Por Línea Anarco-Comunista - http://www.lac-arg.org

“El partido sintetiza todas nuestras aspiraciones ideológicas y políticas, y define consecuentemente las mejores tareas y herramientas para concretarlas. Esto significa que el conocimiento cabal y el manejo activo de la línea político-ideológica partidaria y los métodos y propuestas de acción del PL, harán de cada uno de nosotros un miembro, un cuadro, un militante que sirva a la revolución.

Pero esta
concepción del partido y de su línea político-ideológica no justifica el
dogmatismo, ya que los anarquistas no somos idealistas y el absoluto para
nosotros no existe. La corrección de nuestras ideas habrá de garantizar la
práctica y la amplitud de su formulación y de su crítica. El desarrollo de la
línea partidaria sólo lo comprendemos en este último sentido: el del
conocimiento por medio de la práctica activa y creciente.

Pero esta
concepción del partido y de su línea político-ideológica no justifica el
dogmatismo, ya que los anarquistas no somos idealistas y el absoluto para
nosotros no existe. La corrección de nuestras ideas habrá de garantizar la
práctica y la amplitud de su formulación y de su crítica. El desarrollo de la
línea partidaria sólo lo comprendemos en este último sentido: el del
conocimiento por medio de la práctica activa y creciente. El partido conoce y
aprende a través de la acción de sus militantes, y cada uno de ellos se
constituye en efectivo integrante de un cuadro a partir del desarrollo de la
organización en su conjunto. El PL es una organización de cuadros, en tanto
cada uno de sus militantes se dispone a adquirir en la práctica política
experiencias concretas, a través de las cuales sintetiza por su análisis y
estudio permanente nuevos conocimientos que van configurando la línea
partidaria. Es decir, que el desarrollo del PL y de sus cuadros estará signado
por la correcta comprensión y aplicación materialista y dialéctica de su línea
político-ideológica, que se profundizará a través de la práctica y su síntesis
teórica.
En conclusión,
nuestra organización se define como un partido de cuadros a partir de una
correcta relación entre su práctica y teoría revolucionaria, y el desarrollo
alcanzado en estos términos se constituye en garantía de una aplicación
correcta de la línea revolucionaria y libertaria.”

Resistencia
Libertaria, Febrero de 1977 – Documento n°3 Partido Libertario

La
miseria del sistema Capitalista

No es ninguna novedad para la
mayoría de las personas que la sociedad actual se halla plagada de miseria y
sufrimiento. Sin embargo, sólo un puñado de individuos en el mundo son capaces
de comprender y tomar posición sobre cuales son las causas profundas de esta
cuestión. La mayoría de la población, y sobre todo la enorme mayoría de las
masas explotadas y oprimidas sigue sumida en el mar de la ignorancia, sin poder
siquiera poder buscar saber la razón de su propio sufrimiento. Todos los días
miles de trabajadores son explotados durante agotantes jornadas por un mísero
salario mientras los empresarios se llenan los bolsillos con dinero. Miles de
mujeres son prostituidas como esclavas por un mercado perverso que genera
enormes ganancias para unos pocos. Miles de niños mueren de hambre en la total
miseria sin siquiera haber aprendido a hablar. Y así, la lista de las
injusticias que este sistema genera sigue, y cada día es sufrida por el pueblo
trabajador.

Las
bases del sistema Capitalista

De forma sencilla podemos
afirmar que el sistema capitalista se basa en la existencia de la propiedad
privada, de la posesión de los medios de producción, del control de la
producción y de la apropiación del excedente que se produce por parte de una
minoría. Esto hace que podamos ver que existen dos clases sociales. Por un
lado, la burguesía, propietaria de los medios de producción y por ende clase
dominante (la minoría de la población mundial). Por otro lado, el proletariado,
clase desposeída de los medios de producción, y por ende obligada a vender su
fuerza de trabajo para vivir, siendo explotada y dominada (independientemente
de si pueda hacerlo). Así, dentro del proletariado encontramos a los
trabajadores asalariados activos, desocupados, jubilados, etc. (es decir, la
enorme mayoría de la población mundial). De esta relación social surge la
dominación y explotación en la que la mayoría tiene que trabajar para la
minoría, que se apropia del excedente social y lo maneja a su antojo para
obtener sus ganancias.

