Artículo publicado en Rojo y Negro nº 382 de octubre

Me gustaría empezar diciendo que migrar no es un proceso sencillo como parece que creen muchas personas, como algo que se pueda decidir de repente, un seguro para una vida mejor… todo lo contrario, migrar es complicado, difícil y doloroso ya que es necesario dejar atrás toda una vida para intentar iniciar otra que no sabes cómo va a ir, si tendrás suerte o no, si la nueva sociedad te aceptará o, al menos, te echará una mano o si, por el contrario, tendrás que sufrir, soportar y aceptar cualquier cosa para sobrevivir. Muchos migrantes llegamos a este país con la incertidumbre de no saber qué nos sucederá mañana, ni de a qué deberemos enfrentarnos; todos llegamos con los sueños dentro de un equipaje bastante pequeño que nos permita pasar desapercibidos, unos cuantos billetes en la cartera y muchos miedos.

Ahora bien, si migrar es complicado desde el primer momento en que se decide, también debemos conocer uno de los factores con los que nos encontraremos, LA DISCRIMINACIÓN. Una situación que asola al mundo entero ya sea por preferencias sexuales, religiosas, étnicas, gentilicias o físicas, atrapados en una sociedad primermundista que les hace creer que son mejores. Con esto no quiero decir que suceda en todos los aspectos, siempre hay personas que no se identifican como racistas o excluyentes, pero el mayor mal de una sociedad es señalar con el dedo y generalizar. Es cierto que cuando se migra suele ser por razones económicas, de crecimiento profesional, debido a sueños por alcanzar, para construir una mejor vida en el país de origen o, sencillamente, por el deseo de conocer nuevas culturas y generalmente todos vienen queriendo ser mejores personas porque, si nos damos cuenta, el índice de delincuencia en estos países del primer mundo es menor. ¿Pero entonces solo migran personas buenas a estos países? Por supuesto que no, lo que sucede es que al migrar y caer en la cuenta de que el sistema al que llegamos nos promete algo mejor, les entran ganas de ser mejores en todos los aspectos y eso abre la posibilidad a querer soñar con una vida mejor.

La discriminación siempre ha existido a lo largo de la historia como una manera de división invisible que trazan las personas para no sentirse iguales. Sucede, sobre todo, en países del primer mundo para que el inmigrante no olvide que este no es su país natal, una forma de que no pierdan su identidad, de pensar que no cualquiera puede gozar plenamente de todo lo que se ha construido a través de la historia por sus antepasados. El mundo siempre ha divido a las personas por clases sociales, por grupos religiosos, por géneros e incluso por su nivel intelectual… entonces, cómo no ser discriminativos en una sociedad que desde siempre nos ha enseñado que no todos somos iguales y que debemos mirar al menos favorecido con pena, al enfermo con lástima, al ignorante con repudio y al que no piense igual que yo con rechazo.

Adicionalmente a todas las divisiones antes mencionadas, los inmigrantes debemos afrontar el de ser ajenos, invasores y ocupantes que llegan a quitar oportunidades, a aprovecharse del otro, y así nos ven muchas personas que no son solamente los propios del país al que se llega sino que, a veces, también son los propios inmigrantes que logran regularizarse y formar una vida en las tierras de llegada, porque tenemos varios tipos de inmigrantes:

