Casi tres millones y medio de euros. Esa es la inversión en su mayor parte pública destinada a la creación de un Centro de Experimentación Animal en Lugo.

La denominación, aséptica, políticamente correcta, con cierto halo científico para que sea más digerible, se refiere a unas instalaciones en las que animales medianos y grandes, incluídos perros y gatos como los que tenemos en nuestras casas, serán sometidos a procesos que les provocarán angustia psicológica, terribles dolores físicos y la muerte, sobrevenida normalmente tras un largo periodo de sufrimiento atroz. En el pasado ya se hizo con indigentes, huérfanos, enfermos mentales, homosexuales, prisioneros de guerra o convictos.

La denominación, aséptica, políticamente correcta, con cierto halo científico para que sea más digerible, se refiere a unas instalaciones en las que animales medianos y grandes, incluídos perros y gatos como los que tenemos en nuestras casas, serán sometidos a procesos que les provocarán angustia psicológica, terribles dolores físicos y la muerte, sobrevenida normalmente tras un largo periodo de sufrimiento atroz. En el pasado ya se hizo con indigentes, huérfanos, enfermos mentales, homosexuales, prisioneros de guerra o convictos. Hoy son los animales no humanos las víctimas de ese negocio.

Ya las oigo, oigo las voces que juran que es por el bien de nuestra especie, que gracias a eso la calidad y esperanza de vida mejoran día a día, que me dicen si pensaría lo mismo si fuese mi hijo el enfermo que necesita de un tratamiento previamente probado en animales y de la asistencia de profesionales que han hecho sus prácticas con ellos. Ya las oigo y no me convencen. No lo hacen porque sé que en 2011 no es necesario pero sí peligroso recurrir a la tortura para fines de investigación, didácticos o de pruebas de toxicidad.

Algunas razones en contra de su utilización: el modelo animal no siempre sirve. Nombres como Talidomida, Clioquinol o Mediator, con trágicas consecuencias para seres humanos, así lo demuestran. Los efectos de fármacos probados animales constituyen la cuarta causa de muerte en Estados Unidos y uno de cada siete hospitalizados lo son por esa causa. El 99% de los sangrientos estudios son repetitivos y se mantienen por razones económicas, pues hay todo un entramado de subvenciones, becas, publicaciones y tráfico de animales a su alrededor. Buena parte de las víctimas proceden de las perreras y no pocos son producto del robo en hogares como el suyo o el mío. No es la primera vez ni será la última en la que se descubren tramas dedicadas al mercado ilícito de mascotas destinadas a laboratorios de esta naturaleza.

Y ahora motivos a favor de su erradicación: Universidades como Harvard, Columbia, Stanford o Yale no emplean animales vivos en sus prácticas. ¿Salen por eso sus alumnos peor preparados? La respuesta es no. Las alternativas existen y se demuestran plenametne válidas: bancos de datos, test farmacológicos basados en la utilización de células sanguíneas humanas o placentas, ensayos de radioinmunología, simulación electrónica, modelos mecánicos, programas interactivos… Claro que las hay, se llaman experiencia acumulada y tecnología. Otra cuestión es tener ganas de utilizarlas.

Yo entiendo que la experimentación y la vivisección son cuestiones que encuentran fácilmente apoyo social pues basta con recurrir al argumento de los supuestos beneficios que reportan al hombre. Pero en los alegatos a su favor se sobredimensionan las ventajas, se callan los efectos indeseables para personas y animales y se ignoran conscientemente las otras opciones. En su momento fue aprobado un Real Decreto en Consejo de Ministros para prohibir la venta de cosméticos testados en animales, y la medida despertó reacciones similares a las que vemos en los que propugnan la continuación de la experimentación con seres vivos en laboratorios para fines educativos, farmacológicos o médicos. Por otra parte, las recomendaciones de la UE para la reducción del uso de animales en estos campos también parecen chocar con la hipocresía, los intereses y el desprecio de particulares y empresas que se lucran con la actividad.

Tres millones y medio de euros para realizar extracciones de ojos en vivo, implantes, descargas eléctricas, quemaduras térmicas, químicas o radioactivas, inhalación de gases, traumatismos, amputaciones, inducción de ataques cardíacos y epilépticos, obesidad, úlceras, fallos renales, deshidratación, parálisis, ingesta de drogas, ahogamientos, asfixias, intervenciones con el animal consciente… La lista es tan larga como macabra. Toda una fortuna para edificar un sórdido e innecesario Centro con el que conviviremos pero del que nada sabremos, porque como siempre, un absoluto secretismo silenciará lo que ocurra detrás de sus siniestros muros, para algunos muy rentables, pero tortuosos y letales para los condenados sin voz que los habitan, esos que los traspasaron obligados y que saldrán de ellos convertidos en despojos en nombre de una industria que se niega a reconocer los avances que la harían desaparecer tal y como está concebida actualmente.

Julio Ortega Fraile, Delegado de LIBERA! en Pontevedra

www.findelmaltratoanimal.blogspot.com


Fuente: LIBERA!