Artículo publicado en Rojo y Negro nº 388 de abril.

Es un hecho consumado que ha entrado un caballo de Troya a secuestrar las voces feministas y presentar al sistema, que sigue siendo patriarcal, lo más digerible y tomando como chivo expiatorio las luchas que más indigestas le resultan a este sistema. De esta manera, este movimiento de señoras blancas, cisheterosexuales, con papeles y suficiente poder adquisitivo, si es que puede llamarse feminismo a algo que excluye a las mujeres racializadas, lesbianas, bisexuales, asexuales, trans, sin papeles o precarias, se presenta como la única voz del feminismo y no hace ascos a los altavoces mediáticos del capital. Ante esta involución, que tenemos la seguridad de que no representa a la gran mayoría de la sociedad burgalesa, el pasado 8 de marzo marché con compañeres, como no podía ser de otra manera, con el Bloque Crítico Transfeminista.
Desde una perspectiva libertaria, no me parece concebible defender ningún tipo de feminismo que no sea para todas las mujeres ni sea aliado de las demás luchas que tienen por común opresor al patriarcado. Esa farsa de feminismo que tenía planeado leer su manifiesto de discurso de odio en la Plaza Mayor, no se representa más que a sí mismo. Era obligado hacer oír la voz del feminismo inclusivo, y así acabaría siendo.
Allí estábamos mujeres de diversa condición, personas no binarias, y hombres aliados. Allí llevamos pancartas, un montón de banderas anarcofeministas y unas pocas banderas de disidencias que interseccionan fuertemente con el anarcofeminismo pero son deliberadamente excluidas y marginalizadas por el pseudofeminismo hegemónico. En particular, por la parte que me toca, yo porté con orgullo la bandera no binaria. Y así marchamos desde la Plaza del Cid con la manifestación general del 8M.
El recorrido de la marcha discurrió por calles y plazas de centro de Burgos y tuvo dos finales con lectura de manifiestos correspondientes. Por su lado, la comitiva transexcluyente terminó en la Plaza Mayor y leyó allí su manifiesto tránsfobo. Por nuestro lado, la comitiva transinclusiva terminó al otro lado en unos soportales que unen esta plaza con la calle Laín Calvo. Hubo dos gratas sorpresas en este término de la marcha. En primer lugar, aunque se invitó por megafonía a continuar a la Plaza Mayor a les manifestantes que así tuvieran intención, bastante gente que no se había adherido al bloque acabó quedándose a escuchar el manifiesto crítico transfeminista. Al otro lado de los soportales, las transfobadas del manifiesto de las hegemónicas fueron respondidas con abucheos y con gritos explícitos de “¡tránsfobas!”, según los testimonios recibidos de asistentes a la Plaza Mayor que descubrieron posteriormente que el discurso que les representaba era el inclusivo.
Al movimiento transfeminista burgalés ya no lo pueden ocultar las fuerzas reaccionarias, contando ahí a las del manifiesto de la Plaza Mayor, y por eso ahora han pasado a difamar. Ladran, luego cabalgamos. Ya la inercia y los altavoces mediáticos no pueden ocultar la montaña de este movimiento. Burgos ya es transfeminista.

Une militante de Burgos


Fuente: Rojo y Negro