–  Los que se nacionalizan en países extranjeros y olvidan sus raíces, olvidan el dolor y el sufrimiento que pasaron para conseguir lo que tienen y, aunque no lleguen a olvidarlo, lo usan para ser personas poco empáticas. Creen que el proceso debe ser ese, el inmigrante llega y debe pasarlo mal porque es lo natural, es lo que toca, y no están para tender la mano sino para apoyar diciendo que así es esto, que así funciona el migrar y que debes ser fuerte o tirar la toalla.
– Los que pueden formar una vida fuera de su país pero jamás olvidan de dónde provienen, añoran siempre su país de origen y recuerdan con nostalgia su pasado manteniéndolo vivo en cada conversación. Sienten empatía por el otro, quieren ayudar, intentan alentar a las personas que recién llegan y suelen aplaudir los logros conseguidos del otro.
– Los que son irregulares por decisión, porque nunca han querido informarse o sencillamente desde su llegada se han ubicado en un trabajo y lo único que les importa es recibir dinero y enviárselo a sus hogares, no ven un mañana sino un hoy, no piensan en volver pronto, solo se convierten en cajeros automáticos que depositan dinero cuando se necesita, se conforman con lo poco y con lo necesario: un techo para vivir, un plato de comida para saciar su hambre y vestido para afrontar las estaciones. Viven enfadados con el país que los acogió, añoran siempre su país de origen y a todas las personas que se acercan en busca de información o ayuda para iniciar la vida en ese país, intentan apagar las ilusiones, dañar la idea del país ideal porque no tienen nada bueno que decir, porque no han hecho más que trabajar y vivir con lo justo. No pueden dar una buena reseña cuando no la pasan bien… aunque parezca que a eso vinieron, a producir y ahorrar, el ser humano por naturaleza necesita algo más, necesita formar parte de algo y sentirse útil.
– Los que llegan y en poco tiempo consiguen regularizarse y la vida los trata mucho mejor, pero no lo ven como que tenga que ser así, sin más, sino que se debe a que son personas que se han trabajado las cosas, se informan, no se detienen ante las adversidades y son perseverantes. Ante estas personas suceden dos cosas: tienen el don de ayudar, pero también el don de despertar al otro porque no son personas que mantengan a nadie, siembran algo para que la otra persona pueda iniciar, pero eso es lo único que harán.

Entendiendo esto sabremos que somos discriminados en muchas ocasiones y de muchas maneras, aunque no con esas palabras ya que está prohibido y es un delito que alguien hable de discriminación o discrimine deliberadamente, pero cuando nos acercamos a algún sitio público, donde nuestro físico o nuestra manera de hablar nos delata que no pertenecemos al país, de inmediato las personas que nos atienden suelen tomar actitudes distintas, pretendo no generalizarlo, pero algunas veces sí se puede ver cómo se rechaza al otro solo por no pertenecer al lugar.

También vemos que la juventud en los Institutos pueden ser de los más crueles, allí donde se supone que debería iniciarse el yo me acepto y acepto a los demás por cómo son o por lo que son… pero quién puede juzgar a los chicos que están en proceso de aprendizaje si los adultos son su ejemplo y lo hacen mal, por ejemplo cuando creen que los inmigrantes solo podrán ocupar empleos que ellos no quieren hacer ya sea porque pueden ser un poco denigrantes, forzosos, excesivos o sin sentido, dan a entender que no somos capaces de hacerlo mejor que ellos o que estemos a la par (no generalizo nunca, he visto cómo personas inmigrantes se abren camino en puestos importantes, pero son minoría).

Con esto tampoco quiero decir que, para no hablar de discriminación, a todos los migrantes se les deba ubicar de manera inmediata y sin ningún proceso en un puesto, sino más bien que deberían existir las mismas oportunidades… podrán decirnos que sobre el papel las hay, pero nuevamente caemos en el bucle de que se puede descartar a ciertas personas alegando otras razones cuando internamente reconocemos que ni siquiera las tuvieron en cuenta por no haber nacido en el país. Puede ser que en algún momento cambien las circunstancias y las situaciones pues con el paso de los años la migración es más numerosa y necesaria, países enteros dependerán económicamente de la migración, y se abrirá la posibilidad de que las personas vean su país de llegada como la opción más viable para invertir o para hacer vida, fortaleciendo la economía y ayudando a que un país avance.

Finalmente, si el beneficio viaja en ambas direcciones pues el provecho no solo lo tiene la persona que desea iniciar una nueva vida sino también el país en el que dicha persona pone sus ojos, deberíamos ser mucho más acogedores, menos desinformativos y más empáticos para ayudar al otro… por todo ello digo NO A LA DISCRIMINACIÓN.

Bryan Alexis Tapias Patiño

 


Fuente: Rojo y Negro