Al mismo tiempo, regimentando
y garantizando la forma actual de la sociedad existe el Estado, como monopolio
legítimo de la violencia por parte de una minoría. Éste representa y garantiza
los intereses de la clase dominante, no sólo a través de la violencia física,
sino también imponiendo una ideología que naturaliza las relaciones sociales
imperantes, a través de instituciones concretas como la escuela, la cárcel,
etc.

A su vez, se desarrollan otro
tipo de opresiones, como la del hombre sobre la mujer, de los blancos sobre
colectivos de otras étnicas, etc. Estas opresiones reflejan la estructura
jerárquica de la sociedad y cruzan ambas clases sociales, aunque sin embargo
golpean en mayor medida al proletariado, ya que sufre además la explotación
económica por parte de la burguesía.

Es así que toda la miseria
del sistema capitalista se basa en la explotación de una clase sobre otra, y
diversas opresiones (estatales, patriarcales, étnicas, etc.), que potencian y
son potenciadas por la sociedad clasista. Todo esto, desarrollado a nivel
mundial.

El
surgimiento de la ideología comunista

Sin embargo, esta relación
social de opresión y explotación no es recibida pasivamente por parte del
proletariado. Por el contrario, siempre que existe el poder, se desarrolla un
contrapoder. Es así que, de diversas formas, las clases sociales tienen
conflictos, en algunos casos pequeños (a través de una resistencia pasiva), y
en otros agudos (en una revolución social en la cual los trabajadores quieren
destruir la propiedad privada y el Estado). Estos conflictos son producto de
los intereses históricos antagónicos por parte de ambas clases. Es así que se
habla de la existencia objetiva de la lucha de clases.

A la par que se desarrollaba
la miseria del sistema, en distintos momentos históricos los trabajadores
fueron tomando conciencia y organizándose para poner un freno a la explotación
y la opresión por parte del Estado y el Capital. Así, vieron que la existencia
de dos clases antagónicas no era más que un producto histórico, y que no
existía nada en la naturaleza humana que hiciera inevitable transformar el
status quo actual. La agudización de esa lucha de clases surgió de forma
prácticamente inevitable, porque donde existe el poder opresor siempre existirá
la posibilidad de que exista una voz que se rebele y diga basta. Surgió así, de
la lucha de las masas proletarias, una conciencia en la posibilidad de la
revolución y la edificación de una sociedad diferente, basada en la destrucción
de la propiedad privada, y la organización de una sociedad de productores
libres e iguales que vivieran en solidaridad. Surgió así el ideario socialista.

Pero dentro del socialismo
existieron, casi desde el comienzo, dos corrientes divergentes. Más allá de las
similitudes en cuanto a la finalidad revolucionaria y socialista, las aguas se
dividieron en quienes consideraban necesario en recurrir al Estado como
monopolio legítimo de la violencia por parte de una minoría (en algunos casos
el Estado burgués actual, en otros un nuevo Estado) para construir el
socialismo en un periodo de transición entre la sociedad capitalista y el
comunismo; y, por otro lado, quienes entendían que el Estado es un elemento de
opresión esencial en la estructuración de la sociedad de clases, como eje y
garante de la propiedad privada, y que por ende la construcción de la nueva
sociedad debía realizarse a través de las organizaciones de masas de los
trabajadores (y no de una minoría). Estos últimos se llamaron socialistas
libertarios o anarquistas y buscaron orientar con sus medios y fines al
conjunto del proletariado hacia su liberación como clase, sosteniendo la
necesidad de una ruptura revolucionaria hacia el comunismo que no implique la
toma del poder político estatal. Quienes escribimos este documento,
reivindicamos esta última tradición, en su corriente clasista y comunista, en
oposición a la vertiente del anarquismo individualista y humanista.

La
clase trabajadora como el sujeto revolucionario

A partir de una lectura
política y no meramente propagandística de los clásicos del anarco-comunismo,
sumado a un análisis de las luchas obreras históricas y actuales, a la par de
un estudio de cuáles son las formas posibles para proyectar una ruptura
revolucionaria en nuestra región y en el mundo, llegamos a la conclusión de que
la construcción del anarquismo revolucionario debe tener como centralidad a la
clase obrera organizada teniendo en cuenta a la clase trabajadora como el
sujeto revolucionario por excelencia en el proceso de construcción de una
sociedad de libres e iguales, no por una consideración preferencial o
principista, sino a través de un análisis táctico y estratégico con los pies
puestos en los tiempos que corren.

