Artículo publicado en Rojo y Negro nº 385 de enero

Comenzamos una serie de artículos sobre la lengua universal, el esperanto, en relación con los movimientos obreros y el anarquismo. Una serie de artículos que esperamos animen a toda la afiliación a aprender y a usar esta lengua que une a todos los pueblos a través de sus gentes.

«Nosotros, que tanto quisiéramos ver abatidas las fronteras de los pueblos, no vacilamos en recomendar el estudio del esperanto a todos los hombres de inteligencia y de corazón, que de veras amen el progreso intelectual y moral de los pueblos».
Francisco Pi y Margall

A lo largo de la historia se han realizado cientos de intentos para crear una lengua universal. Ya en el siglo XVII Descartes, Leibnitz, Komensky y muchos otros presentaron diversos proyectos para solucionar el problema del llamado «babelismo», pero ninguno de ellos era práctico: queriendo ser demasiado lógicos dejaban de ser naturales.
La necesidad de una lengua universal estuvo ligada a la aparición de la Internacional en Europa e, incluso, al socialismo utópico en sus primeras manifestaciones y textos. Así, teóricos como Cabet, en Viaje a Icaria, Fourier, en el cuarto volumen de Teoría sobre la unidad universal, y Weitling, en Garantía de la armonía y la libertad, hablaban de la aparición de una lengua internacional que superaría la confusión babeliana al no tener las imperfecciones y excepciones de las lenguas actuales posibilitando el progreso económico y científico de la humanidad.
Proudhon hizo un estudio de simplificación de la ortografía francesa (Ensayo de gramática general) para facilitar su aprendizaje y sus seguidores consiguieron que el Congreso de Ginebra de la I Internacional (1866) aprobase una resolución a favor de dicha simplificación y de la creación de una lengua universal. En el Congreso de Lausana (1867) se aprobó otra resolución, presentada por el bakuninista James Guillaume: “el congreso considera que una lengua universal y la reforma de la ortografía sería un buen asunto para todos y aceleraría mucho la unificación y la fraternidad entre los pueblos”.
Todas estas resoluciones se aprobaron contra la opinión de Karl Marx que, aunque no se había definido sobre la lengua universal, sí que había intentado que no se discutiera. Significativamente, en el resumen que se le encargó sobre las principales resoluciones adoptadas en los congresos de 1866 y 1867 no aparecen las anteriormente mencionadas y, posteriormente, con la expulsión de los bakuninistas de la I Internacional, este tema no se volvió a plantear.
El primer proyecto para crear una lengua universal que tuvo cierto éxito fue el Volapük. Esta lengua, que tenía una estructura parecida a la de los idiomas naturales, fue publicada en el año 1880 por el sacerdote alemán Juan Martín Schleyer. En 1889 se celebró en París un congreso internacional del nuevo idioma en donde se evidenció las numerosas dificultades existentes para que los congresistas pudieran comprenderse entre sí, por lo que se propusieron cambios importantes y se presentó un proyecto de gramática reformada, pero Schleyer se opuso a todo cambio afirmando que él era el autor de la lengua y que sólo él podía aportar reformas. Entre las dificultades de orden lingüístico y la actitud dictatorial y absurda de Schleyer, el congreso fue un fracaso rotundo y marcó el final del proyecto que nueve años atrás había sido acogido tan favorablemente.
El 26 de julio de 1887 apareció en Varsovia el folleto «Lengua internacional del Dr. Esperanto» (el que tiene esperanza), en ruso: “Международный языкъ” (lengua internacional) y en esperanto: «Lingvo Internacia», y pronto aparecieron versiones en polaco, inglés, alemán y francés.
A diferencia de los proyectos presentados por Descartes y Leibnitz, que eran idiomas a priori (completamente inventados), el esperanto pertenece al grupo llamado a posteriori (hecho con materiales ya existentes en los idiomas naturales). La gramática es simple y contiene elementos de las gramáticas de idiomas modernos, sólo existen 16 reglas que forman lo que se llama el Fundamento de Esperanto. Dichas reglas son lógicas e invariables.
El objetivo de su creador fue el de construir una herramienta de comunicación por encima de fronteras o comunidades nacionales desde una posición de igualdad y neutralidad entre sus hablantes. De ningún modo pretendía substituir a los idiomas ya existentes, sino dotar a la humanidad de una segunda lengua auxiliar neutral que ayudara en la comunicación internacional. El esperanto respondía a una necesidad concreta: facilitar la unión y comprensión en un mundo que se hacía cada vez más pequeño gracias al progreso, el comercio y la mejora de las comunicaciones.
Ya desde el Primer Congreso Universal Esperantista (celebrado en Boulogne-sur-Mer en 1905), Zamenhof renunció a todo derecho particular sobre el esperanto y permitió que evolucionara como un idioma natural. Junto con el esperanto como lengua de intercomunicación, Zamenhof difundió también la ideología casi-religiosa del homaranismo (aproximadamente, amor a los hombres y a la humanidad) del esperanto: una idea global de justicia, paz y fraternidad entre todos los pueblos basada en un pensamiento liberal y humanista, por ejemplo, la idea de que la humanidad entera es una familia que debe recuperar el camino hacia su identidad o la idea de que todas las religiones del mundo tienen un origen común por lo que podrían hacerse converger.

Jesús González

 


Fuente: Rojo y Negro