“No,
jo dic no,
diguem no.
Nosaltres no som d’eixe món.”
(Raimon)

El próximo día 20 de febrero de 2005 quieren vendernos un paquete, y pretenden que lo compremos sin abrirlo, no vaya a ser que descubramos que, en realidad, nos quieren dar gato por liebre. Han encargado a los loquillos, butragueños, gabilondos, delolmos, cruyfs, teresascampos y otros vips que coloreen el envoltorio, leyendo pasajes selectos del librito azul. Bonitas palabras de bisutería fina que, a modo de cortina de humo, pretenden que pase desapercibido el contenido real y descarnado del llamado “Tratado por el que se establece una Constitución para Europa”.

“No,

jo dic no,

diguem no.

Nosaltres no som d’eixe món.”

(Raimon)

El próximo día 20 de febrero de 2005 quieren vendernos un paquete, y pretenden que lo compremos sin abrirlo, no vaya a ser que descubramos que, en realidad, nos quieren dar gato por liebre. Han encargado a los loquillos, butragueños, gabilondos, delolmos, cruyfs, teresascampos y otros vips que coloreen el envoltorio, leyendo pasajes selectos del librito azul. Bonitas palabras de bisutería fina que, a modo de cortina de humo, pretenden que pase desapercibido el contenido real y descarnado del llamado “Tratado por el que se establece una Constitución para Europa”.

Sin embargo, han dispuesto que esos personajes se abstengan de leer otros artículos, como los que proponen la militarización creciente (Art. I-41.3), dentro de los “compromisos” en el marco de la OTAN (Art. I-41.2 y .7), y, por ende, la sumisión a los Estados Unidos. Ni tampoco ponen el acento en la falta de libertad de los pueblos al ejercicio de su propia determinación, lengua y cultura, ante el absoluto protagonismo de las estructuras burocráticas de los estados (Art. I-5), por no hablar del mantenimiento de los privilegios de las iglesias (Art. I-52), en detrimento de la necesaria laicidad de la sociedad.

Quien no dice toda la verdad, no dice la verdad. Y es que sería bueno que nos leyeran y nos explicaran, además de las disposiciones antidemocráticas y militaristas ya aludidas, la parte que, por contenido y extensión, se convierte en el principal objetivo del Tratado : la Parte III “De las políticas y el funcionamiento de la Unión”, que ocupa casi tres cuartas partes de todo el articulado (322 de un total de 448 artículos). Todo un auténtico programa neoliberal, sorprendentemente detallado para un texto “constitucional”, y casi imposible de reformar (se requiere “unanimidad” para ello, según el Art.IV-445).

Es en ésa Parte III donde quedan reflejadas las únicas libertades que, de verdad, se garantizan en el Tratado : la libertad de movimientos de capitales (Art. III-156), y la libertad de mercado (Art III-314), con el impedimento de “aproximación” legal, mediante ley marco europea, de los estados miembros en materia relativa “a las disposiciones fiscales, a las disposiciones relativas a la libre circulación de las personas ni a las relativas a los derechos e intereses de los trabajadores por cuenta ajena” (Art. III-172.2. Allí es también donde se reitera el blindaje al Banco Central Europeo de cualquier atisbo de control democrático (Art. III-188, ya impuesto desde el Art. I-30), o donde los derechos sociales quedan condicionados a “la necesidad de mantener la competitividad de la economía de la Unión” (Art. III-209).

¿Dónde quedan, pues, los derechos y libertades de los trabajadores y las trabajadoras ? El artículo II-75 habla de “derecho a trabajar”, pero no del “derecho al trabajo”. Esto no solamente es una diferencia semántica : es, sobre todo, una usurpación política de ése derecho. El derecho al trabajo se considera el de la dignidad y estabilidad del único patrimonio de los trabajadores, el puesto de trabajo, y eso es lo que, en este Tratado, no solamente no se recoge, sino que se cercena. Ese “derecho a trabajar” no va acompañado de las condiciones de dignidad para ejercerlo, ni tampoco de los derechos a percibir un salario justo, prestaciones por desempleo o pensiones públicas suficientes, ni otros servicios públicos, que son eliminados o privatizados. “Todo ciudadano de la Unión tiene libertad para buscar un empleo, trabajar, establecerse o prestar servicios en cualquier Estado miembro” (mismo artículo). Es decir, el derecho al trabajo queda substituido por la “libertad” para buscarnos la vida, con nuestros derechos reducidos a papel mojado.