El movimiento obrero
argentino supo ser fuerte a fines del siglo XIX y principios del XX guiado por
las ideas del comunismo anárquico, y ya entrada la década del ´20 también por
el sindicalismo revolucionario. Vio nacer sus organizaciones sindicales en una
perspectiva de revolución social y búsqueda de la unidad de la clase
trabajadora. La misma Unión Sindical Argentina y la contemporánea Confederación
General de los Trabajadores se fundaron bajo la influencia del clasismo, la
lucha económica contra la burguesía y la lucha contra la represión estatal.

La posterior cooptación de
los dirigentes sindicales y el surgimiento de una capa burocrática sobre los
trabajadores durante el peronismo no pudo evitar que a fines del ´50 y
principios de los ´60 la base productiva del sistema capitalista vuelva a
defender sus propios intereses en tanto pueblo trabajador desoyendo las
directivas conciliadoras de la cúpula sindical. Fue el ascenso progresivo de
esas luchas obreras lo que intentaron frenar las sucesivas dictaduras
militares, en la que finalmente en la del ´76 se pudo frenar temporalmente. Sin
embargo, nunca diezmado del todo, el movimiento obrero retomó el camino hacia
la combatividad de clase, proceso que aún continúa en ascenso, incipiente y
germinal desde la objetividad pero sin descanso.

La estructura sindical
argentina posee la ventaja de tener representación (legítima, a medias o no) ya
desde los puestos de trabajo mediante los delegados por sección, cuerpos de
delegados y comisiones internas, una unidad de dirección mayoritaria en la CGT
y desdoblada en la CTA que permite la construcción de una fortaleza de clase
distinta a la de la fragmentación gremial vigente en otros países. A su vez,
detenta una trayectoria de lucha y organización formidable en comparación con
otras a pesar del lente peronista que busca ponérsele delante.

Sin desmerecer otro tipo de
experiencias anarquistas que toman como eje de su construcción a movimientos de
desocupados, que buscan interpelar a los “sectores oprimidos” de la sociedad en
general, o a un amplio espectro de “múltiples sujetos” como sujetos
revolucionarios, nuestro clasismo se identifica con el de los clásicos del
anarco-comunismo: la sociedad está dividida en dos clases (trabajadores y
burgueses) y tomamos partido por una de ellas, los explotados y oprimidos. Si
bien debemos considerar a los movimientos de desocupados como parte de la clase
trabajadora, las experiencias de construcción que se han llevado adelante en
ese ámbito carecen de una perspectiva clasista, ya que construyen dentro de la
clase pero sin buscar que esta tomé consciencia para sí.

Sin dejar de contemplar los
claroscuros de la sociedad en la que vivimos, la realidad es tajante. Existen
quienes tienen que trabajar y quienes viven del trabajo ajeno. Es la clase
productora la que tiene la capacidad potencial de liberarse así misma, dado que
si ésta no produce los medios esenciales para la vida no existe vida posible.
La lucha es contra el Capitalismo que explota a los trabajadores y trabajadoras
y contra el Estado que garantiza la opresión. Es en este marco que debemos
considerar de vital importancia la construcción de “poder obrero” como la
capacidad real de la clase trabajadora de imponer su propio programa de
liberación a la clase explotadora. Es un poder que se construye en la
organización autónoma y horizontal desde la base productiva de la sociedad.

Es una realidad que las
herramientas que construyó la clase trabajadora para combatir a los
explotadores y al estado opresor hoy están cooptadas por el enemigo y puestas a
su servicio. Sin embargo, la tarea es reconquistarlas desde la lucha en su
base, para que dejen de funcionar como dique de contención y pasen a ser
herramientas de lucha anticapitalista. Esto significa la recuperación de los
sindicatos por parte de la clase trabajadora para volver a imprimirle el
carácter combativo y clasista con el que fueron creados, mediante la
construcción y el ejercicio del poder obrero. Creemos que es el sindicato quien
puede desarrollar y dinamizar la capacidad real necesaria para que los
trabajadores tomen el poder de los medios de producción y administrarlos bajo
el federalismo en una sociedad de productores libres e iguales. El objetivo
finalista de la revolución social de carácter libertario podrá ser posible en
tanto lo realicemos los trabajadores y trabajadoras utilizando las herramientas
más indicadas para hacerlo: el sindicato como parte fundamental y dinamizadora
de un frente revolucionario de oprimidos y explotados que encare el desarrollo
de una ruptura revolucionaria. En su estadío actual, la lucha gremial es capaz
de generar paulatinamente la toma de conciencia clasista, oponiéndose
inicialmente al patrón que explota a la clase trabajadora y paralelamente al
Estado que la oprime para garantizar la explotación.

