Jueves 24 de marzo, a las 8 de la tarde, en la Plaza de España de Zaragoza

Este acto servirá para animar a la población aragonesa a participar también en la "Marcha por el Cierre de Garoña", que tendrá lugar el domingo 27, en dicha central (Miranda de Ebro). Ecologistas en Acción pone un servicio de autobuses que partirán desde Zaragoza, ese domingo, a las 8.00 horas. Inscripción e información 629139680

CIERRE DE GAROÑA YA

El pueblo japonés vive horas amargas por el desastre del terremoto
del 11 de marzo y el posterior tsunami, agigantados por la catástrofe
nuclear de Fukushima. El movimiento social siente esta tragedia como
propia pues es la “crónica de una catástrofe anunciada”.

Nuclear: una energía cara, sucia y, sobre todo, extremadamente peligrosa

CIERRE DE GAROÑA YA

El pueblo japonés vive horas amargas por el desastre del terremoto
del 11 de marzo y el posterior tsunami, agigantados por la catástrofe
nuclear de Fukushima. El movimiento social siente esta tragedia como
propia pues es la “crónica de una catástrofe anunciada”.

Nuclear: una energía cara, sucia y, sobre todo, extremadamente peligrosa

Nuclear, sinónimo de riesgo extremo
Se nos dice que una central nuclear es casi seguro que aguantará un
terremoto, casi seguro que solventará un tsunami, casi imposible que
sufra un error humano o un fallo mecánico, improbable que sea objetivo
de un atentado terrorista o casi imposible que sufra algún otro tipo de
accidente (como aéreo o meteorológico).

No obstante, la realidad nos demuestra que eso no es así. Catástrofes
como la de Harrisburg, Chernobyl, Fukushima… lo demuestran. O, sin ir
más lejos, el incidente nuclear en Vandellós II, que obligó a clausurar
la planta y fue el motivo de la moratoria nuclear en España.

Pero es que los accidentes nucleares son continuos, los denominados
“sucesos de seguridad” son habituales en las centrales españolas y cada
año se producen decenas. Como ejemplo en Cofrentes (Valencia) en 2007
falló una válvula que liberó vapor radiactivo a la atmósfera, provocando
una alarma nuclear de tipo 2 (Fukushima en un primer momento era de 4) y
Greenpeace en repetidas ocasiones ha logrado acceder a los reactores
demostrando que la supuesta seguridad no existe. Los responsables de las
centrales nucleares se obstinan en dar una sensación de falsa seguridad
completamente irresponsable.

En todo caso, y ahí está lo alarmante del caso, el gran problema es
¿qué pasa cuando falla el casi? Cuando la central nuclear no aguanta el
terremoto, o sufre un atentado o tiene un fallo mecánico o humano… en
ese caso las consecuencias son tan desproporcionadas, con centenares de
miles de afectados y/o desplazados y países enteros sentenciados, que el
riesgo es excesivo.

Si la central nuclear de Garoña sufriera un accidente grave, teniendo
en cuenta la dirección noroeste del viento que suele ser la habitual en
la zona, el material radiactivo llegaría hasta Zaragoza. El material se
iría depositando de más a menos por todo el valle del Ebro contaminando
zonas pobladas como Vitoria y Logroño.

Habría que desalojar y abandonar localidades cercanas como Miranda de
Ebro y el material radiactivo contaminaría la cabecera del Ebro así
como el propio río Ebro (la central nuclear utiliza las aguas del Ebro
para su refrigeración) desde su cabecera hasta la desembocadura, durante
décadas o tal vez siglos.