Es en el mismo artículo II-75 donde queda definida, además, la discriminación de los trabajadores inmigrantes “que estén autorizados” : no se les garantizan los mismos derechos que el resto, sino “unas condiciones laborales equivalentes”. Nada dice de los no autorizados, que existen y existirán a millones en la Unión europea, a causa del empobrecimiento sistemático de sus países. Mucho nos tememos que la Europa fortaleza, que se consagra con este Tratado, se convierta en la Europa del “apartheid”. Este modelo de Europa cierra las puertas a los excluidos del mundo, inspira e impone leyes cargadas de xenofobia y racismo, como la Ley de Extranjería española, fomentando de ésa manera la violación de los derechos humanos, la exclusión social, la represión y el rechazo hacia los trabajadores inmigrantes.

El Tratado defiende una “economía social de mercado altamente competitiva” (Art. I-3.3), y “una mano de obra cualificada, formada y adaptable (sic), así como unos mercados laborales capaces de reaccionar rápidamente a la evolución de la economía” (Art. III-203). Si además, en materia de empleo, “La ley o ley marco europea no incluirá armonización alguna de las disposiciones legales y reglamentarias de los Estados miembros” (Art. III-207, ¿vía libre a las “deslocalizaciones” ?), y todo ello se hace “teniendo en cuenta la diversidad de las prácticas nacionales (por ejemplo, la discriminación laboral efectiva de las mujeres)… así como la necesidad de mantener la competitividad de la economía de la Unión”… (Art. III-209).

Cuando hablan de “la economía de la Unión”, ¿a qué economía se refieren ? ¿a la suya o a la nuestra ?. ¿En qué consiste ésa “adaptación” ? La respuesta a todo esto la encontramos en un titular de prensa de estos días, uno entre tantos otros desgraciados ejemplos del actual estado de cosas : “Deutsche Bank eleva los beneficios un 87% y anuncia otros 3.280 despidos fuera de Alemania” (El País, 4-2-05). Mientras tanto, otra noticia periodística actual arroja bastante luz sobre a quién beneficia esta “constitución” : “Las grandes empresas apoyan la Constitución Europea.- Representantes de grandes empresas, como Telefónica, Iberia, SCH, Endesa, Iberdrola, Unión FENOSA, NH Hoteles, Fundación ONCE y Fiat, leyeron ayer artículos de la Constitución europea y pidieron el voto afirmativo en el referéndum del próximo 20 de Febrero, durante un acto organizado por la Plataforma Cívica por Europa” (El País, 2-2-05) ¿Es casualidad tanta celeridad (tres días antes del inicio de campaña) y tanta unanimidad entre los grandes empresarios ?

Así pues, ¿es éste el modelo de Europa que necesitamos los trabajadores ? ¿Debemos, pues, dar nuestro apoyo, el próximo 20 de Febrero, al Tratado que lo consagra ? Decididamente NO. En mi opinión, este Tratado, en la lógica de los anteriores, es el más potente mecanismo de sometimiento legal y político de los trabajadores, mediante la anulación de sus derechos, llevado a cabo en la historia reciente de Europa. Los trabajadores y trabajadoras somos sujetos de la historia, y no debemos resignarnos a ser objeto de explotación, como se nos condena en este Tratado. En consecuencia, debemos rechazar esta “constitución” que consagra los privilegios del capital, a costa de los derechos laborales y sociales de la población trabajadora.