A su vez entendemos que en el
proceso de ruptura revolucionaria los trabajadores nos dotaremos de nuevos
organismos de clase, que superarán a la organización sindical surgida en el
marco del capitalismo. Esta nueva forma de organización surgirá del desarrollo
y agudización de la lucha de clases, como ya lo ha demostrado la historia.
Comités de fábrica, soviets, consejos obreros, etc. son la prueba de la
capacidad de la clase obrera de construir las herramientas de una sociedad
comunista.

El
desarrollo de la Línea Anarco Comunista

Siempre que el anarquismo ha
buscado ser una alternativa política para las masas oprimidas y explotadas, se
planteo el tema de la organización. Para quienes nos nucleamos en la Línea
Anarco Comunista, la tarea del movimiento, a la luz del estado actual del
desarrollo de la lucha de clases y de nuestra influencia es hoy en día la de
pensar en torno a los conceptos de partido y programa. El Programa para el
Anarco-Comunismo es el esbozo de lo que entendemos como dichas tareas,
elaborado sobre la base de la lectura y la práctica militante en la cual nos
hallamos insertos.

Hablando en términos amplios,
el movimiento anarco-comunista actual de nuestra región, como repercusión de
diferentes líneas del ámbito internacional, se encuentra en un punto de
inflexión enmarcado en el debate entre diferentes líneas de construcción. La
Línea Anarco Comunista plantea una construcción sobre la base de la unión
programática del anarco-comunismo bajo una entrega y un compromiso mayor con la
militancia, considerando que el proyecto de vida de sus militantes debe estar
sujeto al proyecto de la organización. En esta corriente se tiene la
perspectiva de abocarse a una militancia anarquista de lucha de clases desde
una construcción a futuro de un partido de cuadros entendido este como una
organización política en la cual sus militantes tienen un alto grado de
inserción/influencia en la lucha de clases y puede aplicar el programa
revolucionario de su organización, producto de la sistematización de las
experiencias de lucha y organización de la clase obrera. Así, un cuadro se
define como un militante cuya inserción social lo coloca como punto fuerte en
la lucha de clases, pudiendo dinamizar un espacio de masas acorde a su línea
programática. El objetivo de la organización anarco-comunista es definir un
norte estratégico unitario y abocar toda la militancia en esa dirección.

Vemos esta línea como una
continuidad de la corriente nacida con la Alianza de la Democracia Socialista
que desarrollaba su militancia en la Asociación Internacional de los
Trabajadores, la cual fue reivindicada después del fracaso de los anarquistas
en la revolución rusa por el grupo de exiliados Dielo Truda en la “Plataforma
Organizativa para una Unión General de Anarquistas”, años más tarde en el
“Manifiesto de los Comunistas Libertarios” de George Fontenis a mediados del
siglo XX y más cercana temporal y territorialmente en la experiencia del
anarquismo organizado en Argentina, que tiene sus referentes en la Línea Anarco
Comunista (LAC) de quien tomamos el nombre, y Resistencia Libertaria (RL),
expresada en documentos como el “Partido Libertario” a fines de los años 70´.