¿Energía barata, cara? ¿para quién?
La construcción de un reactor nuclear es un proceso extremadamente caro
(entorno a 6.000 millones de euros por cada 1.000 MW) que corre a cargo
de fondos públicos (bien directamente con la construcción estatal o
indirectamente mediante ayudas y subvenciones). La gestión de los
residuos radiactivos es así mismo enormemente costosa, y se va a
prolongar durante miles de años; y siempre a costa del bolsillo de los
ciudadanos. En caso de accidente nuclear del reactor, es el
contribuyente el que asume las consecuencias. Nos queda la producción en
sí, esa a cargo de una empresa privada, que corre con los gastos de
producción, ridículos en comparación con el resto de partidas; y son
estos gastos de producción los que se repercuten en la factura de la
luz… todos los demás, los importantes, repercuten directamente en
nuestros impuestos.
En estas condiciones ¿para quién es barata la energía nuclear? Desde
luego sí para la empresa privada productora… pero en números totales,
para el ciudadano, la energía nuclear resulta tremendamente cara.

Por supuesto, sin incluir que suceda una catástrofe nuclear. En ese
caso la factura a pagar es tan elevada que sobrepasa cualquier cálculo.

Energía sucia
La energía nuclear produce grandes cantidades de CO2 (efecto
invernadero) en la construcción del reactor y en la extracción y
transformación del uranio. No obstante, los residuos verdaderamente
preocupantes son los radiactivos, altamente contaminantes, sin
tratamiento posible y con una radiactividad que perdura durante miles de
años haciendo imposible su almacenamiento seguro.

Nuclear, riesgo inútil, hay alternativas
Por suerte, la alternativa está a nuestro alcance. La energía nuclear no
es necesaria en España. Basta, primero, con evitar el actual nivel de
derroche de energía y segundo con seguir fomentando las energías
alternativas, que han aumentado de forma espectacular en nuestro país y
todavía tienen un gran potencial, para poder prescindir de la energía
nuclear a corto plazo.
Máxime en un país como España que es excedentario. Es cierto que
importamos (algunas eléctricas privadas para ser más exactos) energía
nuclear de Francia, pero exportamos (esas mismas empresas) a Portugal,
Marruecos y la propia Francia en una cantidad superior, como se puede
comprobar en los datos oficiales de Red Eléctrica Española.

El caso de la central nuclear de Garoña y Fukushima
La central de Fukushima es gemela a la de Santa María de Garoña, tanto
en su diseño (tecnología BRW) como en la época (Fukushima entre 1971 y
1975 y Garoña en 1967-69) como en sus avatares:

Fukushima, sobrepasada su vida útil comenzó a tener crecientes
accidentes nucleares –como Garoña- a pesar de lo cual en fechas
recientes fue considerada totalmente segura por el consejo nuclear
japonés y se le prorrogó la vida de funcionamiento. El mismo caso que
Garoña, agravado porque la central española es algo más vieja.

En todo caso, comparativas aparte, la vida máxima de una central
nuclear se estima entre 25 y 40 años. Superado este tiempo se la
considera obsoleta y en riesgo alto de accidente grave: Garoña fue
diseñada en los años 60 del franquismo, pensemos que en esa época el
símbolo de la alta tecnología en nuestro país era el Seat 600.

¿Es sensato tomar una decisión ahora, como están haciendo otros países?
Si fuera el primer accidente de la historia de las centrales nucleares,
sería insensato tomar una decisión rápida, habría que pensárselo más.
Pero ocurre que no es así. Estamos ante una situación de una gravedad
inusitada que merece una respuesta rápida y contundente.

España debe aprender la lección y abandonar la energía nuclear. Se
puede prescindir de ella, de un modo gradual, apostando por el consumo
responsable, el ahorro, la eficiencia y las energías alternativas
(limpias y seguras). Mediante un proceso gradual los expertos calculan
que el apagón nuclear se podría culminar en el 2020.

Y como primer paso, la clausura inmediata de las dos centrales
nucleares españolas prorrogadas recientemente sin justificación por el
gobierno español: Cofrentes en Valencia y GAROÑA.

CIERRE INMEDIATO DE GAROÑA YA

Ecologistas en Acción

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Fuente: Ecologistas en Acción