Aspiremos a hacer realidad otra Europa, posible y necesaria, dotada con una Carta de Derechos Sociales y Democráticos que se elabore en un verdadero proceso de participación de los trabajadores, de la ciudadanía y de los pueblos. El hacer realidad ésa Europa, del futuro que queremos, pasa por votar NO, el próximo 20 de Febrero, y continuar día a día defendiendo nuestros derechos y nuestra libertad.

Pep Juárez.

Secretari general de CGT-BALEARS

Febrero de 2005


Una constitució contra els treballadors

“No,

jo dic no,

diguem no.

Nosaltres no som d’eixe món.”

(Raimon)

El pròxim dia 20 de febrer de 2005 volen vendre’ns un paquet, i pretenen ho comprem sense obrir-lo, no sigui el cas que ens adonem que, en realitat, ens volen donar gat per llebre. Han encarregat als loquillos, butragueños, gabilondos, delolmos, cruyffs, teresascampos i altres vips que acoloreixin l’embolic, llegint passatges selectes del llibret blau. Boniques paraules de bijuteria fina que, a manera de cortina de fum, pretenen que passi desapercebut el contingut real i descarnat de l’anomenat “Tractat pel qual s’establix una Constitució per a Europa”.

No obstant això, han disposat que aquests personatges s’abstinguin de llegir altres articles, com aquells que proposen la militarització creixent (Art. I-41.3), dintre dels “compromisos” en el marc de l’OTAN (Art. I-41.2 i .7), i, per tant, la submissió als Estats Units. Tampoc no posen l’accent en la manca de llibertat dels pobles a l’exercici de la seva pròpia determinació, llengua i cultura, davant l’absolut protagonisme de les estructures burocràtiques dels estats (Art. I-5), per no parlar del manteniment dels privilegis de les esglésies (Art. I-52), en detriment del necessari laïcisme en la societat.

Qui no diu tota la veritat, no diu la veritat. I és que seria bo que ens llegissin i ens expliquessin, a més de les disposicions antidemocràtiques i militaristes ja al·ludides, la part que, per contingut i extensió, es converteix en el principal objectiu del Tractat : la Part III “De les polítiques i el funcionament de la Unió”, que ocupa gairebé tres quartes parts de tot l’articulat (322 d’un total de 448 articles). Tot un autèntic programa neoliberal, sorprenentment detallat per a un text “constitucional”, i pràcticament impossible de reformar (es requereix “unanimitat” per a això, segons l’Art. IV-445).

És en aquesta Part III on queden reflectides les úniques llibertats que, de debò, es garanteixen en el Tractat : la llibertat de moviments de capitals (Art. III-156), i la llibertat de mercat (Art III-314), amb l’impediment “d’aproximació” legal, mitjançant llei marc europea, dels estats membres en matèria relativa “a les disposicions fiscals, a les disposicions relatives a la lliure circulació de les persones ni a les relatives als drets i interessos dels treballadors per compte d’altri” (Art. III-172.2). Allí és també on es reitera el blindatge al Banc Central Europeu de qualsevol possibilitat de control democràtic (Art. III-188, ja imposat des de l’Art. I-30), o on els drets socials queden condicionats a la “necessitat de mantindre la competitivitat de l’economia de la Unió” (Art. III-209).

On queden, doncs, els drets i les llibertats dels treballadors i les treballadores ? L’article II-75 parla de dret “a treballar”, però no del “dret al treball”. Això no solament és una diferència semàntica : és, sobretot, una usurpació política d’aquest dret. El dret al treball es considera el de la dignitat i estabilitat de l’únic patrimoni dels treballadors, el lloc de feina, i això és el que, en aquest Tractat, no només no es recull, sinó que s’arrabassa. Aquest “dret a treballar” no va acompanyat de les condicions de dignitat per a exercir-lo, ni tampoc dels drets a percebre un salari just, prestacions per atur o pensions públiques suficients, ni altres serveis públics, que són eliminats o privatitzats. “Tot ciutadà de la Unió té la llibertat de buscar un lloc de treball, treballar, d’establir-se o de prestar servicis en qualsevol Estat membre” (mateix article). És a dir, el dret al treball queda substituït per la “llibertat” per a cercar-nos la vida, amb els nostres drets reduïts a paper mullat.