Esta tradición anarco
comunista se basa en una serie de supuestos que consideramos indispensables
para la militancia revolucionaria de los anarquistas. En primer lugar, el
clasismo, al entender que la sociedad se encuentra dividida en dos clases
sociales (burguesía y proletariado), enfrentadas por intereses históricos y
estructurales antagónicos, y diendo el segundo el sujeto revolucionario que
rompa con el Capitalismo. En segundo lugar, la instauración del comunismo como
finalidad revolucionaria, basado en la posesión colectiva de los medios de producción
y en la máxima histórica de “a cada quien según su necesidad y de cada cual
según su capacidad”. En tercer lugar, el sindicalismo como principal
herramienta de lucha de las masas trabajadoras frente a la explotación y
opresión del Estado y el Capital, y por ende como su principal eje de inserción
en la clase obrera. En cuarto lugar, el desarrollo de un programa
revolucionario desde el seno de la lucha de clases y que guíe su accionar hasta
la revolución social. En quinto lugar, la necesidad de la construcción de una
organización política específica de los anarquistas (un Partido Anarquista de
Cuadros, ver nota 1) , que busque tener inserción en la lucha de clases, y
desarrolle dicho programa para orientar a la clase trabajadora en su búsqueda
de emancipación revolucionaria, basada en las premisas de la unidad teórica,
estratégica, la responsabilidad y disciplina colectiva, y el federalismo. Por
último, una concepción materialista de la realidad que entienda que el
anarquismo, su Partido, y su programa revolucionario no surge de la mente de un
genio, sino de una agudización de la lucha de clases en el seno de la sociedad
capitalista.

Ahora bien, como entendemos
que el Partido y el Programa se construyen (y no se decretan), siendo el
reflejo del desarrollo y la agudización de la lucha de clases y nuestra
influencia en ella, la LAC no se considera a sí misma como un Partido que tiene
un Programa cerrado (lo que no sería más que una concepción idealista). Por el
contrario, como su nombre lo indica, la Línea Anarco Comunista se plantea como
un núcleo político del anarquismo, que buscará contribuir y orientar al
movimiento anarquista hacia la construcción del Partido de Cuadros y de su
Programa revolucionario, organizándose en dicho proceso bajo las premisas
anarco comunistas. A diferencia de una organización política común, El Partido
de Cuadros como lo entendemos debe ser una alternativa real que oriente a las
masas y no otra secta autoproclamada. A su vez, debe anclarse en un territorio
determinado y no en tal o cual establecimiento productivo. El Partido es una
organización político revolucionaria que reune los militantes más avanzados de
la lucha de clases en tanto cuadros que militan un programa político sobre la
base de una unidad teórica, estratégica, responsabilidad colectiva, y el
federalismo, y que pueden orientar a las masas hacia el camino de la revolución
social.

La
necesidad de superar la etapa de reagrupamiento de los anarquistas

En nuestra región, luego de
que la última dictadura militar barriera con la incipiente experiencia de
anarquismo militante de corte anarco comunista como lo fueron RL y LAC, el
movimiento quedó sin una base práctica acumulada sobre la cuál reconstruirse.
Por tal motivo algunas organizaciones recurrieron a un “periodo de reagrupamiento
de los anarquistas” meramente desde lo ideológico, en el cual se sumaban al
mismo colectivo compañeros con un perfil, compromiso y perspectivas sumamente
heterogéneos.

Más allá de si esta etapa fue
la correcta o no, consideramos que todo reagrupamiento finaliza cuando sus
militantes adquieren una acumulación de desarrollo político, práctico y teórico
tal que les permite encuadrarse exitosamente en los diferentes frentes y
obtener de ellos la experiencia que hace posible un salto cualitativo para
pensar con programáticamente la militancia bajo la unidad teórica, táctica y
estratégica del anaco-comunismo. Por nuestra parte, creemos que hay que dar por
terminada una etapa de reagrupamiento de los anarquistas para comenzar a volcar
nuestros esfuerzos militantes en la construcción partidaria del
anarco-comunismo a nivel regional e internacional y dar un salto cualitativo en
tal sentido. Hablamos de finalizar el reagrupamiento en cuanto a etapa y como
objetivo en sí mismo ya que es posible que las necesidades puntuales de un
ámbito particular requieran tomar una estructura más amplia de tipo tendencia.
Sin embargo esta posibilidad debe siempre estar solapada con perspectivas de
salto cualitativo.

El salto de reagrupamiento al
de la construcción de tipo partidaria no puede darse sino en base a discusiones
políticas de carácter programático y sobre la base de una real militancia y un
real conocimiento de las fuerzas que actúan en la lucha de clases actual.
Debemos reconocer que el haber llevado adelante una experiencia de militancia
anarquista de reagrupamiento ha rendido frutos, brindando diferentes instancias
de formación teórica y práctica poniendo a prueba a cada uno de los militantes
como experiencia en la cual se puede adquirir el crecimiento y la madurez
política que el movimiento necesita.

