad de cerca. Para su horror, fue testigo de cómo su padre,
Abdulhadi al-Khawaja, un destacado activista por los derechos humanos,
fue golpeado y arrestado. Desde Manama, así describió lo sucedido:

«Fuerzas
de seguridad atacaron mi casa. Llegaron sin previo aviso. Derribaron la
puerta del edificio, derribaron la puerta de nuestro apartamento y
directamente atacaron a mi padre, sin explicar los motivos de su arresto
ni darle oportunidad de hablar. Arrastraron a mi padre por las
escaleras y lo golpearon frente a mí. Lo golpearon hasta que quedó
inconsciente. Lo último que le oí decir fue que no podía respirar.
Cuando traté de intervenir, cuando intenté decirles ‘Por favor, dejen de
pegarle. Irá con ustedes voluntariamente. No necesitan golpearlo así.’
Básicamente me dijeron que cerrara la boca, me tomaron y me arrastraron
escaleras arriba hasta el apartamento. Cuando volví a salir, el único
rastro que había de mi padre era su sangre en la escalera.»

La
organización de derechos humanos Human Rights Watch ha reclamado la
inmediata liberación de Al-Khawaja. El esposo y el cuñado de Zainab
también fueron arrestados. Zainab publica en Tweeter como «angryarabiya»
y en protesta por las detenciones, inició una huelga de hambre a base
de líquidos únicamente. También escribió una carta al Presidente Barack
Obama en la que dice: «Si algo le pasa a mi padre, a mi esposo, a mi
tío, a mi cuñado o a mí, lo declaro a usted tan responsable como al
régimen de Al Khalifa. Su apoyo a esta monarquía hace que su gobierno
sea cómplice de sus crímenes. Todavía albergo la esperanza de que usted
se de cuenta de que la libertad y los derechos humanos significan lo
mismo para una persona bahreiní que para una persona estadounidense.»

En
el discurso de condena al gobierno de Gadafi, Obama justificó los
recientes ataques militares a Libia con estas palabras: «Asesinaron a
personas inocentes. Atacaron hospitales y ambulancias. Arrestaron,
violaron y asesinaron a periodistas.» Ahora sucede lo mismo en Bahrein
pero Obama no tiene nada para decir.

Al igual que en los
levantamientos de Egipto y Túnez, el sentir es nacionalista y no
religioso. El país es en un 70% chiíta pero gobernado por una minoría
sunita. Sin embargo, una de las principales consignas presentes en las
protestas ha sido «Ni chiíta, ni sunita, bahreiní.» Esto desacredita el
argumento que esgrime el gobierno bahreiní acerca de que el actual
régimen es la mejor defensa contra la creciente influencia de Irán, un
país chiíta, en el rico en petróleo Golfo Pérsico. Súmese a esto el
papel estratégico de Bahrein: es allí donde se encuentra la base de la
5ta flota naval estadounidense a cargo de proteger los «intereses
estadounidenses» como el Estrecho de Ormuz y el Canal de Suez, y de
brindar apoyo en la guerra de Irak y Afganistán. ¿No se encuentra
también entre los intereses estadounidenses apoyar la democracia y no a
los déspotas?

Nabeel Rajab es el presidente del Centro por los
Derechos Humanos de Bahrein, organización que fue dirigida por el
recientemente secuestrado Abdulhadi al-Khawaja. Rajab podría enfrentar
un juicio militar por publicar la fotografía de un manifestante que
murió mientras permanecía detenido. Rajab me dijo: «Cientos de personas
están presas y son torturadas por ejercer su libertad de expresión. Y
todo por venganza, porque un día, hace un mes, casi la mitad de la
población de Bahrein se volcó a las calles a exigir democracia y respeto
por los derechos humanos.»

Rajab observó que la democracia en
Bahrein podría implicar la lucha por la democracia en las vecinas
dictaduras del Golfo Pérsico, especialmente en Arabia Saudita. Es por
eso que la mayoría de los gobiernos regionales tienen interés en que se
ponga fin a las protestas. Arabia Saudita está bien posicionada para la
tarea ya que es reciente beneficiaria del mayor acuerdo de venta de
armas en la historia de Estados Unidos. A pesar de las amenazas, Rajab
fue firme: «Mientras respire, mientras viva, voy a seguir haciendo. Creo
en el cambio. Creo en la democracia. Creo en los derechos humanos.
Estoy dispuesto a dar mi vida. Estoy dispuesto a dar lo que sea para
alcanzar esta meta.»

—————————

Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.

© 2011 Amy Goodman

Texto en inglés traducido por Fernanda Gerpe y Democracy Now! en español,