És en el mateix article II-75 on queda definida, a més, la discriminació dels treballadors immigrants “que estiguen autoritzats” : no se’ls garanteixen els mateixos drets que la resta, sinó “unes condicions laborals equivalents”. Gens diu dels no autoritzats, que existeixen i existiran a milions a la Unió Europea, a causa de l’empobriment sistemàtic dels seus països. Molt ens temem que l’Europa fortalesa, que es consagra amb aquest Tractat, es converteixi en l’Europa de “l’apartheid”. Aquest model d’Europa tanca les portes als exclosos del món, inspira i imposa lleis carregades de xenofòbia i racisme, com la Llei d’Estrangeria espanyola, fomentant d’aquesta manera la violació dels drets humans, l’exclusió social, la repressió i el rebuig cap als treballadors immigrants.

El Tractat defensa una “economia social de mercat altament competitiva” (Art. I-3.3), i “una mà d’obra qualificada, formada i adaptable (sic), així com uns mercats laborals capaços de reaccionar ràpidament a l’evolució de l’economia” (Art. III-203). Si a més, en matèria d’ocupació, “La llei o la llei marc europea no inclourà cap harmonització de les disposicions legals i reglamentàries dels Estats membres” (Art. III-207, via lliure a les “deslocalitzacions” ?), i tot això es fa “tenint en compte la diversitat de les pràctiques nacionals (per exemple, la discriminació laboral efectiva de les dones)… així com la necessitat de mantindre la competitivitat de l’economia de la Unió”… (Art. III-209).

Quan parlen de “l’economia de la Unió”, a quina economia es refereixen ? a la seva o a la nostra ?. Què vol dir aquesta “adaptació” ? La resposta a tot això la trobam en un titular de premsa d’aquests dies, un entre d’altres desgraciats exemples de l’actual estat de coses : “Deutsche Bank eleva els beneficis un 87% i anuncia altres 3.280 acomiadaments fora d’Alemanya” (El País, 4-2-05). Mentrestant, una altra notícia periodística d’actualitat dóna bastant llum sobre a qui beneficia aquesta “constitució” : “Les grans empreses donen suport la Constitució Europea.- Representants de grans empreses, com ara Telefònica, Iberia, SCH, Endesa, Iberdrola, Unión FENOSA, NH Hoteles, Fundación ONCE i FIAT, van llegir ahir articles de la Constitució europea i van demanar el vot afirmatiu en el referèndum del pròxim 20 de Febrer, durant un acte organitzat per la Plataforma Cívica per Europa” (El País, 2-2-05) És casualitat tanta celeritat (tres dies abans de l’inici de campanya) i tanta unanimitat entre els grans empresaris ?

Així doncs, és aquest el model d’Europa que necessitam els treballadors ? Devem, doncs, donar el nostre suport, el pròxim 20 de Febrer, al Tractat que ho consagra ? Decididament NO. Al meu entendre, aquest Tractat, en la lògica dels anteriors, és el més potent mecanisme de submissió legal i política dels treballadors, mitjançant l’anul·lació dels seus drets, dut a terme en la història recent d’Europa. Els treballadors i treballadores som subjectes de la història, i no hem de resignar-nos a ser objecte d’explotació, com se’ns condemna en aquest Tractat. En conseqüència, hem de rebutjar aquesta “constitució”, que consagra els privilegis del capital i determina la supressió de drets laborals i socials de la població treballadora.

Aspirem a fer realitat una altra Europa, possible i necessària, dotada amb una Carta de Drets Socials i Democràtics que s’elabori en un veritable procés de participació dels treballadors, de la ciutadania i dels pobles. El fer realitat aquesta Europa, del futur que volem, passa per votar NO, el pròxim 20 de Febrer, i continuar dia a dia defensant els nostres drets i la nostra llibertat.

Pep Juárez.

Secretari general de CGT-BALEARS

Febrer de 2005