Es en la etapa del
reagrupamiento que hemos logrado realizar y avanzar en el análisis de las
fuerzas que actúan en la lucha de clases en la actualidad para dilucidar cuál
debe ser el posicionamiento del anarquismo dentro de la coyuntura nacional e
internacional y la consiguiente designación de recursos militantes con un norte
claro de hacia dónde apuntar para acrecentar la influencia. De estas
consideraciones, se desprende la necesidad de formar teórica y prácticamente a
los militantes del anarquismo organizado como cuadros, para poner en pié la
organización partidaria de los anarquistas.

El
papel de los anarco-comunistas

Entendemos que el papel del
anarco-comunismo en la construcción revolucionaria de la clase trabajadora debe
ser en primera instancia desarrollado desde la construcción de un Partido
Anarco-Comunista. La tarea es enorme y existen muchos obstáculos para superar,
pero no resulta imposible si lo pensamos como un proceso de largo aliento.

Las condiciones actuales de
los anarquistas organizados ameritan comenzar a discutir y delinear una
construcción que permita tener incidencia real en la lucha de clases, con
unidad teórica, táctica-estratégica y responsabilidad colectiva. Es a través de
sus cuadros insertos en el seno de la clase obrera organizada que se podrá
movilizar en un futuro a las masas trabajadoras mediante la democracia y acción
directas y el federalismo, con un fin clasista, libertario y revolucionario.

El papel del Partido no debe
ser el de una nueva y autoproclamada vanguardia, ya que la punta de lanza de la
revolución serán las experiencias clasistas y combativas de la clase
trabajadora. La función del partido debe ser imprimir en los trabajadores los
principios y métodos de acción para no dar un paso atrás en la construcción
revolucionaria, evitando desviaciones burocratizantes y autoritarias, a la vez
que debe ser dinamizador del proceso de toma de conciencia de los trabajadores
y trabajadoras como clase explotada y oprimida. Sabemos que los anarquistas no
harán la revolución socialista-libertaria por si solos, sino que esta la
haremos los trabajadores y las trabajadoras en la determinación conciente de
liberarnos del yugo explotador por nuestra propia cuenta.

Creemos que los medios y
fines del Partido Anarquista deben ser por demás consecuentes. Es decir que
tanto la estructura organizativa que se dé, así como los métodos de acción y
las organizaciones populares que se construyan y recuperen para la causa, en el
camino deben estar fundidos en la matriz de la horizontalidad, el apoyo mutuo y
el federalismo, puesto que son los pilares de la sociedad comunista libertaria
del mañana. Mediante el libre acuerdo y la toma de decisiones colectiva y
asamblearia es posible construir una organización que evite el centralismo
democrático y burocrático mediante la aplicación de herramientas federalistas.
La disciplina revolucionaria y la responsabilidad colectiva, así como la
estructura federalista, aplicadas a la interna del Partido Anarquista, tornan
inútiles los métodos de coerción, la competencia militante, la burocratización
y la estructura jerárquica que adoptan los partidos políticos autoritarios con
la excusa de evitar la desorganización, sumado a que no se puede militar por la
construcción de valores libertarios desde una organización ideológico-práctica
que no los aplique en la militancia y no los represente en su estructura.

La
construcción del Partido Anarco-Comunista

Es imposible pensar que un
congreso que reúna la militancia anarco-comunista y especifista actual pueda
culminar inmediatamente en una estructura partidaria a nivel regional, o si lo
hace, carecerá de una base sólida que permita llevar adelante una militancia
programática integral. Las tareas a desarrollar son varias antes del
surgimiento de dicha estructura. Es por tal razón que no estamos en condiciones
de reconocernos el Partido sino que creemos que hay que construirlo desde el
movimiento anarco-comunista.

A nivel político-ideológico,
es necesario realizar un proceso de discusión permanente a la interna del
movimiento anarquista, que permita ir consolidando canales de comunicación,
estructuras de coordinación, toma de acuerdos y trabajo conjunto para ir
construyendo un programa integral que abarque las fuerzas anarco-comunistas de
la región, que vaya más allá del hecho de juntarse sólo por ser anarquistas y
tener objetivos comunes a largo plazo. Por el contrario la necesidad es
unificar bajo un programa a las fuerzas del anarquismo organizado con la
proyección de incidir en la lucha de clases a todos los niveles y en el corto,
mediano y largo plazo.

