Artículo publicado en RyN nº 380 de julio-agosto.

MIREIA MARTÍN, SecretarIa de Acción Feminista y LGTBIQ+ de CGT Catalunya

Me llamo Mireia Martín y soy ingeniera informática desde hace unos 6 años, trabajo en el sector de las TIC desde que me gradué. Me afilié a la CGT después de ver el impacto laboral que pueden tener las huelgas generales como herramienta de reivindicación. He estado participando en las reuniones de mujeres convocadas en Catalunya desde entonces y, después de aprender las dinámicas asamblearias del sindicato, me he sentido suficientemente a gusto como para asumir la responsabilidad de la Secretaría de Acción Feminista y LGTBIQ+ de la Territorial de Catalunya (equivalente territorial de la Secretaría de la Mujer).
Cada vez más gente de la organización se define como feminista y la Secretaría se encarga de reflejar esta realidad. El nuevo nombre busca dejar claro cuál es su objetivo político tomando una postura más explícita y, también, abre la puerta al feminismo interseccional que tiene más sujetos además de la mujer. Además, el feminismo tiene varios puntos en común con la lucha del movimiento LGTBIQ+ (por la deconstrucción de estereotipos y roles de género, por la eliminación del acoso y de los discursos de odio, incluso en la batalla por la plena autonomía corporal hay similitudes), así que hemos decidido unir energías en la misma Secretaría para economizarlas.
Además, en otro plano, creo que es posible encontrar interrelaciones entre los colectivos LGTBIQ+ y el activismo por la salud mental ya que las personas del colectivo son más vulnerables a depresión y ansiedad (y no olvidemos que no hace tanto la homosexualidad y la transexualidad se consideraban trastornos mentales). También se pueden encontrar afinidades con el colectivo migrante ya que un número significativo de personas LGTBIQ+ pueden compartir la experiencia de abandonar su lugar de residencia por sufrir rechazo, discriminación o violencia (recogida como objeto de estudio en la Ley Trans bajo el concepto de “sexilio”).
Respecto a la actual división del movimiento feminista en temas como la Ley Trans creo que gran parte de la discordia generada está causada por desconocimiento y desinformación interesada, lo cual genera unos miedos que, en la mayoría de casos, se pueden desmontar (realmente no hay riesgo de transiciones no deseadas cuando el peso del patriarcado cae sobre toda persona que se salga de la norma). Respecto a los trabajos sexuales, en cambio, la división es mucho más profunda e ideológica, hasta el punto de que la CNT acordó en su XII Congreso (diciembre de 2022) que la prostitución no puede considerarse un trabajo. En estos casos, creo que es preferible trazar límites para que la discusión pueda ser constructiva: acordémonos de que en los acuerdos de Málaga de 2009 la CGT se comprometió a reconocer el derecho a la sindicación de las trabajadoras del sexo y a su autoorganización para representarse a sí mismas y ser incluidas en las discusiones acerca de políticas que les afecten a ellas y a sus condiciones de vida. Recordemos también que el pasado 25 de mayo entró en vigor el Convenio 190 de la OIT en España que significa que en todo el país está legalmente prohibido el acoso, la discriminación, la violencia, los trabajos forzosos y el abuso de las relaciones de poder por razón de género y que está vigente el compromiso de adoptar medidas de control, seguimiento y de prevención al respecto, de esta manera se establece unas líneas rojas contra la indefensión de las trabajadoras sexuales y contra la legitimación del trabajo sexual para no desentenderse de la explotación sexual ni de la violencia ni del acoso ni de ninguna forma de abuso de poder en el ámbito laboral. Para mí, primero es necesario acotar el debate de esta manera para empezar a superar la fragmentación no permitiendo argumentos que crucen estas líneas rojas.
Creo que para las personas de mayor edad son más relevantes las experiencias de cada persona para que sean más o menos tolerantes con el colectivo LGTBIQ+, más allá del contexto de la generación en la que se han educado. En el caso de la juventud, al tener menos experiencias vitales, pesan más los códigos sociales con los que han crecido y es cierto que, aunque la diversidad siempre ha estado ahí, ahora somos más conscientes de ella a nivel social gracias a años de lucha. No obstante, con los avances en normalización del colectivo también ha avanzado la respuesta reaccionaria y negacionista contra las personas que lo integran, incluso dentro de la adolescencia. Por lo tanto, creo que se enfrentan al mismo reto que el movimiento feminista: superar la desconfianza y recordar que sigue habiendo muchas áreas en las que debemos trabajar colectivamente, a pesar de las diferencias.
Respecto a la Ley Trans, creo que es un avance, principalmente en cuanto a la despatologización de la diversidad, pero faltó voluntad política para aprobar mandatos que abordaran problemáticas profundas del colectivo trans, como por ejemplo la alta tasa de paro (los artículos 36 y 37 de la proposición de ley dictaban incentivos para el empleo tanto en el sector público como en el privado, pero se quedaron en el tintero). En lugar de medidas concretas de prevención, protección y reparación en el área del trabajo, tenemos una serie de directrices a implementar por cada comunidad autónoma, sin mucha capacidad de presionar a las empresas. Aparte de eso, la ley también dejó fuera a las personas trans migrantes y no binarias. Los colectivos trans piensan seguir luchando por la ampliación y recuperación de medidas y la CGT debe acompañarlos.
Respecto al día del Orgullo y dado que la apropiación del orgullo por parte de las empresas no es más que marketing, pienso que la propuesta de la CGT debe ser actuar como con cualquier otra forma de publicidad empresarial y contrarrestarla con nuestros propios medios. En cuanto al día en sí, hemos empezado a tejer vínculos con los colectivos LGTBIQ+ locales, nos hemos adherido a su manifiesto y participaremos en la manifestación del orgullo crítico para irnos ganando un espacio común poco a poco.
Volviendo a mi Secretaría, veo que el principal reto es el de siempre: la militancia ocupa tiempo y conseguir un trabajo que se pueda compaginar con la actividad sindical es difícil en los tiempos que corren, pero lo es incluso más para los colectivos cubiertos por mi Secretaría: las mujeres y las personas LGTBIQ+ que están más afectadas por la precariedad. Esto significa que, en muchos casos, tenemos que militar en nuestro tiempo libre, pero entre la doble jornada de cuidados que recae en las mujeres y el impacto de la invisibilización en la energía disponible del colectivo LGTBIQ+, el resultado es que tenemos menos recursos para nuestro trabajo sindical. En cuanto a educar dentro de la CGT, tenemos un ejemplo en la escuela de verano del año pasado en Catalunya que se podría intentar repetir más veces y en más lugares. Esto significaría que habría que hacer formaciones útiles y accesibles a todo el territorio, para incentivar su asistencia.
Muchas gracias.

Redacción


Fuente: Rojo y Negro