Artículo publicado en RyN nº 380 de julio-agosto.

Si algo me consta como médica es que la salud está atravesada por el patriarcado de una manera que estadísticamente no deja lugar a dudas. De la ciencia capitalista y neoliberal, financiada por enormes industrias farmacéuticas, permitidme la duda y la desconfianza. Ahora bien, las matemáticas y los números nos arrojan una verdad incontestable en materia de desigualdad.

Médicas tras ser brujas

La ciencia históricamente no ha sido objetiva, los científicos eran hombres privilegiados que investigaban lo que les afectaba a otros hombres privilegiados. La medicina hecha por mujeres siempre ha sido una cuestión de herejía y brujería. Hasta 1910, la mujer no fue libre para matricularse en una universidad y, pese a ir con unos cuantos siglos de desventaja, ahora somos la mayoría en las aulas de medicina, en las consultas de los centros de salud y en los quirófanos de los hospitales.
Ahora nos dejan ser médicas sin llamarnos brujas y podemos investigar lo que ni siquiera jamás se plantearon. Uno se plantea cuestiones sobre lo que vive, y es una bonita forma de definir la vida: la vida son preguntas. Por fin, las mujeres podemos preguntar y somos tan incómodas que todo lo que cuestionamos lo llaman feminismo. Tan ajeno les es para muchos que incluso el término les hace alejarse de estos planteamientos, pese a que en gran medida les afecta. Esta actitud les convierte en cómplices del mantenimiento de esta sociedad patriarcal, religiosa y capitalista.

Lo biológico, determinante

La invisibilidad de las mujeres ha sido patente no solo en las hipótesis planteadas sino también en los estudios realizados. El sexo existe porque nos reproducimos de manera sexual, necesitamos dos gametos para conseguir un embrión. Necesitamos dos aparatos reproductores que deben tener una determinada genética y unas determinadas hormonas para cumplir con su función biológica.
En este sentido, en los humanos el sexo femenino es el gestante. Como no solo somos simples seres vivos con reproducción sexual, ni nuestra función biológica es de obligado cumplimiento, sino que somos seres sociales, el género como herramienta opresora del patriarcado hace de las suyas en materia de salud. Algo biológico se convierte en un hecho muy relevante a nivel económico y social. En una sociedad donde todo gira en torno a la propiedad privada interesa enormemente convertir nuestros cuerpos en eso, otra propiedad que poseer y utilizar para prosperar unos pocos a costa de otras muchas.

Sexo, más allá de la reproducción

Recientes descubrimientos apuntan a que el sexo va más allá del ámbito reproductivo, se expresa en cada célula y en cada órgano, repercute en cómo sufrimos las enfermedades y cómo expresamos una u otra sintomatología. Cuando utilizas un modelo masculino tradicional para experimentar en biología, eliminas variables, básicamente las hormonas y las fluctuaciones hormonales de las mujeres. La sintomatología del infarto agudo de miocardio es diferente. Uno de los síntomas clásicos del infarto de miocardio en los hombres es que les baje dolor por el brazo. En las mujeres esto no pasa. En el caso de ellas hay más dolor o presión en el pecho y mareos o vómitos. A veces ocurre que los médicos no asocian estos síntomas enseguida con el infarto y por prejuicios de género lo achacan a un ataque de ansiedad lo que aumenta la mortalidad en la mujer.
Otro ámbito muy polémico es la anticoncepción, se están comercializando tratamientos hormonales en mujeres, tratamientos que fueron rechazados en hombres pese a dar los mismos efectos secundarios que para las mujeres.
De nuevo toda la responsabilidad reproductiva recae en la mujer, por no mencionar la violencia obstétrica en muchos partos. La endometriosis es otra patología que ha sido poco investigada, así como muchas otras enfermedades que afectan exclusivamente al sexo femenino y se atribuyen a cuestiones de índole psicosomática.
Pues bien, no solo el sexo también el género influye en la salud y el bienestar de diversas maneras. Primeramente, en las conductas que nos harán caer enfermos por culpa de la presión social. En los trastornos de la conducta alimentaria se observa claramente cómo afectan en su gran mayoría a mujeres muy perfeccionistas que tratan de complacer con todo aquello que se espera de ellas en esta sociedad patriarcal. En psiquiatría se ha comprobado cómo abundan más los trastornos ansioso-depresivos en las mujeres, mientras que en los hombres aparece en mayor proporción el alcoholismo como una forma enmascarada de los mismos. Incluso las cuestiones sexoafectivas, las relaciones personales patriarcales hacen mella, los mitos del amor romántico tienen sus impactos. Los hombres casados viven más que los solteros. Siendo a la inversa en las mujeres cuya longevidad se incrementa si han sido solteras y sin hijos.

Diferentes

Está claro: cómo pensamos, cómo sentimos y cómo actuamos en una sociedad patriarcal no enferma a ambos sexos por igual. Por no hablar del acceso a los recursos sanitarios que es una cuestión de clase. Las mujeres somos una clase explotada económicamente gracias a la opresión religiosa, legal y cultural. Somos las únicas productoras de seres humanos, y las relaciones de producción con las clases opresoras son de extrema violencia y pobreza.
La estadística dice que mientras las mujeres trabajan las dos terceras partes de las horas de trabajo del mundo únicamente percibimos el 5% de los salarios y sólo poseemos el 1% de los bienes. En España concretamente la renta se divide entre el 82% de los hombres y el 18% de las mujeres. Las mujeres somos la clase más explotada del mundo. A nivel sanitario se repiten las mismas cifras, representamos más del 70% del personal sanitario remunerado y somos las principales prestadoras de cuidados no remunerados.
Las cuentas no salen, cuidamos sin ser cuidadas, seguimos perdiendo las de siempre. Ahora que podemos no vamos a parar de investigar lo que siempre fue injusto para nosotras y será lo único que nos mantenga vivas para no volver a tiempos oscuros donde ni siquiera podíamos tener nuestros propios cuestionamientos sin ser tratadas de herejía y brujería.

Sejmet

 


Fuente: Rojo y Negro