Hoy día estamos en una etapa
de necesidad de inserción estratégica en los gremios y de formación de cuadros
anarquistas para ganar referencialidad en la clase obrera organizada, el
desarrollo de política de masas y la construcción de canales de comunicación y
discusión programática.

Es a partir del proceso de
relacionamiento fructífero y canalización de la discusión política en un foro
de coordinación y debate permanente que se podrá ir consolidando una estructura
sólida que permita estar a la altura de encarar una táctica y estrategia
revolucionaria a nivel regional e internacional.

El
núcleo político del anarco-comunismo

Proyectando ser una
organización que supere el mero reagrupamiento anarquista desde lo ideológico,
vemos la necesidad de construcción para la militancia de un Núcleo Político del
Anarco-Comunismo, con las perspectivas de construir el Partido de Cuadros a
largo plazo que logre unificar al Anarquismo Organizado bajo un mismo eje
programático mediante la unidad teórico-política y la responsabilidad
colectiva.

Creemos que la tarea de la
etapa es constituir un núcleo político de militancia que nutra la perspectiva
programática del futuro Partido, llevando adelante los principios organizativos
que lo constituirán. A su vez, las tareas de dicho núcleo son, mediante una
logística de ubicación y construcción, fomentar la construcción de otros
núcleos para abarcar los puntos estratégicos que permitan tener una incidencia
real en la lucha de clases, formar cuadros militantes ubicados
estratégicamente, crear canales de discusión política y coordinación
programática del movimiento anarquista, producción teórica y de materiales de
discusión, y el desarrollo de tendencias anarquistas en diferentes espacios de
militancia además del sindical.

El
rol de las tendencias libertarias

En el proceso de construcción
del Partido de Cuadros, el anarquismo debe dotarse de las herramientas más
eficaces para realizar una política acorde a sus principios revolucionarios:
una política de masas. Si decimos que la Organización debe contener los
militantes que acuerden plenamente con el programa revolucionario, estos
mismos, de cara a la construcción en los espacios de base, deberán construir y
militar en espacios intermedios (en terminos de acuerdos) entre su organización
y las masas. Estas tendencias permiten nuclear a todos los compañeros y
compañeras que comparten acuerdos como para militar en un mismo frente de
masas, sin tener la obligación de compartir acuerdos, y perspectivas de
militancia en otros frentes.

Las tendencias libertarias
(sindicales, estudiantiles, feministas, juventudes, etc.) son elementos
centrales en la construcción del Anarquismo Organizado. Estas tendencias
deberán tener acuerdos políticos profundos, pero acorde a las necesidades y
problemáticas de su ámbito y focalizados principalmente hacia éstas, ya que es
en las tendencias dónde se desarrolla su propio programa de militancia. El rol
del núcleo político será aportar al desarrollo de las tendencias, así como
lograr que los programas particulares confluyan en el programa integral del
anarco comunismo.

Las tendencias son
fundamentales no sólo para cuando exista el Partido en los hechos, sino que son
totalmente indispensables para encarar el proceso de su conformación y dotar a
las organizaciones anarquistas, que avancen en su confluencia, una
participación activa en la lucha de clases con herramientas eficientes.

La
estrategia revolucionaria integral

Si pensamos en un Partido de
Cuadros que aporte al proceso de ruptura revolucionaria de la sociedad
estatal-capitalista hacia la sociedad comunista libertaria, es necesario que el
plan táctico-estratégico que se tracen las fuerzas anarquistas organizadas sea de
visión integral. Por esta razón, los núcleos políticos del anarco-comunismo
deben comenzar a construir esos elementos estratégicos desde ahora.

Concientes de que no será
absolutamente lineal y automática la recuperación de los sindicatos, la
creación de un frente revolucionario de oprimidos, la toma de los medios de
producción y la ruptura revolucionaria, es necesario que a la hora de trazar un
programa, se analicen diversos enfoques y flancos que permitan alcanzar el
objetivo finalista.

En esa estrategia integral es
necesario valorar elementos de construcción que son necesarios para la
construcción de poder obrero y la toma de conciencia más allá de lo que
concierne a la militancia sindical. Entre esos elementos encontramos los
siguientes, como principales para impulsar desde ahora a través de las
tendencias y desde el futuro Partido.

–       
La lucha por la educación al
servicio de la clase trabajadora y la organización militante de estudiantes
como apoyatura clasista y libertaria a la construcción revolucionaria.

–       
La organización de los hijos de
trabajadores y trabajadoras y futuros trabajadores y trabajadoras en proceso de
formación como juventudes anarco comunistas.

–       
La organización feminista de las
trabajadoras que se encargue de incorporar la problemática de género en la
lucha clasista y la construcción revolucionaria, una reivindicación que debe
estar vigente en el proceso ya que el sistema estatal-capitalista y el
patriarcal van de la mano y la destrucción de ambos debe ser en simultáneo.

–       
La organización y la reinserción
laboral de trabajadores y trabajadoras desocupados/as, no como movimiento
permanente y marginal, sino como parte del proletariado parada temporalmente
que necesita contención económica y reinserción laboral.

–       
La reconstrucción de los lazos
horizontales de solidaridad perdidos por los valores burgueses que atraviesan
transversalmente las relaciones sociales, mediante locales barriales,
encuentros de discusión sobre problemáticas sociales actuales, etc.

–       
La creación de una corriente de opinión
favorable en la sociedad, mediante la propaganda y la militancia como ejemplo,
en la que se considere la organización y la lucha anti-estatal,
anti-capitalista y feminista como alternativa real para arrancar reformas
necesarias a la clase dominante, en el camino de la construcción de valores
propios de una sociedad de libres e iguales.
– La referencialidad de cuadros intelectuales al servicio de la formación
obrera y difusores del programa revolucionario del anarco-comunismo.

La
necesidad de construcción del programa

La Organización anarquista
reposa sobre un programa revolucionario. El programa se conforma de 3 elementos
indisolubles: una caracterización de dónde estamos (coyuntura dentro de una
etapa del Capitalismo), a donde queremos llegar (propuesta del Comunismo
anárquico), y todos los pasos intermedios sobre como ir desde el ahora hasta la
finalidad del mañana. Una estrategia que lleva desde la crítica del Capitalismo
hasta la ruptura revolucionaria y la instauración de la sociedad Comunista anárquica.

El programa surge de las
luchas contra la sociedad estructurada capitalista y de las relaciones entre
ideología y práctica que desarrollan los miembros de la organización. Se deduce
de lo anterior que la Organización Anarquista sólo puede surgir de la inserción
de sus cuadros en el seno de la lucha de clases.

Sin programa no puede existir
práxis revolucionaria que lleve a la revolución social, dejando todas las
acciones de los militantes a la merced del espontaneismo, que aniquila la
política. El programa revolucionario debe guiar a los cuadros anarquistas en la
construcción del poder obrero, principal objetivo del Partido para canalizar la
lucha de los trabajadores hacia la ruptura revolucionaria socialista y
libertaria.

Entendemos que la construcción
del Partido de Cuadros es un proceso que debemos comenzar a transitar. El
programa no saldrá de la mente brillante de un grupo de intelectuales, sino que
al contrario, tal como planteó George Fontenis en el “Manifiesto Comunista
Libertario”: “El programa debe ser determinado por el estudio, la prueba y la
tradición de lo que constantemente es buscado por las masas”. Por ende, sólo
podremos conocer realmente las necesidades de las masas obreras cuando estemos
insertos en la lucha de clases, es decir, cuando tengamos una participación e
influencia real en las luchas concretas de los trabajadores frente al Estado y
el Capital.

Sólo a través del
conocimiento de las reivindicaciones de la clase y de cómo llevarlas adelante,
conocimiento que se adquiere en la lucha del día a día, vamos a poder comenzar
a discutir la construcción del programa. El camino que debemos recorrer debe ir
de la teoría abstracta con la que contamos, a la praxis, y de esta misma a la
creación de una nueva teoría revolucionaria. Es por ello que en abstracto no
podemos proponer cómo construir el programa. Sólo caminando se aprende a
caminar, sólo luchando junto a nuestros compañeros de clase se construye el
programa de la clase.

Notas

1. Para profundizar al
respecto de esto recomendamos leer de Dielo Trouda la “Plataforma
Organizacional de los Comunistas Libertarios”, “Manifiesto Comunista
Libertario” de Georges Fontenis, “Partido Libertario” de Resistencia Libertaria
y por último los Programa y Estatutos de la Alianza de la Democracia Socialista


Fuente: Línea Anarco-Comunista - Argentina